La Universidad de La Laguna celebró a mediados de mayo un congreso internacional sobre la herencia cultural que aportan los archivos familiares en el contexto de las islas de la Macaronesia. Esa cita científica contó con un ponente de excepción, Joseph Morsel, experto medievalista francés, profesor de la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne, que planteó una revisión del papel de la archivística y de la propia forma de entender la historia, “que es lo que hace el historiador, y no el pasado”, dijo.
El medievalista señaló que los historiadores han cambiado la forma de trabajar sobre la documentación escrita desde el mismo momento en que abandonaron la idea de que el documento escrito se reduce simplemente a los contenidos. “A partir de que se constituye la ciencia histórica y hasta el siglo XX, se había reducido exclusivamente el sentido de los documentos al texto”, explica. “Es a finales del siglo pasado cuando hemos empezado a darnos cuenta de que el sentido del documento va más allá y es un objeto no solo para ser leído sino para ser mostrado”.
De esta manera, ya en una segunda etapa, “hemos comenzado a interesarnos por la manera en que han sido fabricados y así se ha llegado una tercera etapa, ya en el siglo XXI, cuando observamos que el documento no solo ha sido producido y utilizado, sino que ha sido también transmitido. Esto supone una readaptación de la historia de la archivística”.
Morsel es un reputado investigador especializado en la Alemania de finales de la Edad Media, aunque también ha abordado la Francia en la Edad Media central y las condiciones de trabajo de los historiadores medievalistas. Una de sus líneas de investigación más prolíficas tiene que ver con la dominación social en el Occidente medieval, donde ha estudiado el papel de la aristocracia medieval, las comunidades de habitantes y el concepto espacio temporal de esa época. Desde esta perspectiva, Morsel se ha detenido en un aspecto realmente interesante: la sociedad medieval como un sistema de dominación en el que el engranaje central es, precisamente, la reproducción sistemática de ese sometimiento. Así, la dimensión histórica se adentra en considerar cómo esta reproducción se amplió más allá del parentesco, se volvió rutinaria, más allá incluso de las intenciones y voluntades personales, y se internalizó de una forma que superó cualquier confrontación dominante.
Arqueología documental
“Hoy sabemos que los expertos en archivística no solo conservan un documento y lo ponen a disposición del historiador, sino que en el proceso hay muchos estadios intermedios que afectan al propio documento. En esta fase, la reintegración progresiva de todos esos intermediarios supone una suerte de arqueología documental”, arguye Morsel, que se corresponde a una transformación progresiva de la propia filosofía de la historia, que ya no debe ser teleológica con el objeto de conocer su más a fondo sus verdaderas causas.
El medievalista es también un profundo conocedor de la cultura medieval de la escritura y, en general, de todas las técnicas de formalización de lo social, desde el lenguaje hasta los objetos escritos y las series iconográficas medievales (tumbas, sellos, anunciaciones), y sin olvidar los procedimientos de conservación y archivo. En este contexto, se cuestiona las técnicas de reproducción de objetos medievales escritos y especialmente la relación entre las técnicas y el sistema de representaciones sociales.
“En Francia hay muy pocos archivos privados porque el Estado ha asumido todo ese legado, frente al resto de países europeos. Yo he trabajado mucho en Alemania, y la cantidad de archivos privados o familiares es enorme”, prosigue el investigador.
Tenemos la tendencia a pensar en la historia de la archivística basada sobre todo en documentos públicos, cuando en opinión del invitado de la Universidad de La Laguna “hace falta incorporar muchos otros documentos que fueron creados antes y que se encuentran en manos privadas”. Para él, lo que da valor a un documento no es solo la intervención de su autor en su creación, sino todos los agentes que actúan en medio hasta que ese documento se hace público. “Es lo que hoy llamamos la co-construcción de los archivos por los archiveros”.
La condición de territorios insulares sobre la configuración de esos documentos no parece ser, a juicio del experto, un elemento esencial. Es más importante su relación con la metrópoli, ya que se trata en muchas ocasiones de lugares que fueron colonizados, y esta situación geopolítica resulta ser mucho más definitoria.
De hecho, dos de los principales investigadores organizadores del congreso, Lurdes Rosa, de la Universidad Nova de Lisboa, y Juan Ramón Núñez Pestano, historiador de la Universidad de La Laguna, nos explicaron que la historia de las islas macaronésicas, especialmente en Azores y Madeira, ha estado mediatizada por las familias que las colonizaron y que se dividían el poder y el territorio. “Es un proceso protagonizado por agentes particulares controlado por la Corona. Y esa es la razón por la que en Madeira y Azores hay tantos archivos de mayorazgos, que eran unas instituciones familiares que producían archivos que debían salvaguardarse”.
Estos investigadores apuntan que los archivos familiares son creados a partir de la documentación que los descendientes recopilan de sus antepasados, quienes van seleccionando los documentos que deben constituir la memoria de la familia. “Construyen la imagen que quieren dar de sí mismos. Son archivos mucho más variados en sus contenidos: tienen desde aspectos de la vida cotidiana, vivencias de género, hasta cuestiones de cultura material. Buena parte de la historia de la literatura no se podría reconstruir sin los archivos de familia”.
Morsel abunda en la misma idea: en la construcción del archivo familiar, lo que se conserva suelen ser documentos que demuestran la continuidad del ejercicio del derecho, pero no de tipo dinástico como ocurre con la documentación medieval, que era la lógica de esa sociedad. “En la época medieval estos documentos servían para demostrar la dominación sobre las personas, con documentos que mantienen la estabilidad del poder frente a otros detentadores del poder, y no necesitaban dejar constancia de la dominación que tienen frente a los que están debajo, porque de hecho ya estaban dominados”. Hablamos ahora de documentos que permiten continuar con el legado patrimonial, documentos familiares, de sucesión, matrimoniales, etc.
Historia a trozos
El experto considera que por el momento tenemos explicaciones incompletas sobre lo sucedido en el Antiguo Régimen, y que los propios historiadores no tienen a su alcance todos los elementos para explicar la transformación de esa sociedad. Añade además que la sociedad europea constituye un sistema espacial en el que la lógica de las periferias y las centralidades tiene una enorme importancia. “Hay cosas que solo son posibles en la periferia, y no en el centro, no se puede explicar esa sociedad europea sin tener en cuenta la lógica espacial del momento”.
La historia debe explicar cómo se produce la transformación de las sociedades, y esto no puede hacerse si uno solo estudia una fracción de esa sociedad. “Por eso hoy es muy difícil construir una explicación coherente de la forma en la que se transforma un grupo social, es siempre un objeto de estudio huidizo. Tenemos trozos explicados del pasado, pero no por completo”.
Existen archivos familiares que han sido abandonados desde hace muchos años, y que reaparecen cuando se produce una demolición de la casa familiar, por ejemplo. De hecho, muchos archivos medievales han sido descubiertos en los cubos de la basura, como se ha descubierto recientemente en la Bretaña francesa y también en Portugal. En Canarias ha sucedido algo similar. De hecho, en un censo de archivos realizado dentro del Plan Propio de Investigación de la Universidad de La Laguna en 2016, se detectó que un 10% de los archivos censados habían sido rescatados de obras de demolición o de remodelación de edificios, lo que dio pie a la idea de este congreso internacional.
También ha ocurrido con archivos de comunidades judías, prosigue el experto, que estaban guardados en sinagogas abandonadas después de la Segunda Guerra Mundial y que han venido a aparecer ahora. “Hay archivos muy valiosos por todas partes, incluso en países donde uno cree que todo está bien controlado siguen apareciendo documentos de un valor incalculable”.
En su Francia natal existen archivos comunales perteneciente a los ayuntamientos, explica. “Algunos están en situación catastrófica, dentro de los armarios, olvidados. Muchos son de la Edad Media y Moderna y se encuentran completamente abandonados. Cuando son descubiertos se llevan al departamento regional que corresponda, lo que en cierta medida dificulta el trabajo de los historiadores, que antes hablaban con los alcaldes y tenían acceso a esa documentación más o menos de forma directa, y que ahora se encuentran clasificados y fuera por tanto de su ámbito de acción”.
Morsel se ha ocupado también de los sesgos en la relación entre el historiador y la Edad Media, bien por herencias conceptuales o materiales que llegan hasta el historiador o por la propia instrumentalización social del pasado. Así, sostiene que el trabajo del historiador puede verse influido por el uso rutinario de un conjunto de conceptos que son heredados más que construidos, y cuya historicidad ha sido olvidada.
El investigador apunta que hay que tener en cuenta la instrumentalización social de la Edad Media y las consecuencias que esto tiene en las condiciones de trabajo de los historiadores. “Esto afecta al utilitarismo al que se supone que la disciplina histórica debe someterse, pero también a los propios fundamentos epistemológicos y favorece la descalificación científica del conocimiento histórico en relación con las ciencias naturales”, concluye.
Gabinete de Comunicación