El Programa de intercambio interuniversitario Erasmus (acrónimo de European Region Action Scheme for the Mobility of University Students) es, sin duda la iniciativa con más éxito de todas las que se han puesto en marcha en la Unión Europea. Gracias a ella, una generación de universitarios ha podido estudiar en centros de otros estados, amparada por un marco legal y administrativo que facilita la homologación automática de los créditos cursados.
En la actualidad, el programa Erasmus + (tal es la denominación actual) está plenamente normalizado e integrado en la vida cotidiana de la comunidad universitaria. Lejos quedan los primeros años de incertidumbre, en los que todo el armazón administrativo que sustentaba el intercambio estaba aún a medio desarrollar, de tal modo que solicitarlo, en ocasiones, podía suponer toda una aventura.
Contar con una estancia internacional de este tipo en el currículo académico supone un valor añadido y, de hecho, las empresas e instituciones en sus procesos selectivos de personal valoran muy positivamente a aquellos candidatos que han sido Erasmus.
Como recuerda la propia UE en la página web que ha diseñado para conmemorar estas tres décadas de programa, el Erasmus ha movilizado en este tiempo a más de 9 millones de personas. El aniversario coincide, además, con la conmemoración de otro hito de la historia de las instituciones europeas: los 60 años del Tratado de Roma. Ambos hechos se caracterizan por el objetivo común de intentar favorecer una mayor unidad de la ciudadanía europea.
El programa surgió tras un periodo de intercambios piloto de estudiantes entre 1981 y 1986 y se adoptó oficialmente el 17 de junio de 1987. En su primer curso de funcionamiento ya participaron 11 países: Alemania, Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, los Países Bajos, Portugal y el Reino Unido, con una movilidad de 3.244 estudiantes.
Resulta especialmente relevante la presencia española desde ese primer momento, pues conviene recordar que su incorporación a la entonces Comunidad Económica Europea se había producido muy recientemente, con la firma del Tratado de Adhesión el 12 de junio de 1985 en Madrid y la integración efectiva el 1 de enero de 1986.
La ULL, pionera
La Universidad de La Laguna fue de las primeras instituciones de educación superior españolas que se sumó a los intercambios desde el curso 1987-88. El entonces rector José Carlos Alberto recuerda que, cuando el Ministerio de Educación presentó el proyecto a las universidades, le pareció de sumo interés desde el primer momento y no dudó en apoyarlo inmediatamente, encomendándole su puesta en marcha y gestión a la entonces vicerrectora de Investigación y luego rectora, Mª Luisa Tejedor.
El primer envío de estudiantes de la ULL al exterior se produjo en el curso 1987/88, e incluyó a tres departamentos (Bellas Artes, Biología Animal y Astrofísica) que movieron a un total de 13 alumnos en tres programas.
A partir de ese momento, se fueron sumando año a año más departamentos para participar en más programas de intercambio, hasta el punto de que algunos departamentos, como Astrofísica y Psicología, llegarían a implicarse en más de un programa en un curso. Así, esos primeros años participaron, además de los ya citados, Edafología, Medicina, Estadística, Economía, Empresariales, las filologías francesa e inglesa, Ciencias Agrarias, Física y algunos departamentos del área de Derecho.
El curso 1990-91 fue destacable porque comenzaron a darse intercambios de todo un curso de duración y, además, se pusieron en marcha algunos programas complementarios, como el LINGUA, sobre competencias idiomáticas, y el TEMPUS, que abrió los intercambios a países del este que aún no eran formalmente miembros de la UE. Otro curso relevante fue el 1992-93, pues superó el centenar de estudiantes salientes, con un total de 103.
Tejedor recuerda que en esos primeros años hubo las dificultades propias de poner en marcha un programa del cual no existían precedentes, pero que se suplieron con ilusión, trabajo y la convicción de que se trataba de una iniciativa relevante. “Y el tiempo nos ha dado la razón”.
Primeras movilidades
Antonio Sierra, profesor ya jubilado que fue decano de la Facultad de Medicina y coordinador Erasmus ente 1992 y 2007, recuerda lo útil que resultaba el hecho de, precisamente, no tener que convalidar los estudios realizados por los estudiantes que habían estado fuera. “Se examinaban en otras universidades, pero era yo quien firmaba sus actas”.
Sierra también recuerda que el ECTS, unidad de crédito en la actualidad es la básica como cómputo del rendimiento académico en todos los estudios de grado de la UE tras la configuración del Espacio Europeo de Educación Superior, se ensayó inicialmente en el ámbito del programa Erasmus, especialmente en titulaciones con currículos muy homogéneos entre todos los países, como era el caso de Medicina.
Pero también suponía “una carga de trabajo brutal”, puesto que, en la práctica, había que diseñar un itinerario académico personalizado para cada estudiante. “Teníamos a mano los planes de estudio de todas las universidades con las que colaborábamos y analizábamos el currículo de cada estudiante para indicarle de qué tenía que matricularse”.
Otra coordinadora de aquella primera época fue Justine Tally, también jubilada y directora a finales de los años 80 del entonces Departamento de Filología Moderna. Al igual que Sierra, durante su formación había realizado estancias en el extranjero que supusieron un “despertar intelectual” en toda regla. “Yo quería brindar esta oportunidad a los alumnos que tenía a mi cargo en la ULL. Sigo creyendo mucho en la posibilidad de ensanchar los horizontes, tanto más importante para los estudiantes canarios.”
La filóloga explica que, al no contar al inicio con una Oficina de Relaciones Internacionales, la carga de trabajo para atender al alumnado tanto saliente como entrante era grande, y más careciendo de correo electrónico: todo era a base de fax, teléfono y alguna reunión ocasional. “Aún más difícil fue convencer a los colegas de otros departamentos que deberían aceptar las evaluaciones proporcionadas por otras universidades. Y, al principio, algunos profesores en el extranjero no estaban muy de acuerdo con aceptar las evaluaciones de la ULL. Poco a poco se hizo todo más normal y más ‘aceptable’ para todos los implicados”.
Los años del fax
A mediados de los años 90 la ULL abrió su Oficina de Relaciones Intenrscionales (ORI). Dolores Marrero estuvo vinculada a esta organización administrativa entre 1995 y 2003, en la que entró a trabajar como jefa de Negociado de Programas Comunitarios, una plaza de reciente creación que contaba únicamente con el apoyo de Gregoria García como colaboradora, mientras que Marcelino Santana se encargaba de los programas extracomunitarios. Era, además, una plaza muy particular, pues exigía conocimientos de idiomas para poder presentarse a ella.
Marrero cita esa época como “los años del fax”, puesto que esa era la principal herramienta tecnológica con la que contaba la ORI para poder tramitar internacionalmente toda la documentación que precisaban los contratos de intercambio con las universidades europeas.
Recuerda que fue un periodo con mucha burocracia, en la que todo dependía directamente de Bruselas y, en general, había que crear desde cero todos los protocolos y documentos que luego serían habituales en la gestión del programa Erasmus. Destaca, en este punto, la colaboración del Gabinete de Análisis y Planificación, y en especial la labor de Mª Jesús Navarro, en el diseño de los modelos de contrato de estudio, uno de los documentos más importantes del programa.
Otro reto era darse a conocer, visualizar a la ULL en el exterior. Actualmente, Internet facilita desde una videoconferencia hasta la creación de páginas web sobre las universidades, que permiten al alumnado informarse sobre las instituciones que podrían visitar durante su intercambio. Pero hace dos décadas, estos medios estaban en un estadio muy embrionario y ni siquiera el correo electrónico era de uso común. Por ello, la ORI debía promocionar internacionalmente la oferta de la ULL con medios tradicionales y no pocos viajes a otras universidades y ferias educativas cargando con guías, impresos y pósteres.
En los primeros años del programa, Marrero recuerda que había mucha desconfianza entra las universidades participantes, pero también internamente: el profesorado seguía manteniendo ciertas reticencias a reconocer los estudios cursados por su alumnado en el extranjero. Con el tiempo, esas suspicacias fueron venciéndose y, en ese sentido, cita la creación del crédito ECTS, que se produjo durante sus años destinada a la oficina, como un gran avance para facilitar la homologación curricular.
Poco a poco la ORI fue creciendo, dotándose con una Jefatura de Sección, más personal y la eventual presencia de becarios de apoyo. También fue en estos años cuando se institucionalizó la jornada de bienvenida al alumnado entrante, conocida como Welcome Day.
Otro testimonio de ese periodo es el de la profesora del Departamento de Enfermería Sara Darias-Curvo, que fue coordinadora de su centro entre 1994 y 2004. “Me involucré porque siempre me gustó relacionarme con alumnos de otras universidades y que nuestros alumnos pudieran tener esa experiencia que yo no tuve cuando estudié”.
La labor de coordinación, consistía en contactar con otras instituciones. “La cultura de viajar fuera ha ido evolucionando, pero hay que tener en cuenta que en los 90 era caro y no estaban claras las convalidaciones. Tanto era así que cuando un alumno salía fuera, al regresar a la mayoría le obligaban a cursar otra vez las asignaturas. El profesorado no entendía la filosofía del programa”.
En cuanto a su faceta como coordinadora de movilidad responsable de estudiantes internacionales entrantes, resultaba compleja porque, en el caso concreto de Enfermería y Fisioterapia, el alumnado debía rotar por diferentes instituciones sanitarias y hacer prácticas con pacientes reales. Y también se daban situaciones divertidas: “Recuerdo la anécdota de darle mi teléfono móvil a una alumna sueca y, un día, me llamó de madrugada porque estaba aburrida y me preguntaba que dónde podía ir”.
Consolidación en el siglo XXI
Poco a poco, la gestión del programa Erasmus fue fortaleciéndose institucionalmente en el seno de la ULL, que ha pasado de depender directamente del Rectorado a hacerlo del Vicerrectorado de Investigación y, finalmente, recalar en un vicerrectorado específicamente dedicado a las relaciones internacionales. Así, las cifras de participación han aumentado considerablemente y en la actualidad la ULL cuenta con unas cifras estables de visitantes de en torno a los 400-500 anuales.
El propio programa ha evolucionado en el seno de la UE. Inicialmente, había muchos programas asociados al intercambio interuniversitario, cada uno de los cuales se centraba en una sola temática. En 2014 todos se fusionaron en el vigente Erasmus+, de tal modo que bajo un mismo paraguas ahora se acogen todas las iniciativas sobre educación, formación, juventud y deporte (Erasmus, Leonardo da Vinci, Comenius, Grundtvig, Jean Monnet, Erasmus Mundus, Alfa, Edulink, Juventud en Acción y Deporte).
También ha variado la cuantía y formato de asignación de las ayudas económicas concedidas por la UE al alumnado del programa. Actualmente, la situación ha mejorado gracias a las ayudas adicionales concedidas por entidades como el Cabildo Insular de Tenerife o la Fundación Mapfre Guanarteme.
También conviene tener presente que, en su desarrollo, el programa ha diversificado sus públicos destinatarios: el más célebre es el destinado al alumnado de grado, pero también existen intercambios de alumnado para prácticas en empresas y para colectivos como el personal de administración y servicios y el profesorado, además de que existen proyectos de investigación interuniversitarios amparados bajo el Erasmus +.
José Manuel Erbez, jefe de Sección de Ciencias y Técnicas del Servicio de Biblioteca de la ULL, ha estado muchos años involucrado en la organización del Welcome Day institucional impartiendo una charla sobre las prestaciones que ofrece su servicio al alumnado internacional entrante. Además, el suyo es un ejemplo de la movilidad del personal de administración y servicios, pues ya realizó una semana de estancia en la Universidad Pedagógica de Cracovia (Polonia) y se prepara para realizar a finales de 2017 otro en la Universidad de Liubliana (Eslovenia). En ambos casos, ha elegido la modalidad de intercambio que le sitúa en un entorno de trabajo real y es guiado por sus homólogos extranjeros en las labores del día a día.
En su opinión, estas salidas son muy recomendables porque “abren la perspectiva” al favorecer el conocimiento de otros modos de trabajo, otras maneras de organización interna y, en general, cómo hacer las cosas de una manera diferente. Adicionalmente, aparte del aprovechamiento profesional de la estancia, desde un punto de vista eminentemente turístico, permite conocer el país visitado de forma diferente al del viajero común y más apegado a la realidad cotidiana de sus habitantes.
En cuanto a los bibliotecarios foráneos que han visitado la ULL, Erbez comenta el dato curioso de que, por alguna razón, los polacos parecen especialmente atraídos por el centro tinerfeño, pues desde 2011, se han recibido once visitas de las cuales la gran mayoría han procedido del país báltico. “A todos les sorprende el Campus de Guajara en general, así como la cantidad de fondos y recursos electrónicos de lo que dispone la ULL”, comenta.
Otra modalidad de intercambio del personal de administración y servicios consiste en la participación en las denominadas International Staff Training Weeks, consistentes en una semana de actividades programadas, generalmente seminarios y talleres que acoge una universidad de la UE y recibe la visita de trabajadores de otras instituciones. La ORI de la Universidad de La Laguna ya acogió en 2014 una de estas semanas y en noviembre de 2017 será anfitriona de una nueva edición (https://eventos.ull.es/12417/detail/international-staff-training-week.html).
El futuro
Tras 30 años de actividad, el programa Erasmus es un éxito indiscutible y, sobre todo, un marco administrativo con muchas posibilidades de cara la futuro. Como señala la vicerrectora de Internacionalización, Carmen Rubio, una de las claves de su éxito es el reconocimiento automático de los créditos cursados en el extranjero (Erasmus+ credit mobility) y la existencia del certificado Europass.
La vicerrectora apunta varios retos futuros para la ULL, como mejorar la tasa de movilidad saliente tanto en la modalidad Erasmus+ estudios como en la Erasmus+ prácticas. «Para ello debemos incorporar convenios con instituciones de educación superior con oferta docente en inglés, principalmente universidades del Norte y Este de Europa, y promover las competencias lingüísticas de nuestros alumnos en la fase pre-Erasmus+. Posiblemente, tengamos muchos convenios (503) y debamos iniciar un proceso de análisis y evaluación para concentrarnos en aquellos estratégicos para nuestra institución».
Otro objetivo es modernizar la gestión de los programas de movilidad con una gestión on line que facilite el trabajo al personal de la institución y al los coordinadores de movilidad internacional. Rubio también apunta la posibilidad de utilizar en Plan de Orientación y Acción Tutorial (POAT) de los centros como «nicho motivacional para el fomento del Erasmus+ entre los estudiantes».
Y, dada la situación internacional en los últimos tiempos, la institución también ha tendido que redoblar esfuerzos en el ámbito de la seguridad, por lo que el vicerrectorado ha desarrollado un protocolo de actuación para situaciones de emergencia y terrorismo.
Todo ello para mejorar la experiencia de los estudiantes internacionales y cumplir con sus expectativas. «Recibir estudiantes Erasmus+ contribuye a la internacionalización de la institución, al tiempo que fomenta las competencias interculturales de nuestros estudiantes. La ULL está comprometida con la internacionalización de los currículos de sus miembros, ya sean estudiantes, PAS o PDI. Y Erasmus+ es una buena herramienta para fomentarla».
La vicerrectora señala que en los últimos tiempos se ha apostado por el Erasmus+ prácticas para que el programa no sólo beneficie a los estudiantes de grado, sino también a los de master y doctorado. Otra vía de desarrollo alternativo ha sido la apertura al espacio extracomunitario. «Ya tenemos activos programas de movilidad con socios africanos y el futuro nos permitirá tener Erasmus+ con socios americanos y de otras zonas geográficas».
Pero lo más importante de todo es que, por encima de dificultades y precauciones, el Erasmus + es un programa que seguirá siendo capital para le desarrollo de la identidad europea a través de la formación superior, por lo que la institución mantendrá todos sus esfuerzos para potenciarlo.