La escritora Ken Bugul, la teórica de la comunicación Amparo Moreno y los científicos Londa Schiebinger y Nicholas A. Peppas han pasado a engrosar la nómina de doctoras y doctores Honoris Causa por la Universidad de La Laguna, una distinción que se concede a las mentes más brillantes, a quienes saben crear escuela y transmitir a sus discípulos y discípulas los conocimientos, los valores y el buen hacer para que el avance social sea imparable.
Nos han iluminado con su magisterio, con su calidad humana, con su cercanía. Conmovidos por los extremismos y las derivas de la geopolítica mundial, que no parecen vislumbrar nada bueno, la Universidad de La Laguna está orgullosa de forjar una alianza con estas cuatro personalidades, faros de referencia en sus distintos campos. Hemos tenido la oportunidad de hablar con cada una de ellas y esto es lo que nos han contado.
Ken Bugul: La fuerza de la mujer africana
Hablamos con la novelista Mariètou Mbaye Biléoma sobre los retos de la mujer africana. Esta escritora senegalesa, que tiene en ciernes su duodécima obra, nos describe cómo el Islam y después la colonización francesa han marcado profundamente a su país y nos ofrece su personal visión sobre las causas de la emigración de la juventud africana.
La también conocida por su pseudónimo literario Ken Bugul, que en wolof significa `La que nadie quiere’, es la hija pequeña de una familia polígama en la que nadie se ocupó de ella. Creció sola, y sufrió el abandono de su madre cuando todavía era muy pequeña. Tras su etapa universitaria en Dakar, marchó becada a Bélgica y después a Francia, donde vivió experiencias muy intensas que la devastaron. Regresó a comienzos de los 80 a su país y todo el mundo le dio la espalda, porque volvía a casa con las manos vacías, sin éxito. Ken Bugul ha encontrado en la escritura una forma de redimir sus vivencias, y de hecho ha promovido la escritura terapéutica para las personas más vulnerables. Ahora es una novelista muy reconocida, con una voz muy singular, y sus obras han sido traducidas a varias lenguas.
Nuestra Honoris Causa nos habla del enorme lastre histórico y cultural que recae en la mujer africana, y del que, dice, hay que desembarazarse. Cuenta cómo cuando llegaron los colonizadores se crearon cuatro departamentos franceses, en los que la mujer adquirió un comportamiento diferente al de la mayoría de las senegalesas que vivían en la zona indígena. “Tuvieron acceso a la escuela, a la cultura y a los modos occidentales, mientras que las otras se sentían despreciadas por las primeras, abriéndose un cisma entre las propias senegalesas”. Después, cuando el resto de la población fue escolarizada, las mujeres de la zona indígena que pudieron ir al colegio tomaron una suerte de revancha. “No teníamos las maneras francesas, pero nos adelantamos gracias al conocimiento”.
Con el paso del tiempo, el movimiento feminista recaló también en Senegal, donde dice hubo mucha confusión por las distintas herencias culturales de la población. “El problema es que sigue habiendo una gran parte de las mujeres que son analfabetas o con una educación muy pobre, debido a la dominación religiosa, tanto islámica como católica”.
Lamentablemente, la recuperación política y la emancipación de la mujer no ha servido para que ésta acceda a los puestos de decisión en la vida pública. “Tenemos una ley que busca la paridad, pero eso no es suficiente, porque el hombre siempre va a estar por delante. Nosotras seremos vicepresidentas, viceministras o adjuntas a las alcaldías, pero lo que queremos es dirigir el país, tomar el poder”, afirma con rotundidad, al tiempo que se muestra partidaria de cambiar el texto legal para forzar este avance inapelable. Ese anhelo insondable choca con la realidad: primero, la resistencia de los propios hombres y, después, de la sociedad en su conjunto y de la religión. “Es una herencia no solo colonial, sino anterior, de la llegada del Islam a África”.
Los retos de las mujeres africanas no son por tanto iguales a los de las europeas. “Ser mujer ya es un reto, y, encima, ser negra y musulmana…oh lá lá, ¡catástrofe nacional!”, bromea. “Compartimos con las mujeres occidentales los problemas contemporáneos, claro que sí, pero lo cierto es que nuestras referencias educativas, morales, sociales y culturales son todavía una herencia colonial”.
“África no tiene todavía su propia narrativa. Transmitimos todo el tiempo nuestros valores heredados del islamismo y del colonialismo”. La autora de obras tan conocidas como ‘Le baobab fou’ o ‘Cendres et braises’ va más allá. “¿Por qué no puedo ser yo feminista y musulmana? ¿Es que las mujeres occidentales de herencia judeocristiana no pueden ser feministas?”, se cuestiona. “Yo soy musulmana, pero no llevo velo, hago lo que considero, pero guardo mi fe y eso no me impide vivir como una occidental”.
A sus 78 años, Bugul es una activista nata, que ha roto moldes en su país. “Hemos dejado que la política y los hombres manipulen un movimiento mundial que habría dado soluciones comunes para todas nosotras”, asegura. “Hay que revisar la estrategia de lucha, que no puede basarse en una radicalidad conflictiva, sino en una estrategia de lucha inteligente, exactamente como hacen los hombres. Es necesario que comencemos a manipularlos”.
Posamos la mirada en el fenómeno de la poligamia, un asunto que tiene muchas aristas, para conocer la opinión de nuestra protagonista. “Antes de la llegada del Islam ya existía, pero no estaba institucionalizada. Eran hombres y mujeres que tenían proyectos comunes, no de carácter amoroso, sino económico o social, para reforzar la unidad familiar y producir más, o incluso de clan, para hacerse fuerte ante terceros. No era una relación sentimental sino un proyecto de sociedad”. Con la islamización se establece un máximo de cuatro mujeres por hombre, sin que fuera una obligación llegar a cuatro, siempre que se las atendiera y tratara de la misma manera”.
Con la colonización francesa el sistema se pervierte. El colonizador encuentra que la poligamia le favorece en todos los casos: le procura mayor mano de obra con el nacimiento de pequeños esclavos y aumenta su producción económica. Son seres humanos que puede vender a otras plantaciones y comercializar con ellos, viola a las esclavas de forma sistemática y mantiene amantes más o menos oficiales, además de la esposa. Buena parte de la población mestiza de Estados Unidos y del Caribe es fruto de esos abusos, arguye.
Así, lo que en sus inicios fue un proyecto de sociedad ha devenido en el uso de la mujer como un mero objeto de consumo. Cuando ya se la ha explotado se la abandona y se coge a otra. ¿Qué ha pasado para que ciertas mujeres, incluso en el mundo occidental, hayan llegado a esto? Los medios de comunicación han jugado en contra, cosificando a la mujer en lugar de promover su desarrollo personal, sostiene Bugul.
Preguntada por el hecho migratorio, nos habla de su evolución, y ofrece un punto de vista poco conocido. Si bien hace 20 años la emigración era fundamentalmente económica, este fenómeno ha cambiado. “Es un problema de vacío existencial, de falta de referentes. Ahora predomina una civilización virtual, de individuos aislados. La mayor parte de la juventud africana no tiene valores culturales, porque lo que hay es el culto al dinero y a la imagen. Los jóvenes viven desamparados en un contexto de presión social que exige el éxito, la competición por lo material”. La emigración ya no es una manera de ganarse la vida, “es una especie de suicidio para quitarse toda esa presión social de encima, de las propias familias hacia sus hijos al ver que otros triunfan fuera”.
A ello se suma la desestructuración del sistema familiar porque ha habido un éxodo masivo de los entornos rurales a las grandes ciudades. “Es una urbanización loca, con ciudades completamente desbordadas, lo que ha provocado una violencia y una agresividad creciente. Ya no queda nadie en los pueblos”.
Ken Bugul trabaja ahora en su duodécima novela, centrada en el personaje bíblico de María Magdalena, para señalar que la mujer está en el origen de todas las creencias, por más que también este universo esté dominado por las figuras masculinas. “El problema del hombre es el miedo a la mujer, ese es su problema. Vamos a aprovecharnos de ese miedo para revertir la situación y llegar al poder, también en el ámbito religioso, porque de una manera o de otra, la religión domina al mundo. El ser humano no puede existir sin creer en algo”.
Amparo Moreno Sardà: Periodismo para el cambio social
La ciudad de Barcelona, en los albores de la década de los 70, se estableció como el punto de partida en la trayectoria profesional de la comunicadora Amparo Moreno Sardà. Aún bajo el yugo de la represión franquista, y a pesar de que la muerte del dictador se aproximaba, la periodista nacida en Teruel se trasladó a un lugar que en poco menos de treinta años había experimentado un enorme crecimiento poblacional, pasando de uno a casi dos millones de habitantes. Este desarrollo no se produjo de forma homogénea y precipitó a buena parte de la ciudadanía a hacinarse en barrios periféricos, chabolas o en espacios de infraviviendas sin servicios. El desigual panorama fue el tablero en el que Moreno Sardà comenzó a desempeñar su labor periodística a pie de calle.
Ser mujer y querer informar sobre temáticas que en ese momento se consideraban “de hombres” la llevaron rápidamente a toparse de frente con el poder androcéntrico que dirigía los medios de comunicación. “La primera vez que fui a pedir trabajo a un periódico, el director me dijo que la sección de moda ya la tenía cubierta y que la de información política yo no la podía hacer”, cuenta. Continuó tocando las puertas de otras cabeceras, algo que logró en El Correo Catalán, que en ese entonces había sido adquirido por un joven Jordi Pujol. Sin embargo, sus críticas a la gestión política la fueron dejando sin espacio en el periodismo de la época y concluyó con su despido, un drástico cambio que le hizo centrarse en su carrera como docente.
La Universidad Autónoma de Barcelona ha sido su casa desde 1974 donde ha formado a miles de estudiantes de Ciencias de la Comunicación, y donde es hoy catedrática emérita. Décadas de docencia e investigación, pero sobre todo de crítica al poder establecido y al periodismo. “Los medios hoy en día dependen mucho de las fuentes informativas y en especial de las fuentes de las administraciones públicas que se han profesionalizado justamente para contaminar la información”, señala. Además, invita a los periodistas a enfrentarse al reto de romper con las rutinas existentes porque no hacerlo solo los arroja a la precarización de la profesión.
La implantación de Internet a principios del siglo XXI permitió a las administraciones públicas dar un giro radical en su forma de aportar cierta información a la población. La administración electrónica posibilitó a las sociedades acceder de forma simple y rápida a cuestiones de interés a golpe de clic, un cambio que no se vio reflejado a todos los niveles “y es que los responsables políticos no quieren perder su silla y mantienen secuestrada la información”, indica Moreno Sardà. Este paisaje de oscurantismo posteriormente recae en los periodistas, quienes “se han convertido en profesionales de las fuentes institucionales. ¿Y qué hace el profesional de esa fuente? Reproducir lo que le dice el amo”.
El periodismo actual ha experimentado un profundo cambio con la irrupción de las empresas tecnológicas y las redes sociales. Los medios tradicionales como son el periódico, la radio y la televisión se han visto abocados a sumarse a estas plataformas digitales para seguir conservando a parte de su público y continuar con su labor periodística. Más canales de información que en teoría democratizarían y harían más accesible la comunicación pero que en la práctica producen polarización y deshumanización. “Reducen todo a cifras y a una serie de tópicos que sirven para polarizar el debate público, porque eso es lo que les interesa a los responsables políticos o grandes propietarios de las tecnológicas”, señala la catedrática emérita.
En un momento de la historia en el que el papel de las redes sociales resulta tan trascendental que puede desequilibrar la balanza hacia un candidato u otro en unas elecciones de todo un país, la credibilidad del periodismo vive sus horas más bajas. Los bulos y la desinformación logran colarse en la opinión pública y hacen mella en la profesión periodística, llegando a crear la suficiente confusión como para que las personas dejen de confiar en la labor que realizan los medios. Solo uno de cada tres españoles se fía de las noticias, así lo refleja el informe que elabora cada año el Instituto Reuters. “Esto es lo que les va bien pero no solamente a los grandes magnates, sino que cualquier alcalde de turno también puede prescindir de los periodistas y utilizar las redes sociales directamente para decir lo que le parezca”.
Son muchos los años en los que se lleva poniendo en entredicho la profesión periodística y el futuro no se presenta halagüeño, si se continúa con la senda actual, reconoce Amparo Moreno Sardà. Sin embargo, la comunicadora no se centra solo en el uso de las redes como lugar en el que informarse sino más bien en cómo se transmite esa información. “Hay una clara deshumanización, la gente repite tópicos y se alimentan las confrontaciones”. Justo en este punto es donde reside el cambio y es que en sociedades complejas y diversas hay que trabajar, desde el punto de vista de la comunicación, en construir otras explicaciones más plurales.
En medio de este totum revolutum en el que el poder influye sobre el periodismo y luego los periodistas lo trasladan a la opinión pública, Moreno Sardà no hace una distinción entre hombres o mujeres, sino que más bien se muestra preocupada por el mañana. “Quienes estamos en puestos de poder podemos querer conservar nuestros privilegios, pero hemos de ser capaces de saber cuál es nuestra responsabilidad y por tanto también hemos de utilizar estas posiciones para darnos cuenta de que así no vamos a ninguna parte, así solamente vamos al desastre. No nos lleva a ninguna posición envidiable; hemos de cambiarla, es lo que toca”.
Nicholas A. Peppas: 50 años mejorando la salud
Con 22 años, el ingeniero químico griego recién graduado por la Universidad Técnica Nacional de Atenas Nicholas A. Peppas se trasladó hasta el Instituto Tecnológico de Massachusetts, en donde su doctorado en 1973 supuso el punto de inicio de una fructífera carrera científica de rango internacional que le ha llevado a ampliar su campo de acción hacia la biomedicina, liderando investigaciones punteras en bio y nanomateriales aplicados a dispositivos de liberación controlada de fármacos y al desarrollo de cartílagos, cuerdas vocales y órganos artificiales, entre otros inventos.
Semejante currículo le ha granjeado distinciones como pertenecer a 18 academias científicas y ostentar 15 doctorados Honoris Causa, el último de ellos, el nuestro. “Sí, ha habido un número muy grande de reconocimientos en todo el mundo, pero para mí la emoción es por el reconocimiento de la investigación que hemos realizado, los resultados que hemos logrado y las personas que hemos sido capaces de tratar y ayudar con todo lo que hemos hecho”, señala.
Reconoce que su mentalidad de ingeniero le lleva a focalizar su trabajo en la resolución de problemas, en este caso biomédicos. “Para mí, la planta química y el cuerpo humano son la misma cosa. En la planta química, procesamos algo para convertirlo en otra cosa. En el cuerpo hacemos lo mismo: tomamos un producto dulce, lo ponemos en nuestro cuerpo y cambia nuestra glucosa y, por lo tanto, no podemos procesarla y debemos tomar insulina para evitar la diabetes. Es el mismo proceso en las matemáticas, la química, la física… lo diferente es que en un caso es un cuerpo inanimado y, en otro, es el cuerpo real”.
A lo largo de su carrera ha sido testigo de la imparable evolución de la ciencia y la tecnología. Por ejemplo, cuando comenzó su trabajo, la nanotecnología era apenas conocida por unos pocos especialistas y, en cambio, ahora está generalizada. Recuerda, por ejemplo, que hace 50 años las personas con problemas renales debían recurrir a riñones artificiales y largos periodos de diálisis, y ahora todos esos procesos han podido ser miniaturizados y simplificados.
Peppas es conocido por su aportación a los dispositivos de liberación de fármacos. “Empecé hace 53 años porque me interesaba ayudar a la gente a tomar sus medicamentos de una manera más cómoda. A mí, como a muchos otros, no me gustaban las inyecciones. Prefería algo más sencillo, pero sabía que ese algo más sencillo iba a ser muy difícil de absorber en el cuerpo y de transferir a la sangre”.
Su bagaje en ingeniería química le permitió desarrollar polímeros gracias a los cuales era posible incorporar fármacos, péptidos y proteínas en el cuerpo y ayudarlo. “Y como soy ingeniero, también desarrollé las matemáticas necesarias para todo ello, que se volvieron muy, muy populares. Mucha gente todavía recuerda algunas de las ecuaciones originales que usé, que sirvieron para diseñar nuevos proyectos y productos”.
En su opinión, el desafío médico de actualidad recae en la multitud de formas de cáncer, pero también en las enfermedades autoinmunes, muy complicadas de diagnosticar. “Por ejemplo, la esclerosis múltiple lleva a la discapacidad de las personas que la sufren y se necesitan años para resolverla. La cuestión no es simplemente encontrar una solución sino encontrar la mejor solución ¿Encuentras una cura que supone ponerse cinco inyecciones al día? Me alegro de que exista, pero es un inconveniente, especialmente si soy un trabajador o alguien que tiene un negocio, estudia, etc. ¿Puedes encontrar un sistema que funcione una vez al día? ¿O una vez al mes? ¿Al año? Creo que vamos por ese camino, para hacer que la curación sea más fácil”. La problemática es más compleja porque no atañe exclusivamente a la ciencia: las decisiones políticas son fundamentales, pues al final serán las instituciones o las compañías de seguros quienes financien los tratamientos.
Peppas también recuerda la contribución de la Universidad de La Laguna en algunos de sus proyectos. “Uno de mis antiguos investigadores asociados, el profesor Edgar Pérez Herrero [padrino de Peppas en la investidura] se ha convertido en profesor aquí y ha desarrollado una serie de tecnologías muy interesantes para el tratamiento de una variedad de enfermedades, especialmente un tipo particular de cáncer. Todavía trabajamos y publicamos juntos, y también hay otros profesores de esta universidad que conozco, así que es una interacción global, ya no hay barreras, y todos tratamos de trabajar para salvar a la gente”.
Esa mención a otros investigadores es algo muy propio de Peppas, quien durante su discurso de aceptación trufó la intervención con menciones a colaboradores de todo el globo, e incluso algunos de sus colegas españoles se desplazaron hasta La Laguna para arroparlo desde el patio de butacas. “Valoro mucho el networking. Nací en Grecia y me fui a los Estados Unidos. Me siento muy internacional, para mí no hay barreras, seas español o chino, tienes las mismas células”.
En esa misma intervención, el doctor Honoris Causa reivindicó su condición de inmigrante. “Hice hincapié en ese asunto porque políticamente, tanto en Europa como América, tenemos muchas preguntas sobre los inmigrantes y lo que aportan. Yo personalmente trabajé y he trabajado en los Estados Unidos durante 54 años. No he sentido que la gente me haya excluido, pero he mantenido buenos contactos con Europa, he visitado muchas veces Europa, he visitado China, Japón y Singapur, y siempre he tratado de entender al otro lado. Pienso que esto es importante. Creo que algunas personas se cansan un poco, o tienen otras responsabilidades, y olvidan el objetivo principal, que para mí -y lo siento si me repito- es salvar a la gente y buscar soluciones que mejoren la calidad de vida de nuestros pacientes”.
Londa Schiebinger: Sin ciencia inclusiva no hay futuro
La profesora Londa Schiebinger es catedrática de Historia de la Ciencia de la Universidad de Stanford y doctora por la Universidad de Harvard. Desde 2009, también dirige un programa sobre innovación de género en ciencia, medicina, ingeniería y medio ambiente, financiado por la Comisión Europea y la Fundación Nacional de Ciencias de los Estados Unidos.
La Universidad de La Laguna le otorgó el que es ya su sexto doctorado Honoris Causa, por su significativa contribución a la comprensión y mejora de la inclusión social y de género en la ciencia y
la tecnología. Este aporte imprescindible presenta vínculos con la historia de Canarias: Schiebinger ha escrito libros en aspectos tan diversos como la mujer en el origen de la ciencia moderna de los siglos XVII y XVIII, momento de la primera fundación de la Universidad, o la biodiversidad y medicina en relación con el colonialismo y la esclavitud en el Mundo Atlántico.
La investigadora estadounidense recuerda que la catedrática del área de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la ULL, Carina González, quien ha sido madrina de su doctorado honorífico, había acudido en abril de 2024 a su despacho, manteniendo una conversación de la que salieron posibles colaboraciones futuras. “Es así como trabajamos en mi proyecto global “Gendered Innovations”, creamos contenido en común que publicamos en nuestra web mediante colaboraciones multidisciplinares para elaborar métodos para el análisis por sexo, género e interseccional”, describe Schiebinger.
La especialista en Historia de la Ciencia explica que trabajan con estudios de casos que demuestran que estos análisis aportan algo nuevo a la ciencia y la tecnología que funcione para todo el mundo, además de ser un requisito como herramientas metodológicas que se exigen para la financiación de proyectos por parte de la Comisión Europea.
Schiebinger tiene la convicción de que una ciencia bien hecha es inclusiva, innovadora y profundamente humana. Los efectos de este nuevo paradigma son palpables en los avances logrados en las universidades en las últimas dos décadas.
Por este motivo, se muestra preocupada por el regreso de Trump a la Casa Blanca, “el primer delincuente convicto que ha sido elegido presidente de Estados Unidos”, y el auge de las corrientes políticas de extrema derecha en Occidente. Advierte que “debemos estar alerta y pensar en todo lo que podemos contribuir como profesorado universitario, tenemos aún libertad académica y podemos enseñar al alumnado a desarrollar pensamiento crítico, como hacemos en Humanidades, y en Ciencias debemos indicar cómo el sexo es una variable vital para los estudios biológicos”.
Una de las conclusiones que se recoge en su proyecto científico es que se ha demostrado que llevar a cabo una mala investigación cuesta vidas, mientras que la buena investigación las salva. Por ejemplo, en el ámbito de la medicina, la catedrática de Stanford subraya que “los análisis de sexo y género son vitales porque hablamos de situaciones de vida o muerte”. Hasta hace pocas décadas, no se incluía a las mujeres en la investigación con el objetivo de “protegerlas”, pero justo se ha producido lo opuesto, ya que “las mujeres y los hombres tienen diferencias de metabolismo y de otros tipos a nivel físico, dadas por su sexo biológico”, puntualiza la investigadora.
“Debemos invertir en investigar la diferencia en los síntomas de ataque al corazón entre hombres y mujeres, como se llevó a cabo en el último estudio del McKinsey Health Institute, de 2024, convirtiendo las enfermedades cardiovasculares femeninas en una prioridad; esto ahorrará muchos recursos sociales y sumará muchos años de calidad de vida para las mujeres”. De ahí, la importancia de estudios interseccionales que tengan en cuenta también a quienes posean menos medios, señala Schiebinger.
En cuanto a la Inteligencia Artificial e implementación de algoritmos, la investigadora destaca que, con el reconocimiento facial, no se ven tan bien las pieles más oscuras frente a las pieles claras o a las mujeres frente a los hombres. “Esto se debe a que los desarrolladores de estos programas son hombres blancos”, algo que se ha corregido recientemente gracias al trabajo de ampliación de la base de datos realizado por Joy Buolamwini, investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
Citando el esfuerzo por la inclusión y la diversidad en los algoritmos de la gigante tecnológica Google, se presenta el caso curioso de que su generador de imágenes pueda mostrar a un hombre nativo americano o una mujer del este de Asia como posibles respuestas a la pregunta sobre quiénes fueron los fundadores de Estados Unidos. “Esto lo que denomino IA aspiracional, están tratando de crear el mundo que queremos, pero el algoritmo falla cuando le hacemos preguntas históricas, no proporciona los hechos… Aunque hay muchos motivos para emocionarse, debemos asegurarnos de que no se vayan a crear mayores desigualdades entre la gente”, concluye.
Conectando Canarias con la sostenibilidad medioambiental, Schiebinger usó el ejemplo de un estudio que realizó sobre organismos marinos. Estos tienen seis tipos diferentes de sexo, “lo que es muy interesante en criterios de evolución frente a los seres humanos, más aburridos” -comenta mientras esboza una sonrisa-. “Debemos entender cómo el calentamiento global impacta a los organismos femeninos de manera diferente que a los masculinos para que, quienes redactan las leyes medioambientales tomen medidas de protección que abarquen a toda la población marina; si solo salvamos a los organismos femeninos o viceversa, la población de esos organismos colapsará”. Es por ello que el futuro de la ciencia y de todos los seres vivos del planeta dependen del enfoque interseccional, no solo para seguir avanzando sino ya para asegurar la supervivencia de la vida tal y como la conocemos.
Gabinete de Comunicación