Muchos de los técnicos de Fórmula 1 salieron de esta competición automovilística universitaria internacional, una auténtica cantera de futuros ingenieros a la que la Universidad de La Laguna (ULL) se sumó hace casi tres años. Formula Student es todo un desafío para los estudiantes que deciden embarcarse en él, persiguiendo un único sueño: ver correr y pilotar el coche que han diseñado y creado con sus propias manos.
En el caso de los estudiantes de La Laguna, el desafío tiene nombre y fecha: se llama Formula Student Spain y se celebrará en agosto de 2020 en el circuito de Fórmula 1 de Montmeló (Barcelona). Allí tendrán que medirse con rivales de todo el mundo y demostrar que el coche de carreras que construyen cumple con las exigencias de aceleración, seguridad, frenada y estabilidad, sin que por ello sea complicado de mantener, cómodo, y tan llamativo que atraiga todas las miradas,
El responsable (en gran parte) de que el primer prototipo, en este caso eléctrico, pise el asfalto es Adrián Martín Gutiérrez, estudiante Ingeniería Electrónica, Industrial y Automática en la Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología. Un día vio cómo el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), ‒considerada por muchos la mejor universidad del mundo‒, trabajaban en la creación de un coche que iba a competir en la Fórmula SAE, y decidió hacer algo.
“Yo estaba dándole vueltas a una idea que se convirtió en imposible cuando me encontré con unos videos del MIT y me pareció que estaría ‘guay’ estar en un equipo de esos. Y luego pensé que por qué no proponerlo aquí, en la ULL, donde tenemos capacidad más que de sobra para abordar un proyecto de este tipo”. Y así comenzó todo.
Los futuros ingenieros
Una reunión con el catedrático de Ingeniería Mecánica y director de su escuela, Carmelo Militello, y otros profesores fue el primer paso, al que se unieron otros compañeros que impulsaron el proyecto hasta que lo cogieron él (Adrián Martín), Romen Hernández López, Adrián Pérez Suárez, Luis Arriaga Campos y Alberto Doro García. Ellos forman el quinteto de futuros ingenieros electrónicos, tras el que están otros 27 estudiantes de las ingenierías de Electrónica Industrial y Automática, Mecánica e Informática, además de Física, Periodismo o Sociología, entre otras ramas.
Junto a estos 33, alrededor de otros 40 estudiantes han formado parte (en estos años) de este proyecto en el que no solo demuestran sus competencias técnicas y aprenden a trabajar en equipo, sino a ocuparse de otros asuntos que le son más ajenos, pero tan importantes como una buena suspensión o potencia: la viabilidad del proyecto y la búsqueda de patrocinadores que hagan posible que el primer prototipo eléctrico creado en una universidad canaria sea toda una realidad.
De esta labor que, dicho sea de paso, les quita “mucho tiempo”, se ocupan, principalmente, Adrián (Martín) y Romen, los ‘teamleader’ del equipo, los encargados de dar las instrucciones y guiar los trabajos. “Somos un equipo multidisciplinar y contamos con gente en marketing o redes sociales (RRSS), algo fundamental para que el proyecto sea más visible, además de que los patrocinadores se sientan bien y nos den la financiación que necesitamos”.
Y aunque ya cuentan con la inestimable ayuda de varios patrocinadores, aún les falta oír pronunciar el sí final para tener los gastos del monoplaza totalmente cubiertos. Al coste del vehículo, que asciende a 52.000 euros, hay que sumar la cantidad de 14.500 euros más para poder llevarlo a Barcelona y realizar las pruebas necesarias en su puesta a punto, sin olvidar la promoción comercial. Lo que hacen 66.500 euros en total.
El prototipo sostenible
Sobre una de las mesas de la nave situada en las instalaciones de la Escuela de Ingeniería, donde trabajan, está la maqueta del futuro prototipo que debe de estar listo en febrero del próximo año. Impresa en 3D, los colores buganvilla y amarillo limón de su carrocería recuerdan inevitablemente al The Compact Pussycat, el colorido coche de la encantadora Penélope Glamour en Los Autos Locos. Eso sí, sostenible.
“Hemos decidido hacerlo eléctrico, ‒explican‒ porque es una tecnología sensible y respetuosa con el medio ambiente. Por eso hemos querido apostar por el futuro y dar así visibilidad a Canarias en Formula Student Spain. Hacer aquí el primer coche eléctrico que va a esta competición universitaria es bonito e ilusionante”. Y de ello ha tomado ya buena nota la nueva rectora de la ULL, Rosa Aguilar, a la que han nombrado recientemente miembro honorario del equipo.
De la universidad tienen su apoyo y compromiso, igual que el de otros patrocinadores y colaboradores, gracias a los que el proyecto va tomando forma: el Cabildo de La Palma; las fundaciones La Caixa y CajaCanarias; los ayuntamientos de Breña Alta, Barlovento y Los Realejos, o Construcciones Medina, GF-TIC y Bender. Eso sin olvidar la ayuda inestimable de su escuela y el impulso final que están a punto de conseguir, y que esperan, venga de la mano de una importante empresa del sector con la que están en conversaciones.
El tiempo apremia y para poder correr en agosto del próximo año en Barcelona lo que hay que hacer ahora es empezar la fabricación del coche con buen pie. Para ello es imprescindible obtener previamente una licencia oficial, tal y como obliga la normativa establecida en Formula Student Germany, que certifica que el vehículo es seguro, no solo para el piloto, sino para las personas que estén a su alrededor.
Algo difícil, que muchos equipos no son capaces de conseguir el primer año. Pasar ese escrutinio (la revisión y visto bueno de todos los aspectos técnicos) requiere mucho trabajo y precisión. Por eso consideraron que lo mejor era apostar por la fabricación de un “diseño más básico para que los que vengan detrás de nosotros lo vayan mejorando”, comentan Alberto y Luis. “Nosotros plantamos la semilla y a los siguientes equipos les toca regar el árbol y ver cómo crece”, dice Romen.
Esa semilla tiene, por ahora, las siguientes características: 88 kilovatios de potencia (120 caballos), una autonomía de 20 kilómetros y una velocidad de 80 kilovatios (ajustados a la normativa), lo que equivale a unos 150 km/hora. De lo que se trata es de tener más aceleración y no tanta velocidad punta, ya que en las pruebas a las que tienen que someterse el hecho de tumbar conos al circular implica la pérdida de tiempo en segundos. Y eso no interesa en absoluto.
El equipo multidisciplinar
FSULL es una especie de escuela taller por la que ya han pasado unas 70 personas y que servirá para formar a más y más estudiantes que se implicarán en el proyecto como lo hacen ellos. Implicación a la par que organización y asignación de tareas y responsabilidades: mientras Romen y Adrián (Martín) ocupan los puestos directivos, Adrián Pérez, Alberto y Luis se ocupan de la dirección y coordinación electrónica, la automoción y la seguridad.
Junto a estos estudiantes de ingeniería electrónica trabajan también los de mecánica (Carlos Fariña es su coordinador), que no han podido estar en esta entrevista porque tanto él como otros compañeros están de revisiones y exámenes. Es julio y aunque estos cinco chicos, que pasan a cuarto año de Ingeniería Electrónica, han aprobado todo y se merecen con creces disfrutar del verano, lo que les ilusiona es reunirse cada mañana en el taller para avanzar sin prisa pero sin pausa.
Los profesores también son parte importante en la construcción del monoplaza eléctrico. Carmelo Militello, Viana Lidia Guadalupe Suárez y Andrés Muñoz de Dios Rodríguez, son tres de los muchos que “se ofrecen a ayudarnos”, dice Alberto. “Hemos tenido mucha aceptación por parte del profesorado; agradecen que haya gente con ganas de hacer cosas diferentes que, además, nos ayudan a formarnos y a evolucionar”, añade Luis.
Una tercera ayuda llega procedente de otras universidades gracias al ‘feedback’ que hay con algunos centros académicos de España, sobre todo con los del País Vasco o Cataluña. “Valoramos mucho los consejos y la ayuda que nos ofrece la gente que tenga experiencia en este tipo de proyectos”. Un buen rollo que se hace patenta cuando estudiantes, no solo españoles, sino de otras universidades europeas, contactan con ellos al venir de vacaciones a Canarias.
En FSULL se arrima el hombro con la mente puesta en el objetivo trazado: correr en agosto de 2020 en Montmeló. Hay que trabajar y examinar todo hasta alcanzar la perfección: el sistema electrónico, el motor, la refrigeración, la mecánica, el chasis, la suspensión, la dirección, el sistema de frenado, la aerodinámica… Al ser el primer año, es mucha la gente que trabaja en los puntos clave del monoplaza. Igual, el próximo no es necesario estudiar tanto una cosa y se pueden centrar en otra. Eso lo dará la experiencia.
Antes de Montmeló
Todos coinciden en que el proyecto de su flamante coche de carreras les ha ayudado a plasmar y poner en práctica lo que aprenden en las clases. Pero para conseguir su sueño hay otro factor crucial: pisar y conocer el terreno antes de tiempo. Y ya lo hicieron el pasado año Adrián Martín, Romen y Amaira. Este próximo mes, concretamente el 22, alrededor de 10 compañeros pasarán parte de sus vacaciones de verano como voluntarios en el circuito de Fórmula 1 de Montmeló. Dormirán en tiendas de campaña y trabajarán junto a otros estudiantes procedentes de países extranjeros. Toda una experiencia.
Hasta entonces, continúan los trabajos, pero no solo los técnicos. No respirarán tranquilos hasta que su monoplaza sea una realidad y, de alguna manera, ayude a que la rama de ingeniería de la ULL “deje de ser la gran olvidada porque hay profesores de primer nivel que nos dan unas clases de una calidad buenísima”. Una reivindicación que secundan todos.
A falta de cerrar ese acuerdo que les dé el impulso definitivo (¿qué empresa no quiere apoyar el talento de estos chicos y chicas?) al equipo de FSULL le quedan dos cosas importantes por decidir: ¿Cómo va a llamarse el coche que están fabricando con tanto mimo?, y ¿Quién va a ser el estudiante elegido para pilotarlo? Esto es algo en lo que no han pensado todavía. Candidatos a piloto hay muchos, así que habrá que probar. Pero aún queda mucho tiempo para tomar esa decisión.
Gabiente de Comunicación