Matemáticos de reconocida trayectoria como Luis Balbuena, Claudi Alsina, Antonio Pérez, Raúl Ibáñez, Marta Macho, Clara Grima o Santi G. Cremades han suscrito ya el reciente manifiesto de la red DiMa que pretende ensalzar el valor de la divulgación de esta disciplina, de tal forma que se tenga en cuenta institucionalmente y no dependa de voluntarismos individuales. El texto, que en la Universidad de La Laguna hay ha sido firmado por varios docentes, reza así:
“Hoy más que nunca es preciso establecer un nuevo consenso sobre el papel de las matemáticas en el mundo actual como frontera de la investigación científica, como motor de impulso de las tecnologías y como parte fundamental de la cultura de la humanidad. De hecho, nunca ha sido mayor la necesidad de entender y ser capaz de usar matemáticas en la vida cotidiana y en el trabajo. Las matemáticas y la ciencia en general están cada vez más próximas a las mejoras de nuestra calidad de vida.
La divulgación de las matemáticas es una necesidad y una demanda social que debe ser fomentada y reconocida, no solo por el conjunto de las personas de nuestro país interesadas en el tema, sino además por las instituciones públicas, los medios de comunicación y la sociedad en general.
En la Declaración de los Derechos Humanos (1948, Artículo 27) ya se reconoce el derecho de toda persona a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten. Para lograrlo es preciso que la sociedad tenga un conocimiento del avance científico. Más aún, los países firmantes del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (ICESCR, 1966, Artículo 15), entre los que se encuentra España, se comprometieron a dar los pasos necesarios para el total cumplimiento de este derecho, que deben incluir los que lleven a la conservación, desarrollo y difusión de la ciencia y la cultura.
Todo ello originó que, en 2011, cuando se aprobó la Ley 14/2011 de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (BOE, núm. 131, de 2 de junio de 2011), se incorporara un conjunto de medidas de carácter novedoso que perseguían situar a la legislación española en materia de ciencia y tecnología e innovación en la vanguardia internacional. Entre estas medidas para una «Ciencia del siglo XXI» destacan el compromiso con la difusión universal del conocimiento científico.
Esta ley reconoce las actividades de divulgación y de cultura científica y tecnológica como consustanciales a la carrera investigadora para mejorar la comprensión y la percepción social sobre cuestiones científicas y tecnológicas y la sensibilidad hacia la innovación, así como para promover una mayor participación ciudadana en este ámbito.
El caso de la divulgación de las matemáticas merece unas consideraciones especiales. La dificultad que manifiesta gran parte de la sociedad en el aprendizaje de las matemáticas, muchas veces motivada por el lenguaje matemático que usamos o por una enseñanza demasiado abstracta y alejada de la realidad cotidiana, origina un cierto rechazo inicial que debemos romper para alcanzar un nivel de aceptación e interés social similar al de otras ciencias.
También la propia comunidad matemática ha sido más reticente a abrir su disciplina al público, quizás por temor a que no fuese entendida ni apreciada. Sean cuales fueran los motivos, lo cierto es que el despertar de la divulgación en la comunidad matemática ha sido más tardío que en otras disciplinas científicas. El 6 de mayo de 1992, en la Declaración de Río de Janeiro, se señaló la “necesidad de fomentar la imagen de esta ciencia con una comunicación y divulgación de calidad” como uno de los grandes objetivos del Año Mundial de las Matemáticas del año 2000 (AMM2000).
El AMM2000 fue una espléndida ocasión para impulsar la divulgación matemática en España de una manera sistemática e institucional, y no de forma esporádica e individual, como se había estado haciendo hasta entonces. En ese momento se tomó conciencia de la necesidad de interesar a un público general por las matemáticas, y de que el reconocimiento social de esta ciencia precisa de un esfuerzo que debe estar en nuestras prioridades académicas y científicas.
Casi veinte años después de ese hito, la actividad en divulgación de las matemáticas ha aumentado de forma significativa en España: conferencias, talleres, exposiciones, artículos en prensa generalista, publicaciones específicas de matemáticas, libros de divulgación, blogs, programas de televisión y radio… tratan, en diversos puntos del país, de difundir la matemática y la pasión por esta disciplina. Parece que, después de años siendo “el patito feo” de las ciencias, hoy en día las matemáticas están de moda, y el interés que generan no deja de crecer.
El trabajo en común con los medios de comunicación es, además, un elemento fundamental para garantizar una eficiente y certera canalización de la información. Es por ello que consideramos que este es el momento preciso para que se produzca un cambio cualitativo en la divulgación de las matemáticas en nuestro país. Debemos dejar de verla como una actividad basada en el voluntarismo personal y las iniciativas individuales de personas entusiastas y propiciar que se establezcan sinergias para compartir objetivos, experiencias, materiales, aprendizajes y reflexiones sobre la comunicación de esta ciencia que involucren a la comunidad matemática en su conjunto, con apoyo de las instituciones.
Para ello es imprescindible tejer una red que permita desarrollar actividades formativas en torno a la divulgación de las matemáticas e incorporar a las nuevas generaciones en este esfuerzo. Estos son los principales objetivos de la incipiente red específica de divulgadores y divulgadoras de las matemáticas DiMa, que se ha constituido recientemente, en mayo de 2018.
Para lograr que esas intenciones se conviertan en realidades, un primer paso es poner en valor las actividades de divulgación, haciendo ver a los organismos públicos la consideración que debe tener la divulgación en los currículos de los/as investigadores/as y docentes, tanto para los sistemas de acreditación docente como en las convocatorias públicas (proyectos, becas, oposiciones). Además, es necesaria una implicación efectiva de las instituciones académicas y de investigación en las actividades de divulgación, no de forma puntual y anecdótica, sino de manera regulada y estable. Es también responsabilidad de estos organismos facilitar este tipo de estructuras en red que optimicen recursos y esfuerzos”.