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Nueva vida para los residuos orgánicos

lunes 09 de julio de 2018 - 09:05 GMT+0000

El Programa Agustín de Betancourt es una convocatoria del Cabildo de Tenerife gracias a la cual varios investigadores y tecnólogos han sido contratados en la Universidad de La Laguna y otros centros públicos de investigación locales con el objetivo de poner en marcha proyectos de trasferencia. Es decir, que faciliten la relación entre la ciencia académica y el tejido productivo y, de este modo, empresas regionales se puedan beneficiar de la investigación desarrollada en las entidades asociadas al programa.

Juan Luis Ramos Suárez es uno de estos investigadores contratados, que actualmente está desarrollando un proyecto en la Sección de Ingeniería Agraria de la Escuela Politécnica Superior de Ingeniería. Su objetivo es desarrollar una instalación asequible para las explotaciones agrícolas y ganaderas de Canarias que permita, por un lado, extraer biogás a partir de sus residuos, el cual podría utilizarse para el autoabastecimiento eléctrico de las empresas y, por otro, reconvertir en fertilizante el material sobrante tras el proceso, ya que de la planta se extrae una materia orgánica estabilizada que tiene mucho valor para aprovecharlo en agricultura.

El investigador explica que existen algunos problemas con los residuos de ganadería en Canarias, que están dando lugar a contaminación, tanto atmosférica por emisiones de gases de efecto invernadero, como del suelo, subsuelo y acuíferos, porque los residuos depositados durante mucho tiempo sobre el terreno van lixiviando los nutrientes y acaban contaminando todo alrededor.

Por ello, las ventajas del proyecto son múltiples: soluciona el problema de la gestión de residuos, que en algunos casos, como es el de la ganadería porcina, es especialmente acuciante. Y, además, favorece el desarrollo de energías renovables, pues el biogás puede facilitar a las granjas la electricidad que necesitan, sin necesidad de recurrir al tendido eléctrico tradicional. De este modo, se favorece el autoabastecimiento energético.

Foto: Emeterio Suárez (CC BY 3.0)

Biogás a partir de residuos

Ramos Suárez es natural de Gran Canaria y estudió Ingeniería Agrónoma en la Universidad Politécnica de Madrid y un máster en Energías Renovables en Alemania. Explica que este tipo de trabajo es, en cierta medida, una evolución del que desarrolló para su tesis doctoral, que consistió en un proyecto con microalgas para biorefinerías, aprovechando sus residuos en la producción de biogás. “A las microalgas se les está dando mucha importancia para producir tanto producto con mucho valor añadido como para producir biodiesel. Siempre queda un residuo y la idea era aprovecharlo para producir más energía en forma de biogás y, además, reciclar los nutrientes para cultivar las microalgas”.

Ahora, de lo que se trataría es de utilizar como fuente los residuos de la ganadería y la agricultura, y se estudia incluso la posibilidad de investigar soluciones que permitan aprovechar también los restos procedentes de mataderos, que tiene sus propias peculiaridades.

Al ser un proyecto de transferencia de investigación a la sociedad, es necesario coordinar los esfuerzos de agentes diferentes. Ese es, precisamente, el papel de Ramos Suárez como supervisor de este proyecto. Por un lado, está en contacto con un equipo de investigación del Departamento de Ingeniería Agraria, Náutica, Civil y Marítima liderado por el profesor Axel Ritter y en el que también participan los investigadores Javier Mata y Ángeles Camacho. Y, por otro, colabora estrechamente con la empresa Imcom Livestock SL en el desarrollo de las plantas utilizadas para la gestión y reaprovechamiento de estos residuos.

El funcionamiento de esta planta, también conocida como “digestor”, es sencillo: para empezar, hay que seleccionar bien los residuos empleados, pues deben ser de origen orgánico y fácilmente biodegradables: excrementos, vísceras, restos del animal, pero no los huesos –salvo que se trituren muy finamente- y además residuos agrícolas, como restos de plataneras, de tomateras, paja, etc.

Estos residuos se introducen en una primera balsa donde se mezclan, homogenizan y trituran y de ahí pasan al digestor propiamente dicho, que, simplificando, es un recipiente grande y cerrado herméticamente, porque no puede haber presencia de oxígeno al ser un proceso totalmente anaeróbico. Ahí se van introduciendo cada día los residuos que se produzcan, se degradan gracias a un conjunto de microorganismos concretos, se produce el biogás, la materia orgánica se estabiliza y sale del en forma de fertilizante.

El biogás generado se puede utilizar directamente en una caldera o en un generador eléctrico, depende del uso que le quiera dar la empresa pero, en todo caso, con ello podría lograr su autoabastecimiento energético. Se trata, pues, de una tecnología que evita las emisiones de efecto invernadero y las aprovecha para producir energías renovables.

“Así”, explica el investigador, “cambias el concepto del ganadero con respecto a sus residuos, haces que empiece a gestionarlos adecuadamente y baja la contaminación del suelo y del agua. El volumen de residuo se reduce en un 10%, pero lo que sale del digestor ya no huele, no atrae a los insectos, tiene un valor nutritivo mayor que el estiércol o el purín y es más manejable por el agricultor”.

Plantas piloto

Foto: Emeterio Suárez (CC BY 3.0)

La tecnología de las plantas en sí no es especialmente novedosa y ya está bastante avanzada tecnológicamente. “Hay innovación, pero realmente lo más importante ya está hecho. La idea del proyecto es desarrollar la industria aquí. Y para ello, hemos estado contactando con ganaderos para explicarles la tecnología y buscar la forma de aplicar el conocimiento y adaptarla al contexto canario”, detalla Ramos.

En estos momentos el proyecto, que entra en su segundo año, está en un momento crítico: la puesta en marcha de plantas piloto que puedan visitar los ganaderos para que así comprendan mejor su utilidad y decidan apostar por ellas. “Por ahora la relación con el sector está siendo buena. Les interesa y todos ellos tienen bastantes problemas con los residuos. Pero hay desconfianza cuando te proponen una tecnología y todavía no se sabe si funciona o no. Están en esa fase de convencimiento de que esto funciona y realmente es positivo para ellos. Por eso es importante que la planta piloto salga bien para que los ganaderos se animen a invertir. La idea es hacer tres pequeñas, una en La Palma, otra en Tenerife y otra en Gran Canaria”.

Por tanto, la dificultad de proyecto no es tanto tecnológica, sino por la componenda de transferencia que conlleva, enseñar la tecnología y animar a invertirla en ella. La idea es que cada empresa explotadora tenga su propia planta de biogás, en lugar de apostar por una gran planta centralizada, porque ello supondría poner de acuerdo a varios productores para hacer la inversión o lograr que un ente público se encargue de financiarlas. “Y esa tampoco es nuestra idea, porque al final, es un coste para la sociedad que, realmente, creemos que debería asumir el productor de los residuos, realizando una inversión que puede rentabilizar gracias al autoabastecimiento energético”.

Es complicado establecer el precio medio de cada planta, puesto que dependerá en gran medida del tamaño de la explotación y el uso que se le quera dar, aunque la empresa está trabajando en un modelo modular y escalable que ayudaría a ahorrar costes y que no requiere obra civil, lo cual agiliza su instalación.

En todo caso, el investigador recalca que tendría unos costes asumibles para el productor y, además, recuerda que quienes las instalen podrían optar hasta por dos tipos de ayudas públicas: las del Gobierno de Canarias, por medio de la Dirección General de Ganadería, para mejorar las instalaciones ganaderas, y las de la Consejería de Industria para productores de energías renovables. “Podría complementar las dos ayudas y les sería muy económico”.

Expansión del proyecto

Ramos también pone énfasis en el potencial que posee el biofertilizante extraído del proceso, que en Canarias no se ha utilizado todavía pero en Europa sí, con buenos resultados. “Aquí tenemos situaciones especiales, porque las ganaderías son pequeñas y los campos agrícolas son minifundios o, incluso, microfundios. La producción de biofertilizante da bastante cantidad y eso, en el norte de Europa, no importa porque tiene grandes extensiones de terreno y lo puede esparcir sin problemas desde grandes tractores. Pero aquí es muy complicado, por lo que habría que saber comercializarlo bien dentro de cada isla”.

Además del trabajo con la empresa, el proyecto abre otras posibilidades. Así, con el equipo de la Universidad de La Laguna, en colaboración con el Gobierno de Canarias, se están estudiando diferentes combinaciones de residuos para que las ganaderías puedan aprovechar mejor los recursos. También están en proceso de solicitar un proyecto de investigación europeo centrado específicamente en los residuos de matadero y su autoconsumo energético, pues son instalaciones que tienen muchas necesidades de calor.

Otra vía de desarrollo del proyecto remitiría a la experiencia previa de Ramos con las microalgas. “Podría aplicarse en la industria agroalimentaria, utilizar el digestato -que es el fertilizante que sale del proceso- para cultivar microalgas que se puedan utilizar para la producción de productos farmacéuticos, por ejemplo, o biodiesel”.

En todo caso, para el investigador del programa Agustín de Betancourt, este proyecto resulta muy atrayente porque toca muchas disciplinas: biología microbiología, química, ingeniería, medio ambiente y, por supuesto, agricultura y ganadería. “Es una tecnología que promueve la economía circular y que toca diferentes ramas”.

(Proyecto financiado por: Cabildo de Tenerife, Tenerife 2030, FDCAN, MEDI)

Gabinete de Comunicación

 


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