Es difícil imaginarse la Caldera de Taburiente sin sus manantiales. También sin el Roque de Los Muchachos o el Barranco de las Angustias, pero el vínculo de la isla de La Palma con el agua, más allá del que mantiene con los volcanes, es una seña de identidad que ha hecho que la isla bonita sea un auténtico edén clorofílico para aquellos que necesiten avituallarse de paisajes verdes y brumosos, de lluvia horizontal y de senderos de laurisilva por los que el agua se escurre formando riachuelos chispeantes e impresionantes ‘fuentes colgadas’.
Y de la misma forma que no se entendería el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente sin agua, tampoco se comprende que esa agua que discurre libremente por la tierra acabe perdiéndose, comenta José Antonio Batista Medina, profesor del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de La Laguna, e investigador principal de BIO-JUST, Protección de los ecosistemas y la BIOdiversidad basada en la JUSTicia ambiental, un proyecto transnacional que tiene por bandera el concepto de justicia ambiental.
Liderado por el Instituto Alemán de Desarrollo y Sostenibilidad (IDOS), BIO-JUST, en el que están implicados Alemania, Brasil, España, Francia, Países Bajos y Portugal, gira en torno al agua, a los recursos hídricos. Entre ellos, los de La Palma. La aportación española −investigación que capitanea Batista junto a reconocidos antropólogos sociales del Instituto Universitario de Investigación Social y Turismo (ISTUR)− se centra en las aguas subterráneas de la ‘isla verde’, en sus manantiales y en las medidas de protección que se han planificado y puesto en marcha para conservarlas.
“De lo que trata este proyecto, realmente, es de estudiar soluciones basadas en la naturaleza (SbN), un concepto bastante nuevo en el marco de los estudios ambientales que hace referencia a aquellas medidas que se desarrollan para dar una respuesta a los problemas ambientales que, de alguna forma, están estrechamente ligados a la naturaleza”, explica Batista.
De hecho, las soluciones basadas en la naturaleza abarcan una amplia escala de enfoques. Desde la reposición de los hábitats, hasta la gestión de los recursos hídricos o la disminución del riesgo ante posibles desastres. Todos los puntos de vista que se contemplan están enfocados a la protección y restauración, de forma sostenible, de los ecosistemas, tanto naturales como transformados. El objetivo es poder acometer desafíos tan lacerantes como el cambio climático o la pérdida de biodiversidad. En definitiva, enfrentar la degradación del planeta.
Bajo la óptica imperante de la justicia ambiental, es de vital importancia saber cómo se distribuyen los beneficios y los costes de las medidas que se implementen. Y La Palma es una isla con unos “niveles de protección ambiental muy elevados”, puntualiza el decano de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación. La isla es, desde 1983, Reserva de la Biosfera y en 2002 se convirtió en Reserva Mundial de la Biosfera. Alberga un parque nacional y desde hace más de tres décadas su cielo, uno de los mejores del mundo para observar las estrellas, está protegido por La Ley del Cielo.
“El hecho de que sea una isla muy protegida y un lugar en el que el agua está muy vinculada a los manantiales, factores que siguen teniendo mucha importancia, ha sido fundamental para considerarla objeto de estudio en este proyecto”, que comenzó a finales de 2022 y concluye en diciembre de 2025, aunque no fue hasta finales del año pasado −fecha en la que se incorporó otra investigadora− cuando empezó a plantearse la fase de trabajo de campo, que se prolongará a lo largo de 2024.
Para lograr hacer una radiografía acertada y lo mas actual posible del estado en que se encuentran los manantiales de La Palma, así como un análisis que determine la eficacia de las medidas adoptadas para protegerlos, el estudio se centra en los ‘tranques’ de galerías, una auténtica obra de ingeniería consistente en instalar una barrera (muro) provista de válvulas y llaves que permitan bloquear la salida del agua, si no es necesario hacer uso de ella. Así se evitaría su vertido al mar, por ejemplo, en inviernos lluviosos en los que solo se utiliza una parte.
Esta medida, según indica el experto de la Universidad de La Laguna, no solo permitiría recuperar los acuíferos de la isla, ya que el agua no saldría por las galerías, sino algunos manantiales y pequeñas fuentes que desaparecieron a medida que se iban perforando los túneles subterráneos. Y una buena prueba de la presencia de galerías en la isla está en el acuífero principal de la Caldera de Taburiente. Situado por encima de los 1.000 metros, el conocido como Coebra (Coello-Bravo), que alimenta también los nacientes Marcos y Cordero, ha sido perforado por 112 galerías.
“El agua que antes solo salía por manantiales, ahora lo hace también por galerías privadas, por comunidades privadas. Aunque formalmente el agua subterránea es de dominio público, esas aguas se siguen gestionando como si fueran privadas, por lo que la Administración pública sigue teniendo muchas dificultades a la hora de plantear medidas”, indica Batista, no sin precisar que, de la totalidad de galerías de la isla de La Palma, tan solo 14 o 15 tienen cierre. “Aunque los beneficios son muy positivos, es un éxito relativo”.
No hay que perder de vista que las galerías −túneles subterráneos excavados en horizontal por los que el agua discurre desahogadamente hacia el exterior− constituyen una de las técnicas de aprovechamiento de las aguas subterráneas más utilizadas en Canarias, sobre todo en las islas de Tenerife y La Palma. “No conocíamos el número de galerías que ya tienen el cierre, algo de lo que nos enteramos hace relativamente poco, por lo que queremos entrevistar a sus responsables para saber si se han hecho realidad los beneficios que esperaban al aplicar esta medida, además de por qué decidieron hacerlo”.
Estudiar los efectos de los ‘tranques’ y ver qué problemas se pueden producir a la hora de implementar estas medidas, ya que puede decirse que hay prácticamente un consenso y opinión unánime de que los beneficios son enormes, podría llevar a un aumento del agua. “Si el agua no sale es probable que su nivel aumente, y eso supondrá más caudal para las galerías, una vez se abran”. Otro efecto de peso a considerar es que es “muy probable” que se recuperen fuentes que han desaparecido, apunta Batista.
Entre ellas, el caudal Marcos y Cordero, unos de los manantiales de agua natural más importantes de las islas Canarias. Sus 13 túneles convierten a este espacio natural en una ruta espectacular por su exuberancia vegetal y su belleza provocada en gran parte por la laurisilva, que dibuja un paisaje en el que el agua regala su presencia constante. Sin embargo, y a pesar de seguir abasteciendo de agua a buena parte de la isla, el caudal ha experimentado una pérdida significativa desde los años 80, “sobre todo por la interferencia de captaciones de galerías que sacan agua del mismo acuífero”.
Hay que decir que la medida de los cierres hidráulicos no es nueva. Ya se venía hablando de los ‘tranques’ en la planificación hidrológica de La Palma, hace más de 20 años, y se ha seguido haciendo en sus sucesivas y posteriores revisiones. “Desde principios de la década de los 90 hubo un avance en el que se planteó, entre otros ajustes, el cierre de galerías, concretamente, de las que estaban drenando ese mismo acuífero, además de contemplar otros ‘tranques’ para las galerías de la isla”.
Trabajo al pie del terreno
Tras un primer año centrado en reuniones de coordinación metodológica y cuestiones de tipo teóricas, en enero de 2024 comenzó el trabajo de campo de este proyecto interdisciplinar, a cargo de una investigadora integrada en ISTUR. En esta labor se utilizan metodologías cualitativas, basadas en entrevistas, así como en la observación e interacción diaria con distintos agentes sociales, entre los que figuran agricultores, técnicos, personal del Consejo Insular de Aguas y propietarios de galerías. Gente muy diversa con aportaciones distintas y complementarias.
“La idea es completar todo el trabajo de campo basado en entrevistas en profundidad, con otras cuestiones también importantes, como la percepción que tiene la población palmera acerca de la cultura del agua y la importancia de los manantiales” que, en la actualidad, aportan el 13% del agua disponible en la isla. En cuanto a la restante, más del 60% procede de galerías y alrededor de un 18% de los pozos, porcentajes con los que podría pensarse que el aporte de los manantiales en suelo palmero es casi irrelevante.
Sí, es una parte relativamente pequeña del agua de la isla, pero hay que tener en cuenta otros factores. “No solo estamos hablando de cuestiones económicas, sino de tipo ambiental, y en ese sentido, los manantiales en La Palma son fundamentales. Hay que valorar su importancia ecológica, su valor cultural, patrimonial y estético, también de muchísima importancia”, añade el profesor de la Universidad de La Laguna.
Y una muestra vale más de mil palabras. Resulta difícil, por no decir casi imposible, imaginar alguna campaña de promoción turística de la isla sin una estampa de la Cascada de Colores, una construcción artificial en un entorno natural que, sin embargo, pervive de forma perenne como acertado reclamo de visitantes. Los saltos de agua de sus paredes verticales, teñidas de musgo y tierra, conforman una paleta de tonalidades alucinantes que bien valen una visita.
“El agua forma parte de la identidad natural de la isla, sin duda alguna. Es un elemento muy importante al que le daremos la importancia que tiene”. Por eso el proyecto, a pesar de contar con bastante información de los nacientes Marcos y Cordero, no se centra en unos manantiales concretos, ya que muchos de ellos han desaparecido y otros han mermado su caudal de forma considerable.
A pesar de comenzar en enero de este año, el trabajo de campo ha sido bastante fructífero. Se han recopilado más de 1.000 minutos grabados de entrevistas de los que, de momento, los investigadores avanzan un dato interesante: “Nos da la impresión de que la conciencia de la población sobre la importancia del agua en la isla no es muy elevada, por eso nuestro interés también se enfoca en hacer encuestas para ahondar en este asunto”, recalca Batista.
El uso histórico de los manantiales
El proyecto consta de una parte histórica consistente en el estudio del uso de los manantiales y el papel que han tenido a lo largo de los años: su importancia social, económica y ambiental, sobre todo como generadores de espacios húmedos, fundamentales para la preservación de los ecosistemas, especialmente en una isla tan protegida como La Palma, en la que el agua que circula es esencial para la agricultura y el abastecimiento urbano.
De momento, hay miles de documentos, tanto informes técnicos, como fotografías y videos que podrán servir, en un futuro, para elaborar un video divulgativo. A pesar de que el proyecto no exige información histórica tan detallada, a las aportaciones de base, recabadas en la tesis doctoral de José Antonio Batista, se suman fotografías antiguas y otras más recientes, bibliografía, legislación específica y planes hidráulicos antiguos.
Uno de los aspectos que se ha comprobado con este proyecto es la escasez de informes sobre el estado de los manantiales en las islas Canarias. Aparte de una memoria que se solicitó a los alcaldes de la provincia de Santa Cruz de Tenerife sobre el estado de las fuentes, manantiales y aguas en sus municipios, que data del siglo XIX, apenas hay constancia de documentos oficiales al respecto. A ello se suma la ausencia de información sobre el impacto ambiental de los manantiales. “Nosotros, al menos, no hemos encontrado estudios específicos sobre el impacto medioambiental y la pérdida de caudal”.
“Otra de las cosas que tratamos en este proyecto, y de la que no hay muchos estudios, son los posibles efectos del cambio climático. El origen del agua subterránea es la que cae en forma de precipitaciones, y si el uso del agua no cambia, o llueve menos y aumenta la demanda turística, así como la expansión de zonas urbanas planificadas, habría que desalar o gestionar de mejor manera los acuíferos”, apunta el experto.
José Antonio Batista no quiere dejar pasar un hecho que en algunas ocasiones “pasa desapercibido”, y considera importante recalcar. Y es que, el agua de los manantiales, aunque transcurre de forma canalizada, lo hace a cielo abierto, libremente y creando espacios húmedos a su paso que resultan cruciales para proteger la biodiversidad, algo que no sucede con las galerías, que discurren de forma subterránea.
Aspectos como este se unen a los resultados provisionales de la investigación en curso, que ya se adelantaron en un congreso celebrado en Suecia el pasado mes de junio. BIO-JUST tiene aún año y medio por delante hasta su finalización. Hasta entonces, hay que culminar el trabajo de campo, que se retomará tras el verano, y seguir investigando la forma de recuperar los manantiales. El tiempo dirá si la ejecución de los ‘tranques’ proporciona los beneficios esperados.
Gabinete de Comunicación