Uno de los criterios que la OCDE ha barajado en sus últimos informes para medir la calidad educativa es la implicación de las familias con los centros escolares, que es muy alta durante la Educación Infantil y Primaria y baja drásticamente la llegar a la Secundaria. Investigadoras de las universidades de La Laguna y de Oviedo llevan una década estudiando este fenómeno y diseñando medidas para estrechar esta brecha existente entre progenitores e institutos durante la última etapa de la formación obligatoria.
La profesora Beatriz Rodríguez Ruiz, del Área de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación de la Universidad de Oviedo, ha realizado recientemente una estancia en la ULL, invitada por la profesora Esperanza Ceballos Vacas, docente adscrita al Departamento de Didáctica e Investigación Educativa especializada en la misma materia. Durante esta visita, financiada a través de las ayudas del Plan Propio de Investigación de la institución académica, la investigadora visitante ha impartido charlas en diferentes grados y másteres y ha puesto en común detalles de los trabajos que se están desarrollando en común.
Ambas investigadoras colaboran en un proyecto que desde 2006 ha recabado información de unas 1.400 familias canarias y asturianas, para comprender mejor el porqué del cese de la relación de padres y madres con los centros educativos de sus hijos al llegar la Secundaria.
“No hay una única razón. Hasta Primaria es fácil que una madre acompañe al niño hasta la puerta, pero en Secundaria los hijos demandan más autonomía”, la cual a veces es mal comprendida por las familias, que al creer que sus hijos e hijas son autosuficientes, dejan de implicarse en su realidad escolar. Además, durante la Secundaria aumenta la presión académica y muchos padres y madres se ven incapaces de implicarse tanto: “Pueden ayudar a sus hijos con la sumas, pero a lo mejor ya no pueden con los logaritmos”, explica Rodríguez Ruiz. Los centros también deben poner algo de su parte, e intentar integrar a las familias desde primero de la ESO.
La base de datos obtenida en este proyecto tiene la peculiaridad de que se ha recogido la información de los padres y las madres por separado, lo cual ha permitido obtener aspectos diferenciales respecto a otro tipo de investigaciones. De este modo se ha podido observar que interaccionan con el centro muchos más las madres que los padres y que la participación más frecuente se asocia con aspectos académicos y curriculares.
Los datos manifiestan que la valoración que hacen las familias del profesorado es muy positiva: “Eso nos parece muy interesante porque en la Secundaria muchas veces el profesorado manifiesta que no se le valora, que las familias no le respetan. Y, sin embargo, lo que estamos viendo es que no es así”, explica Rodríguez Ruiz.
Un elemento que las expertas consideran que es necesario potenciar es la conciliación de la vida familiar y la laboral, pues su falta constituye una barrera contra la participación de las familias en la vida escolar. “¿Cómo encontrar huecos para participar cuando los horarios son los mismos?”, se cuestiona la investigadora de la universidad ovetense.
Un dato que, si bien no es muy numeroso, es calificado como “alarmante” por Rodríguez Ruiz, es el de padres varones que dicen que no participar en la vida escolar porque no se sienten invitados. Y también existe otro porcentaje de familias con experiencias negativas en el centro. “Es algo habitual en Secundaria, porque cuando las familias van a los centros, muchas veces es para recibir malas noticias. Esa es otra parte que debemos cambiar desde el ámbito educativo: si solamente convocamos a los progenitores por es emotivo, provocamos que vayan nerviosos y a la defensiva”.
Metodología
Estos datos de las familias se han obtenido mediante un cuestionario amplio que recoge información sobre cinco factores: relación con el centro escolar, contactos con el profesorado, implicación en las tareas escolares de los hijos, participación de las familias en el centro escolar y apoyo y ayuda del profesorado para las familias.
En Asturias, la Consejería de Educación está colaborando con este proyecto, promoviendo acciones específicas en centros escolares para incentivar la implicación de las familias. Por su parte, en Canarias se está a la espera de los resultados obtenidos por esta política para valorar su aplicación en centros de las islas.
Ambas investigadoras recalcan que los efectos positivos generados por la mayor implicación de padres y madres en la vida escolar no son solo beneficiosos para los alumnos, sino para la familia, el profesorado y el propio centro. “La figura del profesor se ve reforzada, pues si para un determinado problema una familia pide le ayuda, nota que existe confianza en su capacidad. Es una retroalimentación que beneficia a toda la comunidad escolar”.
Para las dos investigadoras, la comunicación entre profesorado y familia es un factor que debe potenciarse, pues el desconocimiento mutuo puede generar problemas: Rodríguez Ruiz pone como ejemplo el caso de una profesora que escribía todos los días notas en la agenda de una alumna que nunca recibían respuesta por parte de la familia. La docente interpretaba que era por desinterés, hasta que averiguó que la madre era analfabeta. Es, pues, necesario adecuar los medios de comunicación a los colectivos. Por ejemplo, la experta cita que, en su comunidad, con las familias inmigrantes se están utilizando mensajes de audio, más efectivos que las comunicaciones escritas.
Otra iniciativas que se están desarrollando en Asturias, emanadas de estas investigaciones, es el desarrollo de programas de formación parental impartidos en los propios centro, implicando a familias y profesorado. Se trata, en suma, de generar espacios de comunicación comunes.