Desde hace unos años, la arqueología está incorporando técnicas procedentes de las ciencias naturales y experimentales para ampliar el rango de los restos que es capaz de analizar. La investigadora Carolina Mallol ha montado en el Instituto de Bio-Orgánica Antonio González de la Universidad de La Laguna un laboratorio especializado en este abordaje metodológico y hoy, viernes 4 de julio, ha coordinado un seminario de Campus América en el cual dos científicos estadounidenses han presentado sus avances en este tipo de estudios geoquímicos aplicados a yacimientos arqueológicos.
Concretamente, han participado en esta reunión científica Gideon Hartman, de la Universidad de Connecticut, y Jay Quade, de la Universidad de Arizona. El primero de ellos trabaja en el uso de estas metodologías para responder cuestiones de interés para arqueólogos. En su caso, indaga sobre el desarrollo de cierta vegetación en regiones dominadas por el clima Mediterráneo en lugares esenciales para comprender la expansión humana fuera de África y para el comienzo de la agricultura. Su charla se centró en los indicadores o “proxies” climáticos y en qué clase de interpretaciones permiten.
Por su parte, Quade explicó los trabajos realizados en un yacimiento de Turquía donde se quiere estudiar la intensidad del uso y de la población que hubo en dicho emplazamiento mediante una aproximación geoquímica. El proyecto analiza la orina que tanto animales como humanos depositaron en ese terreno, para estimar cuántos individuos vivían en él. Supone un primer intento de este tipo de estudio con una aproximación “muy simple y puramente geoquímica” que ha realizado en su mayoría el alumnado del profesor invitado, y que él presento en la Universidad de La Laguna-
Con este seminario, Carolina Mallol quiere dar una mayor visibilidad al uso de la química y otras disciplinas experimentales a estudios propios de la arqueología y la antropología, ya que están dando buenos resultados y permiten acceder a otro tipo de información inaccesible mediante métodos arqueológicos tradicionales. La investigadora adscrita a la Universidad de La Laguna obtuvo hace cuatro años 2 millones de euros de financiación de la Comisión Europea para poner en marcha el proyecto Paleochar, que utiliza esta metodología y concluirá en 2020.
Mallol explica que en un yacimiento arqueológico hay “un 1% de cosas y un 99% de tierra, así que también hay que estudiar la tierra”. Con la tecnología actual, es posible lograr análisis de altas resoluciones para detectar compuestos y minerales en concentraciones de partes por billón. “Nosotros estudiamos neandertales, que tienen unos 50.000 años, y estamos encontrando moléculas orgánicas”, gracias a las cuales es posible descubrir cosas sobre aspectos como la dieta de estos ancestros.
La investigadora se centra en el estudio de restos de fuegos y hogueras en los yacimientos, y es que los residuos suponen una importante fuente de análisis. Pone un ejemplo contemporáneo: “en la basura podemos encontrar claves de nuestro comportamiento, incluso del que no somos conscientes. Aunque seamos muy limpios, en el polvo acumulado en una esterilla que tengamos en la cocina puede haber restos de comida. Y algo así es lo que estamos investigando nosotros”.
Hace algunas décadas, los arqueólogos más tradiciones eran reticentes a este tipo de aproximación y no miraban con buenos ojos a quienes la practicaban, considerándolos meros técnicos sin conocimientos adecuados. “Pero ahora hay muchos investigadores que tenemos ese conocimiento arqueológico y sabemos que es una fuente importante. De igual modo que hay expertos en analizar restos de cerámicas, nosotros lo somos en otra clase de residuos”.
Mallol espera que poco a poco haya un cambio de mentalidad en la profesión. Cita, como ejemplo, a quienes se han especializado en yacimientos de la antigua Roma. “Son muy limpios, les gusta dejar las paredes y suelos inmaculados porque así tienen unas fotos muy bonitas de los yacimientos y lo que hacen, realmente, es eliminar parte de la información. Imaginen lo que podríamos encontrar analizando el suelo de un mercado romano, por ejemplo”.
La experta considera que el próximo desafío es lograr que estas técnicas formen parte de los programas formativos de arqueología, historia y antropología. “Ahora mismo, todavía somos autodidactas. Terminas los estudios y luego vas a un departamento de química o geología para recibir formación. Hay muy pocos másteres especializados”. Lamenta que actualmente un estudiante de historia de la Universidad de La Laguna no puede cursar créditos de química: puede ir de oyente a las clases, pero sin reconocimiento académico, “lo cual es muy limitador”.