A estas alturas de 2020, plantear qué ha supuesto para nuestras vidas, en todos los ámbitos, el advenimiento global del coronavirus SARS-CoV 2 resulta claramente redundante, cuando no directamente cansino. Para resumirlo en pocas palabras, ha sido un desastre en el peor de los casos y un engorro en el mejor de ellos. Pero, como dice el dicho, hay que jugar con las cartas que nos han tocado y, en esta partida, vamos a tener que armar una buena baza con la mascarilla puesta y las manos impregnadas en gel hidroalcohólico.
El primer semestre del año estuvo marcado por la declaración del estado de alarma y el confinamiento, un auténtico shock que pilló a todo el mundo con el pie cambiado y obligó a adoptar medidas radicales en un espacio de tiempo muy corto. En nuestro caso, tuvimos que ser reactivos para, en prácticamente 48 horas, pasar de ser una institución presencial con apoyo puntal de medios telemáticos, a ser un centro 100% a distancia.
El desafío logístico y la cantidad de trabajo y recursos económicos y humanos necesarios para lograrlo fue notable. En pocos días hubo que asegurar que la docencia telemática iba a ser posible, pero además hubo que adoptar medidas especiales para saldar las posibles brechas digitales del alumnado, ya que no todos disponían de los medios técnicos para seguir la docencia a través de las redes. Además, hubo que estipular cómo evaluar en estas condiciones, asegurando no solo las infraestructuras técnicas, que debían soportar picos de tráfico importantes, sino aspectos legales como la protección de datos, e incluso hubo que poner solución a las lógicas dificultades surgidas en las prácticas del alumnado en empresas e instituciones.
Pasado el verano, a la universidad le toca ser proactiva, pues ha tenido algo de tiempo para analizar la situación y establecer diferentes escenarios posibles en los que se va a desenvolver la docencia, con medidas específicas para cada uno de ellos. Así, el 30 de junio el Consejo de Gobierno ya había aprobado el modelo de funcionamiento que se pretende poner en marcha en el nuevo curso, denominado como “presencialidad adaptada”, y desde principios de agosto, se había redactado un plan de contingencia convenientemente reemitido a la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación para que validara su pertinencia, como así sucedió.
Con la llegada de octubre comenzarán las clases en las diferentes facultades y escuelas de la Universidad de La Laguna. Esa fecha ya es, en sí misma, una medida excepcional derivada de las especiales circunstancias surgidas este año, pues la tónica general en los últimos cursos había sido comenzar a mediados de septiembre. Este retraso del inicio del primer cuatrimestre obedece, obviamente, a disponer de un plazo que permita preparar las infraestructuras para el nuevo escenario de presencialidad adaptada en el que, si todo va según lo previsto, se desenvolverá el curso.
En “Plan de contingencia de la Universidad de La Laguna para el desarrollo de la docencia y la evaluación en condiciones de presencialidad adaptada durante el curso 2020-2021” es el documento que regirá la actividad académica institucional durante los primeros meses. Y no solo eso, sino que contempla diferentes escenarios en caso de que la evolución del coronavirus varíe sustancialmente las condiciones de vida, tanto de un modo positivo como de uno negativo.
El texto recoge los tres escenarios posibles en los que se podría desarrollar la docencia el próximo curso: el más plausible, que es el que se ha estipulado por ahora, es el de la presencialidad adaptada, es decir: tratar de primar las actividades con asistencia física del alumnado a las instalaciones universitarias, siempre y cuando sea posible asegurar medidas de higiene y distancia de seguridad. Obviamente, en esta opción seguirá habiendo acciones de docencia virtual, por lo que será común que para aminorar el número de personas que visiten cada inmueble, haya divisiones del alumnado en varios grupos que se alternen su presencia en las instalaciones.
El plan también recoge otros dos escenarios. Uno sería el modelo de docencia totalmente no presencial, que se activaría en caso de que la situación sanitaria empeorara y fuera necesario restringir la movilidad aún más (o, directamente, volver al confinamiento). Básicamente, sería retornar a la situación ya experimentada durante el segundo cuatrimestre del curso 2019-20, con la diferencia de que ya no pillaría desprevenida a la institución, que ahora contaría con infraestructuras preparadas y protocolos de actuación establecidos. Pese a ello, huelga decir que sería mejor que este escenario nunca tenga que activarse.
La tercera situación contemplada en el plan es casi utópica: el retorno a la docencia plenamente presencial, que obviamente solo sería posible en caso de que la pandemia se disipara, apareciera una vacuna altamente efectiva o cualquier otra razón que permitiera retornar al modo de vida previo a marzo de 2020. No parece probable que esta posibilidad vaya a darse en un futuro a corto o medio plazo, pero como concesión al optimismo, el documento también la tiene en cuenta.
El plan para el desarrollo de la presencialidad adaptada contemplada en sus 23 páginas medidas para todas las fases del proceso de enseñanza-aprendizaje, que van desde las medidas de adaptación de las metodologías hasta su presencia en las guías docentes, pasando por la evaluación, las prácticas externas, los trabajos finales de grado y máster e, incluso, el doctorado.
Todas las medidas se articulan en torno a tres ejes principales: la adaptación de la enseñanza a los distintos escenarios, la digitalización tanto para la mejora de los recursos TIC como para el apoyo al alumnado para evitar la brecha digital; y la formación de profesorado y alumnado en competencias digitales para un adecuado desarrollo de la enseñanza en línea, tanto en aspectos técnicos como metodológicos.
Así, en lo referido a la adaptación de la metodología docente a la presencialidad adaptada, el plan, además de citar las medidas de higiene y distancia en las actividades (recurriendo si fuera necesario a la rotación de los grupos en diferentes turnos) también propugna velar por la coherencia de las adaptaciones realizadas en las titulaciones, de forma que existan criterios comunes en todas las asignaturas para garantizar la igualdad de condiciones del alumnado. Igualmente, habla de prestar especial atención a la coordinación en los distintos niveles para evitar la sobrecarga de trabajo del alumnado, y con carácter general, recomienda priorizar la evaluación continua y el uso de técnicas e instrumentos cualitativos de carácter aplicado, centrados en la resolución de problemas y casos prácticos.
Sobre los métodos de evaluación también se señala que, en caso de estimar necesaria algún tipo de prueba final, se priorizará que sean presenciales respetando las restricciones sanitarias y, si son en línea, garantizarán los derechos de los estudiantes en materia de protección de datos y permitirán la autenticación de cada estudiante y medios para garantizar la autoría inequívoca de las pruebas y que éstas se han realizado sin ayuda externa.
Un asunto especialmente delicado es el de las prácticas externas, pues estas no dependen en exclusiva de la Universidad de La Laguna, sino de las entidades públicas o empresariales que las acojan, por lo que en algunos casos se están negociando las medidas específicas para su desarrollo (por ejemplo, la Facultad de Ciencias de la Salud está en el momento de escribir este artículo en conversaciones con el Servicio Canario de la Salud).
Pero, en líneas generales, el plan establece que en la medida de lo posible sean presenciales, al menos, en un 50%, con la otra mitad cubierta con un “volumen razonable de resultados de aprendizaje que garanticen una adquisición suficiente de competencias”, mediante proyectos, memorias, o programas formativos. Se abre incluso la posibilidad de retrasarlas hasta los meses de verano de 2021, en previsión de que para aquellas fechas las condiciones de seguridad hayan mejorado.
El plan recoge las medidas que deben cumplir todas las titulaciones, si bien es cierto que cada titulación y cada centro que la acoge pueden poseer peculiaridades que hagan preciso algún tipo de adaptación más específica. Por ello, los decanatos de facultades y direcciones de escuela ya han estado todo el verano preparando los protocolos específicos que desarrollarán en sus centros las directrices generales expuestas en el plan.
Previamente, las infraestructuras han tenido que ser adaptas para la nueva situación, mediante una serie de medidas asumidas desde la gerencia, algunos vicerrectorados o los propios centros. Las más evidentes son la intensificación de los turnos del servicio de limpieza en los diferentes inmuebles y la adquisición de dispensadores de hidrogel alcohólico (y sus recambios) y líquidos desinfectantes, así como el diseño, impresión y colocación de adhesivos para señalizar los edificios y evitar aglomeraciones, procurar distancia de seguridad y delimitar el tránsito de personas.
Asimismo, las aulas han tenido que ser preparadas para poder emitir en directo las clases magistrales, habida cuenta de que la presencialidad solamente va a ser posible para un número limitado de estudiantes, que se irá turnando con sus compañeros y, por tanto, en una gran mayoría de ocasiones deberá seguir las explicaciones del profesorado a través de su ordenador.
Para ello, el Vicerrectorado de Modernización y Agenda Digital evaluó diversas soluciones y tecnologías hasta encontrar una que combinase “robustez y un precio asumible”, y finalmente el Servicio de Tecnología de la Información y las Comunicaciones se ha encargado de la dotación a 268 aulas de cámaras web, soporte y sistema de fijación antivandálico, canalización y cableado en aquellos casos que fuera necesarios, y la preinstalación de conexión de sonido para que el profesorado conecte micrófonos de solapa individuales, de los cuales se han adquirido 1.500, que se han suministrado entre el personal docente. Adicionalmente, se han repartido en las conserjerías cámaras auxiliares y trípodes, con el fin de poder resolver rápidamente posibles incidencias técnicas.
También ha sido necesaria reforzar el software de videoconferencias, mediante la adquisición de licencias del programa Google Meet para 25.000 personas del alumnado, el profesorado y el personal de administración y servicios, y también para escritorios virtuales. Finalmente, se han adquirido micrófonos, auriculares, cámaras y ordenadores portátiles para PDI y PAS.
Otro aspecto importante ha sido definir un programa cribado de la comunidad universitaria con el fin de detectar de manera precoz focos de contagio, dentro del cual se realizarán de forma voluntaria unas 20.000 pruebas PCR al alumnado, personal docente e investigador y personal de administración y servicios, a razón de un millar cada semana. El Instituto Universitario de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias llevará a cabo la extracción de muestras, su procesado y la remisión de los resultados a la autoridad sanitaria en caso de detectarse algún positivo, para iniciar el protocolo de asistencia sanitaria y cuarentena que es preceptivo.
Desde la Gerencia también se han diseñado varios documentos destinados a disipar dudas sobre los protocolos que deben seguir los colectivos que conforman la comunidad universitaria. Ya a principios de verano se divulgaron los que estipulaban las medidas de seguridad que debe seguir tanto el PDI como el PAS, los cuales están procediéndose a su revisión, con la colaboración del Comité de Seguridad y Salud y la representación de los trabajadores, para actualizarlos contemplando nuevas medidas aparecidas desde entonces como, por ejemplo, la obligatoriedad de llevar mascarilla. También se está ultimando un documento similar que aporte pautas de comportamiento seguro para el alumnado, que estará disponible antes del comienzo del curso.
Y otro protocolo que ya está a punto de presentarse, también antes de que finalice septiembre, es el que estipula cuál debe ser el proceder ante la eventualidad de que se detecte un caso positivo de coronavirus en las instalaciones universitarias, qué medias hay que adoptar, quién debe hacerlo y cómo se comunica. Ya se ha establecido un delegado Covid-19 en cada centro, que se coordina con el delegado central, que es director de Instituto de Enfermedades Tropicales y Salud Pública de Canarias, Jacob Lorenzo, quien actuará como figura puente entre la institución académica y el Servicio Canario de la Salud.
Los centros deberán gestionar estos recursos y organizar la docencia de sus titulaciones, tratando de respetar el principio de la máxima presencialidad posible, pero al mismo tiempo, guardando las directrices de limitación de aforo para salvaguardar las distancias de seguridad. Para la elaboración de este reportaje hemos preguntado a los decanatos y direcciones de las doce facultades y escuelas de la Universidad de La Laguna (con la excepción de la Escuela de Doctorado y Estudios de Posgrado), y una práctica generalizada va a ser la de dividir cada curso en diferentes grupos que rotarán semanalmente para acudir a las clases presenciales.
Determinar los grupos no ha sido tan sencillo, pues primero ha sido necesario medir cada espacio para la docencia y decidir cuántas personas caben en cada uno de ellos respetando las distancias de seguridad. Así, las rotaciones dependerán, en gran medida, de la relación entre el tamaño del espacio útil disponible y la cantidad de estudiantes matriculados, lo cual hará inevitable que, incluso dentro de una misma titulación, haya cursos que roten más que otros. En todo caso, como norma general la mayoría de centros señalan que tratarán de favorecer la presencialidad especialmente en los primeros cursos de cada titulación, en los cuales se aglutina el alumnado de nuevo ingreso.
Si bien la medida de establecer grupos ya está decidida, su puesta en marcha deberá retrasarse hasta el último momento, porque para poder crear cada grupo, es necesario tener el listado completo de estudiantes matriculados para decidir qué personas integrarán cada grupo, por lo que hay que esperar a que finalice el periodo de matriculación, actualmente en curso. De hecho, centros como la Facultad de Derecho o la de Economía, Empresa y Turismo tendrá su docencia totalmente virtual durante la primera semana de curso, para dar tiempo a configurar los grupos y comenzar con la rotación presencial en las semanas posteriores. La Facultad de Educación, por su parte, organizará durante esa primera semana una jornada de profesorado para, entre otras cosas, delimitar los grupos de estudiantes.
Dado que los espacios difieren de un centro a otro, se va a dar diversas casuísticas: por ejemplo, en la Facultad de Bellas Artes, las salas de informática, que tienen 25 puestos de capacidad, podrán seguir utilizándose a su máxima capacidad porque hay espacio suficiente para reubicar los equipos con la distancia suficiente; en cambio, en el mismo centro los talleres (que suponen una buena proporción de la docencia) serán impartidos presencialmente, pero con rotación de alumnado y las clases teóricas serán totalmente online.
El espacio también ha supuesto un obstáculo en la planificación de la docencia de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación que, si bien no cuenta con grupos grandes, la partición de grupos en titulaciones como Trabajo Social en las que se esperan 120 estudiantes de primero, supondrá un desafío. Además, cuentan con espacios imprescindibles para las prácticas pero que, por sus características, impiden el uso por parte de más de seis personas a la vez, como es el caso del estudio de radio, que ni siquiera dispone de ventilación para salvaguardar la acústica de la emisión.
La Escuela Superior de Ingeniería y Tecnología se suma a la corriente general de combinar grupos rotatorios con docencia presencial y virtual combinadas cuando los grupos sean grandes, y totalmente presencial si el aforo lo permite. Y también ha dispuesto que la primera semana de cada cuatrimestre sea totalmente no presencial para poder organizar los turnos.
La Facultad de Ciencias, dado el carácter experimental de sus titulaciones, ha primado la asistencia presencial con grupos rotatorios a las clases prácticas (laboratorio, campo, informáticas), así como a las evaluaciones, tutorías de aula y seminarios. Similar es el caso de las facultades de Ciencias de la Salud y de Farmacia, en las que se alternará la presencialidad con la videoconferencia y se hará especial énfasis en que el alumnado pueda acudir a las actividades de índole más práctica, según lo permita la capacidad de los laboratorios.
Por su parte, la Facultad de Psicología y Logopedia también alternará la docencia presencial con la virtual y, además, como medida complementaria se habilitará un sistema de control de presencia del alumnado en cada aula, lo que permitirá, en caso de detectar algún positivo, avisar al resto de estudiantes que estaban en ese momento en el mismo lugar.
En la Facultad de Humanidades, la gran cantidad de titulaciones y su disparidad de matrículas ha provocado una gran variedad de casos, alternando la presencialidad reducida con la docencia telemática, con las excepciones de los grados en Estudios Clásicos, Estudios Francófonos Aplicados y Geografía y Ordenación del Territorio, en las que será totalmente presenciales, salvo que un aumento de matrícula de última hora obligara a reconsiderar la medida.
Una excepción a las rotaciones será la Escuela Politécnica de Ingeniería y Tecnología, en donde la disponibilidad de espacios y el relativamente manejable número de estudiantes permitirá dividir los grupos en varias “aulas espejo”, es decir, en las que el docente estará presente en una de ellas y su lección será emitida en directo en las demás (la misma fórmula que ya lleva varios años implantada para los estudios de Enfermería en La Palma y de Turismo en Adeje). Incluso es probable que en la Sección de Arquitectura Técnica no vaya a ser necesaria esa medida.
Otro asunto que ha preocupado a los centros es la organización de las jornadas de bienvenida al alumnado que suelen celebrarse cada inicio de curso y que, dada su naturaleza, suelen implicar masificación de personas. En este curso, la parte dedicada a los servicios generales de la universidad será impartida de manera telemática por el Servicio de información y Orientación (SIO) el viernes 2 de octubre.
En cuanto a la parte específica de cada facultad o escuela, cada una de ellas organizará su presentación; en general, la mayoría ha manifestado su interés de celebrarla el 5 de octubre, día de inicio de las clases, de manera presencial al menos para el alumnado de primer curso, ya que este será su primer acercamiento a la universidad y, como han manifestado desde varios decanatos y direcciones, lo mínimo es darles un trato personal ese primer día, aunque ello suponga realizar varias sesiones seguidas para conformar un aforo seguro. Para el resto de cursos, la opción preferida es la recepción telemática.
Ya la gran mayoría de centros ha colgado en sus respectivas páginas webs documentos sobre cómo se organizará la docencia, con horarios y planificaciones detalladas. Sin embargo, la situación es muy dinámica y cambiante, por lo que podrían producirse cambios antes del inicio de este curso 2020-21 que, con sus riesgos e incertidumbres, supone un desafío para el cual la institución y todas las personas que la integran se han estado preparando, con el objeto de seguir prestando su servicio a la sociedad de una manera segura y responsable.
Gabinete de Comunicación