La Universidad de La Laguna celebró ayer (lunes, 23 de septiembre) la gala de entrega de sus premios literarios que convoca cada año el Vicerrectorado de Cultura y Extensión Universitaria, un acto desarrollado en el Paraninfo que tuvo como invitado de excepción al escritor español Ben Clark, encargado de poner el broche de oro a una ceremonia en la que reivindicó el poder de las palabras y la magia de los poemas, “capaces de transformar las palabras en obras de arte”.
Poeta consagrado y experimentado, y ganador del Premio Nacional de la Crítica 2024 por su poemario Demonios, Clark cerró por todo lo alto la segunda parte de una gala que comenzaba con las palabras pronunciadas por la vicerrectora de Cultura y Extensión Universitaria, Isabel León, quien calificó el acto de “celebración de la excelencia literaria” y reconoció el valor del arte y la cultura, “elementos esenciales en la construcción de la identidad”.
León aludió a la capacidad que tiene el arte, cuando se usa una lengua común, para traspasar “fronteras físicas, metafóricas y mentales, y servir de puente” en un territorio fragmentado como el canario, a la vez que calificó la literatura como la herramienta artística “más poderosa”. La vicerrectora de la Universidad de La Laguna dio paso a la entrega de premios con una dedicación expresa a los galardonados, “capaces de encontrar en las palabras una forma de transformar la realidad y de tejer futuros posibles”.
Los primeros en recoger los premios de esta edición 2024 fueron José Julián Trujillo Restrepo, ganador del XXV Premio Internacional Julio Cortázar de Relato Breve, por Vergajo, y el colombiano Orlando Cajamarca, galardonado con el XXV Premio Internacional de Teatro de Autor Domingo Pérez Minik por su obra Amor in vitro. Los dos autores se conectaron de forma online desde sus países natales para agradecer que ambas lecturas llegaran a buen puerto y dejar patente, en el caso de Trujillo, que “cuenta tanto el que lee como el que escribe”, y en palabras de Cajamarca, la evidencia de que poder seguir contando con la “dramaturgia como género literario es vital e importante en estos tiempos cambiantes”.
A continuación, se hizo entrega de las distinciones del XIX Concurso Universitario de Relato Breve Día del Libro: los accésit Elena Torrent, Javier Pérez y Daniel García y la segunda premiada, Mª Guacimara García, precedieron a la ganadora, Sophia Hidalgo, por su obra Alumbramiento, en la recogida del galardón. Graduada en Español, Lengua y Literatura por la ULL, y reciente XIV Premio Nacional de Poesía Joven del Ateneo de La Laguna, Hidalgo reconoció que fue su etapa universitaria la que le hizo “ver la literatura, la lectura y la escritura como algo distinto que le generó una pasión arrolladora”.
Los últimos reconocimientos de la velada recayeron en Jorge Gálvez, ganador del XXVII Certamen Internacional de Guiones Cinematográficos de Cortometrajes, por Cata de Vinos, y Pablo Gallego Boutou, ganador, junto con Javier Carro por María, del XXIV Premio Internacional de Poesía Luis Feria por su obra Nival. El primero agradeció recibir premios así en “tiempos de la devaluación de la palabra”, mientras el segundo, recientemente galardonado con el Premio Narrativa Diana Zaforteza, se lo dedicó a la amiga de sus padres que supo inculcarle el “amor por los clásicos”.
El discurso de Ben Clark
Ben Clark subió al escenario de la mano de la profesora de Literatura de la ULL, Noelia Sánchez, a quien presentó como “un poeta de los de antes pero, a la vez, el más actual de los autores de nuestra república de la poesía”, que “lleva la poesía por todo el país entre la tradición y la era digital, entre encuentros con artistas viejos y jóvenes”. “Un poeta furioso y celeste porque gusta de visitar más los infiernos oscuros que los paraísos complacientes”.
El autor del poema viral «El fin último de la (mala) literatura» comenzó su conferencia Lo que sé de los dragomanes. La exótica historia de un creador, confesando que poco iba a contar de “esos guardianes de la palabra que pululaban por la corte del imperio otomano” – y a los que imaginaba “leyendo las palabras que tanto han viajado”- para dar un salto a una encantadora pastelería de Alhaurín el Grande, como “uno de esos numerosos británicos que andan despistados”, al pedir un dulce típico y comprobar que “las palabras convocan mucho más de lo que significan y dicen mucho más de lo que dicen”.
Un episodio cotidiano del que salió “sin un pastelito, y alimentado con pensamientos del lenguaje y con la convicción de que “todos somos traductores, todos hacemos un esfuerzo por traducir el mundo a nuestro idioma, convencidos de que tenemos la herramienta para ello. Comprendemos que las cosas pueden y deben ser expresadas con nuestros términos y condiciones”, tal y como hizo a los ocho años este escritor, ferviente admirador de Antonio Gala, cuando escribió su primer poema, “nacido del asco y la profunda pena” de ver “cómo el agua cristalina (…) acababa mezclándose con el cemento gris”.
Como colofón a su charla, Clark no dudó en afirmar que los creadores están más interesados en construir contenedores que contenidos. “Aunque nadie nos prohíbe decir, nada decimos, si no es en nuestros poemas”, como hicieron Antonio Machado y Antonio Gala, autores a los que mencionó y recitó, igual que a Paul Muldoon, para llegar a la conclusión de que “el poema tiene un mecanismo (…), y es único, no hay otro igual”. El poema es autónomo y capaz de transformar “las palabras corrientes en obras de arte”, porque la palabra sigue siendo “imprescindible” a pesar de convivir en la era de la imagen “que nos domina”, un hecho al que aludió, convencido de que “hay alguien al otro lado, un lector futuro, que recibirá las palabras como quien recibe un mensaje de un lugar lejano, y las guardará en el cajón de su mente” para incorporarlas a su vida.