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Un estudio en el que participa la ULL determina el tiempo mínimo entre hogares neandertales con una precisión inédita

miércoles 05 de junio de 2024 - 15:00 GMT+0000

Un equipo interdisciplinar conformado por investigadores de las universidades de Burgos, La Laguna, Valencia, Alicante, Complutense de Madrid y el Instituto de Geociencias, ha logrado determinar con enorme precisión el tiempo mínimo transcurrido entre varios fuegos neandertales en el yacimiento de El Salt (Alcoy, Alicante). La investigación, publicada en la revista Nature, aborda uno de los grandes desafíos de la arqueología prehistórica: la escala temporal en la que se llevaron a cabo actividades humanas en el Paleolítico. Este avance ha sido posible gracias al estudio de los fuegos u “hogares”, y sus restos arqueológicos asociados, mediante una metodología muy novedosa que combina análisis arqueomagnéticos y arqueoestratigráficos.

Los investigadores de la Universidad de La Laguna que firman este artículo son Bertila Galván, Cristo Hernández y Carolina Mallol. El estudio, desarrollado durante casi 10 años, analiza una secuencia de 6 hogares procedentes de una misma unidad arqueológica (unidad X), de unos 52.000 años de antigüedad. El abrigo de El Salt es un yacimiento neandertal conocido, entre otras cosas, por los numerosos hogares documentados en un excepcional estado de conservación. Estos hogares pueden aparecer sobre una misma superficie o separados por pocos centímetros de sedimento, y se asocian a numerosos restos de utensilios de piedra, fragmentos de hueso y carbón derivados de distintos episodios de actividad humana. Hasta ahora, el orden y el tiempo transcurrido entre este tipo de conjuntos de hogares y restos de actividad, que son comunes en el registro paleolítico a nivel mundial, era una incógnita que dificultaba el estudio de las sociedades prehistóricas.

El estudio determina que, al 99% de probabilidad, transcurrieron como mínimo unos 200-240 años entre la realización del primer hogar y el último, con diferencias de al menos 2-3 décadas entre algunos de ellos. Se trata de una resolución sin precedentes en la arqueología paleolítica y que cambia de manera significativa las concepciones previas sobre la frecuencia de las ocupaciones humanas en las sociedades cazadoras-recolectoras prehistóricas.

Ángela Herrejón Lagunilla, primera autora del estudio, tomando muestras arqueomagnéticas en El Salt

Hasta ahora, las técnicas de datación disponibles para contextos tan antiguos como la unidad X de El Salt suelen tener incertidumbres temporales muy altas. No es posible aplicar la datación por carbono 14 a materiales más antiguos de 50.000 años y otras técnicas, como la luminiscencia, suelen tener errores de varios miles de años. Mediante estudios de arqueoestratigrafía se infirió la posición estratigráfica relativa en la que se encuentran los hogares y sus restos asociados. Es decir, qué es anterior y qué posterior, seriando la secuencia de fuegos. La enorme cantidad de restos arqueológicos de estos contextos, la topografía irregular del sustrato y los complejos procesos de formación y alteración implicados dificultan mucho aislar las ocupaciones neandertales. Ello requiere de un proceso de excavación y registro del material arqueológico muy minucioso, donde cada resto arqueológico y cada facies sedimentaria es coordenada tridimensionalmente y relacionada entre sí.

Una vez inferido el orden estratigráfico de los fuegos, se procedió a cuantificar el tiempo mínimo transcurrido entre sus quemas y este es el principal aporte metodológico del estudio. Para ello se recurre al arqueomagnetismo, disciplina geofísica que estudia el registro de la dirección y/o intensidad del campo magnético terrestre (CMT) en materiales arqueológicos quemados. Generalmente se utiliza como técnica de datación para un rango temporal de aplicación que no supera los últimos 4.000 años. Aquí estamos hablando de cronologías mucho más antiguas, por lo que el enfoque es diferente.

Los hogares neandertales son potenciales registros de la dirección del campo magnético terrestre en el momento en el que se enfriaron por última vez. Para que el registro de la dirección sea fiable, el material debe estar bien quemado y preservar su posición original. No todos los materiales quemados funcionan bien para el arqueomagnetismo y especialmente fuegos tan antiguos como estos. Por eso, el trabajo realizado a lo largo de los años ha implicado el análisis de cientos de muestras y la recreación experimental de hogares en el entorno del yacimiento que simularan las condiciones de los fuegos paleolíticos. El objetivo era comprender su comportamiento y analizar qué partes eran más idóneas para análisis arqueomagnéticos.

Una de las premisas del arqueomagnetismo es que la dirección del CMT cambia a lo largo del tiempo en un proceso conocido como “variación paleosecular”. Esos pequeños cambios, de unos pocos grados, son susceptibles de quedar registrados en el último enfriamiento de estos hogares. La determinación del tiempo mínimo transcurrido entre un par de hogares se establece comparando las diferencias entre sus direcciones paleomagnéticas con las velocidades de variación de la dirección del CMT. Las velocidades de cambio se determinan a partir de varios modelos geomagnéticos bajo estrictos criterios estadísticos. Esta comparación permite determinar cuánto tiempo es necesario que transcurra para explicar las diferencias angulares observadas entre las direcciones arqueomagnéticas entre hogares. Esta es una propuesta metodológica muy novedosa, que permite emplear el arqueomagnetismo en cronologías prácticamente inéditas hasta el momento.

Imagen de la unidad X de El Salt donde se pueden ver los restos de un hogar (parche oscuro).

El método no puede brindar un máximo de años, pero sí un mínimo. En el caso de la unidad X de El Salt, los resultados obtenidos tienen implicaciones muy importantes e inesperadas. Los hogares, que se distribuyen en unos pocos centímetros de espesor de sedimento y algunos de ellos aparentemente en la misma superficie, representan al menos dos siglos. Este descubrimiento pone en tela de juicio la práctica arqueológica habitual de estudiar los materiales como si pertenecieran a un único grupo cultural o a un periodo de vida humana, e insta a los investigadores a reconsiderar su enfoque.

Que el tiempo mínimo de formación de la secuencia de fuegos sea de unos 200-240 años implica que los grupos humanos que los hicieron estuvieron separados por varias generaciones. «Hablamos quizá de individuos que, incluso, nunca llegaron a conocerse», señalan los investigadores. Las implicaciones arqueológicas son enormes.  «No hay que olvidar que son grupos cazadores-recolectores, que se mueven constantemente en busca de recursos. Lo que se excava en un yacimiento como este no es más que una imagen aislada y concreta de todo un conjunto de actividades realizadas en un territorio mucho más amplio. Lo que aquí se ha obtenido son pequeños fotogramas de una película muy larga, pero se ha logrado establecer su contexto temporal con una precisión desconocida», explican. Además, es una metodología aplicable no sólo a cronologías paleolíticas, sino a cualquier otro período que tenga estructuras de combustión bien preservadas. «Sin duda, se trata de un gran paso adelante para la arqueología que ayudará a entender mucho mejor el comportamiento humano en el pasado».


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