Es doctor en Sociología por la Universidad Autónoma de Madrid y ha sido profesor en Salamanca e investigador invitado en la Universidad de Wisconsin (Madison). Este experto en sistema educativo y en desigualdad social fue asesor del gobierno de Rodríguez Zapatero entre 2007 y 2011, y actualmente es profesor contratado doctor de Sociología en la Universidad de La Laguna. Colaborador habitual de medios de comunicación como El País, la versión española de Le Monde Diplomatique o la Cadena Ser, está desencantado con que los resultados que arroja la investigación no calen en el debate político, enfangado en los estereotipos de siempre. Profundo analista de los datos, José Saturnino Martínez García asegura que la desigualdad social y la mejora educativa no se solucionan con un cambio de modelo normativo; es más, muchas veces, teniéndolo todo a favor, son las propias familias las que buscan la manera de segregarse.
¿El sistema educativo español mitiga la desigualdad social de origen?
El sistema educativo reproduce las desigualdades de origen, hace poco por atenuarlas. Pero también es cierto que, visto desde una perspectiva internacional, está en el promedio o incluso en el caso de algunos indicadores por debajo de la media, concretamente en todo lo que tiene que ver con el rendimiento. Se discute mucho sobre cómo la educación concertada y privada puede estar potenciando la desigualdad social en España, pero países con menos concertada y privada que el nuestro, como es el caso de Francia, tiene un sistema educativo con más desigualdad social desde el punto de vista del rendimiento.
Lo que pasa es que las reglas del sistema son usadas por las familias para reproducir las desigualdades. Ellas se adaptan a la norma pero buscan la manera de saltársela allá donde más le convenga. Donde sí somos reproductores de desigualdad es sobre todo en fracaso escolar. En este caso, y hasta hace dos años, si no acababas la ESO no podías seguir estudiando. Era o todo o nada, aunque ahora con la LOMCE esto ya ha cambiado y veremos qué efecto produce. Pero hasta este cambio esa rigidez producía un enorme perjuicio y dejaba a mucha gente fuera del sistema. Por tanto todo depende de qué indicador analicemos. En pruebas de rendimiento como PISA estamos funcionando bien desde la perspectiva de la equidad y no nos va tan bien en nivel educativo alcanzado por los estudiantes.
¿Es justo o injusto que los progenitores elijan los centros de sus hijos?
Es que lo que sucede es al revés: son los centros los que eligen a las familias. Un centro con cierto prestigio tiene demanda, y al final a través de diferentes tácticas seleccionan a los estudiantes. Una selección muy básica se produce con la sola ubicación de los colegios concertados y un ejemplo de ello es Fuerteventura, donde creo que no hay ninguno, y es una isla que arroja una distancia con los promedios educativos nacionales muy grande. El hecho de que no haya enseñanza concertada allí ya indica algo.
Estos centros, que escolarizan al 30% de los estudiantes, se rigen por criterios públicos y no deberían cobrar por ningún concepto, cuando todos sabemos que sí cobran. Hay por tanto distintos mecanismos a los que las familias se ajustan para que esa selección de estudiantes se produzca.
¿Qué se puede hacer entonces?
La idea de trasladarlos a la pública resulta hoy inviable; tendría que haber un programa a diez años vista para poder hacerlo. Desde el punto de vista del Estado, sale más barato tenerlos en la concertada porque es un sistema menos costoso, aunque luego es verdad que las familias lo compensan por otro lado, además de que los profesores de este sistema ganan menos.
Lo que hay que hacer es tomarse más en serio la gratuidad del sistema y la no selección de alumnos, ese es el gran problema. Incluso en los países donde prácticamente toda la educación es pública, las familias acaban buscando mecanismos para segregarse entre ellas. En el caso de Inglaterra o de Francia, por ejemplo, donde la marginación viene de la mano de las hipotecas: si un colegio es bueno, en el distrito que le corresponde los precios de las viviendas se disparan. De hecho, luchar contra la segregación no es nada fácil. En los años sesenta se hicieron políticas muy agresivas para acabar con las escuelas para blancos y las escuelas para negros en EEUU. El ‘bussing’ era el sistema escogido para llevar alumnos de barrios periféricos y conflictivos a recibir clases en otros mejores, y viceversa. La idea era mezclarlos, y lo cierto es que cuarenta años después de esta experiencia la segregación es aún mayor, porque las familias lo que han hecho es irse a vivir aún más lejos para escapar a la guagua correspondiente y a las mezclas raciales por decreto.
Esto es lo más difícil de entender en las políticas educativas, porque no todo lo configura la ley, que no es sino un factor más entre otros muchos que hay que tener en cuenta. Lo cierto es que en medio siglo muchas de las políticas llevadas a cabo por multitud de países no han logrado acabar con este tipo de desigualdades educativas.
Cuando España era un país próspero llegaban inmigrantes de baja cualificación. Ahora que estamos en crisis son nuestros alumnos más brillantes los que se van fuera. ¿Estamos descapitalizando el sistema?
Este dilema es muy interesante. Muchas veces se señala que hace falta gente muy cualificada para adelantar un país, pero lo que realmente hace falta es demanda de cualificados. En la época de bonanza podríamos haber optado por traer gente cualificada, y no se hizo, y ahora que sobra mano de obra se nos va la gente preparada. Esto plantea que el problema de que la cualificación en España está muy vinculada a la estructura económica del país, y en Canarias se ve de una manera brutal. Los mejores alumnos de La Laguna se están colocando perfectamente fuera de aquí, pero no en Canarias porque no hay demanda para ese tipo de puestos. Se dice que no hay empleo cualificado porque la universidad no forma bien, y si eso fuera así, ¿por qué contratan a nuestros alumnos en el extranjero? Tenemos una estructura económica muy orientada a sectores de baja productividad, lo que ha quedado reflejado con claridad en momentos de expansión, en los que se contrataba más gente pero no más productiva.
¿Existe en Europa ese frenesí entusiasta por la enseñanza privada como se da en España?
Hasta hace poco, no. España es de los países de la UE con más porcentaje de enseñanza concertada. Esto hay que contextualizarlo en una inercia histórica de largo recorrido, porque en nuestro país, hasta los años 60, la educación secundaria impartida por del Estado era subsidiaria, ya que se encargaba la Iglesia y el Estado actuaba solo donde no llegaba la Iglesia. Es a partir de los años setenta, con la secularización del país, cuando empieza a preocuparse más por la enseñanza pública.
Las modas neoliberales han apostado fuertemente por la concertada, especialmente Estados Unidos y Suecia. En el primero de los casos es lo que se conoce como ‘charter school’, que vendría a ser escuela por contrato, y donde se da una variación de modelo muy amplia de unos estados a otros. Estos centros tratan de ser muy innovadores en distritos muy machacados socialmente. Unos tiene más vocación social y otras tienden a un perfil más comercial, buscando cheques escolares por cada alumno pobre que entra en el sistema y, en general, ofrecen un resultado muy desigual, pero con datos muy similares a los de la enseñanza pública en promedio, lo que quiere decir que las mejoras que se consiguen tienen que ver muchas veces más con la motivación de la comunidad educativa que con aspectos formales o cambios legislativos. Por tanto estos casos de éxito no pueden hacerse directamente extensibles al resto del sistema porque los demás no están tan motivados, y no funciona.
En el caso sueco ha sido además un desastre, ya que al no tener tradición de enseñanza concertada han sido las empresas de logística las que se han encargado de poner en marcha en modelo, que ha resultado un fracaso reconocido incluso en el informe PISA. Lo cierto es que las familias no miran los indicadores educativos a la hora de elegir centro, sino si tiene piscina, gimnasio o si el uniforme es bonito.
En los últimos informes se ha visto en España diferencias en rendimiento educativo entre unas comunidades autónomas y otras. ¿Es solo un problema de financiación?
No, la financiación no interviene en ello. El caso más llamativo es el País Vasco, que invierte el doble que la media nacional en alumno, y ha bajado, y le sigue Castilla y León, que invierte menos que la media, y ha subido. Tiene mucho más que ver las tasas de alfabetización que había en 1870 que con la inversión por estudiante a día de hoy. Esto señala que hay comunidades autónomas con tradiciones educativas muy fuertes, centenarias, con implicación de los estudiantes y de las familias en la institución educativa. Frente a esto está Canarias, con problemas de analfabetismo y de escolarización hasta la década de los ochenta. Lo que vemos por tanto en el PISA de hoy son las inercias educativas de los territorios.
Estos informes nos muestran que no hay una relación directa entre desigualdad económica y desigualdad educativa. Es más, en la última década ha crecido en la mayoría de los países la primera, pero no así la segunda. Con ello vemos que el sistema educativo es tremendamente compacto, que tiene mucha vida propia como para verse afectado directamente por cosas que sucedan fuera de él. De hecho hemos visto que con la crisis económica no ha aumentado el fracaso escolar, sino que ha disminuido y de hecho nunca había estado tan baja la tasa de abandono escolar.
¿El titulado universitario se ha visto más perjudicado por la crisis económica que otros sectores de la población?
No, al contrario. Si comparamos esta crisis con la de 1992, con sus diferencias, en aquella el paro llegó al mismo nivel de ahora, un 25%. Si eras mujer o joven, te ibas al paro fueras universitario o no, mientras que en esta crisis ya no hay tantas diferencias por edad o sexo. Esta es una crisis muy sectorial, en la construcción, y por eso de los tres millones de empleos que se pierden, dos son de este sector, que corresponde con personas de bajo nivel de estudios, y se trata además de un empleo no recuperable. Los universitarios jóvenes han quedado más protegidos que en crisis anteriores y se ha notado más la diferencia entre tener estudios y no tenerlos.
¿La movilidad social en España ha llegado ya a su techo? ¿Es posible todavía hoy en España cambiar de clase social?
Es un debate muy interesante. La movilidad social depende de las oportunidades. En España entre los años 70 y 90 se crearon muchas escuelas, institutos, hospitales, centros de salud… Lo que requería muchos puestos de trabajo de universitarios, y esto hizo que hubiera bastante movilidad social porque se creó todo un perfil de trabajos nuevos que no existían en España y que por tanto los hijos de la elite no daban abasto. Pero una vez que esos cambios estructurales ya se han dado, la movilidad social se ralentiza.
De hecho, cuando uno descuenta esos grandes movimientos estructurales, la movilidad social apenas se modifica porque no se están dando esos grandes cambios en la economía de tal forma que genere oportunidades de ir hacia arriba. La criba de movilidad social sigue siendo la educación, el corte está en quién acaba sus estudios y quién no. Se ve claro en la tasa de fracaso escolar: si tu familia es universitaria, el porcentaje de abandono no llega al 5%; si el entorno familiar no tiene estudios, sube al 40%. Una vez finalizado los estudios universitarios, el origen social queda ya bastante difuminado, aunque en algunas profesiones se hace notar.
¿Cuántas posibilidades de éxito tiene el hijo de un directivo y cuántas el hijo de un obrero?
Para llegar a la universidad, por ejemplo, el hijo del directivo tiene un 70% de posibilidades de finalizar sus estudios, mientras que el hijo del obrero, un 20%. Estos porcentajes se mantienen similares también en otros países, porque hay mucha inercia social. De hecho, en España se han abierto centros universitarios en muchas ciudades, se ha triplicado el número de becas, hay un marco legislativo favorecedor….Y sin embargo no se nota un gran cambio social, porque cuentan mucho las estrategias familiares. En última instancia, el problema no es adonde lleguen los individuos, porque es igualmente válido ser ingeniero que mecánico. El problema es si el segundo tiene una vida tan digna como el primero y si tiene igual apoyo social, reconocimiento profesional y mismo acceso a recursos y servicios.