Si desviamos la vista del altar mayor y el retablo de la patrona de la basílica Nuestra Señora de La Candelaria (Tenerife) y se apunta más alto, se descubre un techo tallado en madera que contrasta irremisiblemente con la cúpula neoclásica que corona uno de los santuarios españoles con una capacidad mucho mayor para atraer a quienes tienen devoción que a quienes aman el arte, lo cual no quita que no haya tesoros patrimoniales que bien merecen un peregrinaje. Y los hay.
Ese artesonado de aires mudéjares, con una policromía tan comedida como exquisita, es producto de lo que Antonio Marrero denomina «arte de retorno», un término con el que este investigador y doctor en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna quiere poner en el lugar que se merece al arte mudéjar canario que bebió de las influencias artísticas traídas de la península ibérica.
Eso por un lado. Por el otro, al arte que crearon en las islas artífices canarios que hicieron ‘las Américas’, artísticamente hablando, y que a su vuelta se trajeron reminiscencias más que palpables del estilo artístico nacido en los reinos cristianos, que se fueron depositando en muchas techumbres de madera de iglesias, ermitas, palacios o casonas de Tenerife y La Palma. Una retroalimentación artística de pleno derecho en la que Marrero se sumerge del todo.
El arte mudéjar se deja ver en muchas partes. Lo sabe bien alguien que lleva años estudiando a fondo las techumbres mudéjares de Canarias y que ahora puede continuar su línea de investigación ‒de la que en breve se publicará un quinto libro‒ gracias a su contrato como investigador de excelencia postdoctoral junior, surgido de la convocatoria internacional impulsada por la Universidad de La Laguna en colaboración con la Fundación “la Caixa” y Fundación CajaCanarias.
Contrato posdoctoral
Auténtico espaldarazo para lograr consolidar su trayectoria investigadora y seguir aportando conocimiento científico, este contrato posdoctoral en humanidades le llegó en el mejor momento, dice Antonio. “Cuando me hablaron de la convocatoria estaba haciendo un proyecto en la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile. Eran tres años de proyecto ‘posdoc’ que finalizaban y no sabía si iba a seguir. Entonces me presenté a la convocatoria de la Universidad de La Laguna, con tan buena suerte que se retrasó, pude acabar mi proyecto y comenzar en julio del año pasado”.
La candidatura de Antonio Marrero quedó en segundo lugar, y tras la renuncia de la primera aspirante decidió no prolongar su estancia en Chile para pasar unos años aquí, en Tenerife. En la Univarsidad de La Laguna. En su casa. “Me apetecía. El universo se confabuló y me vino genial”. Tanto que leerá esta entrevista en México, a donde llegó el 15 de diciembre para realizar una estancia de cuatro meses en el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Esa estancia es parte de su contrato ‘posdoc’. Allí continuará trabajando en la línea de investigación emprendida hace años, la línea vertebral que aborda las relaciones entre América Latina y Canarias en los siglos XVII y XVIII a través del espectro mudéjar: desde las obras a las influencias en el periodo colonial durante los siglos XVII y XVIII. Una relación bidireccional de ida y vuelta. Sobre todo la vuelta, porque las islas son lugar de paso obligatorio en el que las obras tienen un gran impacto “debido a que los artistas sienten que hay como una especie de hermanamiento”.
Patrimonio canario mudéjar
“Me gustaría que la gente en Canarias pudiera hacer una puesta en valor de su patrimonio mudéjar que, además, sirviera para fomentar otro tipo de turismo, el turismo de arte, un turismo más sostenible, con visitas guiadas que fomenten la dinamización cultural”. Aunque en la península hay mucho más recorrido en este aspecto, las influencias musulmanas de retorno, sin duda, han impactado en las islas. No en todas, pero sí en Tenerife y La Palma, y también algo en Gran Canaria.
Sin ir más lejos, basta con darse una vuelta por las iglesias de Nuestra Señora de la Concepción y San Francisco, en Santa Cruz de Tenerife, por La Concepción de La Laguna, el santuario del Santísimo Cristo de los Dolores, en Tacoronte, o la iglesia Nuestra Señora de la Peña de Francia (Puerto de la Cruz). Allí, los arcos de medio punto que sostienen sus espartanas bóvedas blancas y las columnas romanas conviven a las mil maravillas con los artesonados mudéjares que lucen sus tres naves.
Y más ejemplos de lo mismo vemos en otras localidades tinerfeñas: desde La Orotava hasta Adeje hay kilómetros suficientes para descubrir las huellas de este arte de retorno, que se había tocado siempre de “manera tangencial”, pero nunca hasta el punto de sopesar qué impacto tuvo y cómo influyó en Canarias. “El mudéjar como tal ‒dice el investigador‒ genera identidad cultural, y no es lo aborigen. El arte de los siglos XVII y XVIII responde a problemáticas culturales que también generan una identidad”.
Marrero es uno de esos afortunados que ha podido sacar adelante su proyecto de investigación de arte y humanidades, algo no muy frecuente. “Si tenemos que competir todos juntos siempre lo hacemos desde la desventaja, por eso un contrato de este tipo nos pone en la élite”, dice alguien que admite no conocer a demasiada gente con posdoctorados en humanidades. Los de ciencias son mucho más frecuentes.
Una visión más que rápida de la situación, según los datos aportados por la Unesco en su informe de ciencia 2030 apunta que en el mundo hay actualmente ocho millones de investigadores cuyo ‘caché’ y calidad de trabajo se mide según las citas científicas que publican en las revistas de prestigio mundial. En ellas, en las principales (según WoS y Scopus), solo 1,5 de cada 10 corresponden a las ciencias sociales y humanidades. El resto, a las ciencias exactas y naturales. Datos, a todas luces, que evidencian las distintas realidades de los investigadores de ambos campos.
En el grupo de investigadores de ciencias están el químico Jorge Pasán, cuyo contrato senior con la Univarsidad de La Laguna le permitirá desarrollar su proyecto durante tres años, y María José Trujillo Rodríguez, también investigadora en la especialidad de Química Analítica, pero en la modalidad junior. Aunque están en el mismo grupo de investigación, en el Departamento de Química Orgánica, y lo que aprenden genera un beneficio mutuo indudable, trabajan en líneas relativamente diferentes.
Líquidos iónicos magnéticos
Mientras Pasán se centra en el manejo de materiales para utilizarlos en técnicas analíticas, Trujillo focaliza su proyecto en los disolventes líquidos, y concretamente en los líquidos iónicos magnéticos con los que podrían obtenerse muestras de pacientes con cáncer no tan invasivas como las biopsias que podrían alumbrar un diagnóstico definitivo.
La investigación en la que María José Trujillo trabajará hasta mayo de 2023 lo que pretende, precisamente, es evitar, en la medida de lo posible, que los pacientes de cáncer tengan que pasar por una prueba de este tipo para saber si su tratamiento está es efectivo o no. Y es mediante la toma de muestras de saliva, orina o sangre, mucho menos intrusivas, como podría saberse si la quimio, radioterapia u otro tipo de terapia alternativa están funcionando.
“Nos interesa buscar determinadas moléculas en la sangre o la orina que sean biomarcadores e indiquen que la enfermedad está mejorando. El empleo de estos líquidos iónicos nos permite hacer este tipo de análisis y comprobar si el cáncer está remitiendo o, por el contrario, sigue progresando”. No hay una detección, propiamente dicha, del tejido canceroso, lo que sí hay es una localización de los niveles de moléculas cancerosas, que estarán muy altos si tenemos cáncer, o muy bajos en el caso contrario.
Esto no sucede solo gracias a los líquidos iónicos. Hay que apoyarse también en otras técnicas y en una debida monitorización, pero la gran ventaja que aportan los líquidos que estudia Trujillo es que con ellos los análisis son mucho más fáciles de realizar, además de hacerse de forma más rápida y cómoda. A eso hay que añadir que son seguros, no son tóxicos ni inflamables y no generan vapores, junto a algo no menos importante: son baratos y biocompatibles, ya que sus moléculas son parecidas a las que tenemos en nuestro cuerpo.
“Su utilización no solo posibilita reducir el número de intervenciones invasivas al paciente ‒explica María José‒, también evita los métodos largos y la adquisición de equipos caros que tampoco son fáciles de usar”. En este caso, los líquidos iónicos se comportan de forma muy similar a “los imanes que colocamos en la nevera”, algo que aprendió cuando hacía su tesis en EEUU (Iowa State University) y trabajaba con su aplicación a los análisis de aguas y alimentos.
Estancia en Portugal
Su periplo investigador no se ha limitado al estado americano. Ha recalado también en la Universidad de las Islas Baleares y ha desarrollado su labor en un centro de investigación de Zaragoza, con un contrato del programa Juan de la Cierva. Y ahora, este mes de enero, dará el salto a Portugal. Allí realizará una estancia de investigación de cinco meses en el CICECO, Aveiro Institute of Materials, donde saben mucho sobre los biomarcadores en el cáncer de próstata y también trabajan con líquidos iónicos. Por eso es el sitio ideal para su estancia.
“Estoy comprometida con un proyecto que sea realista y pueda desarrollarse en dos años. Por eso, junto con el proyecto de investigación, pienso en un plan de contingencia paralelo, al menos en lo que respecta al desarrollo de la tecnología, es decir, al método de análisis”. Para todo ello, María José, aparte de su sueldo durante estos dos años (40.000 euros anuales) cuenta con 10.000 euros extra que destinará a gastos de viajes, adquisición de equipos científicos o asistencia a foros y congresos.
Tanto a María José como a Antonio les gustaría quedarse en la Univarsidad de La Laguna, pero no es fácil. Nadie ha dicho que investigar lo sea, y ellos lo saben mejor que nadie. Es un hecho constatable que los países de la Unión Europea (UE) atraen mucho menos talento investigador del extranjero que Estados Unidos, Canadá o Australia. Y es un hecho también, y así lo refleja el Insead, la acreditada escuela de negocios parisina en su Índice Global de Talento (Global Talent Competitiveness Index), que España ocupaba en 2020 la posición 32 en un ranking de 130 países que refleja la capacidad para atraer y retener el talento.
Vuelta a la Universidad de La Laguna
De las idas y venidas, alegrías y penas de un investigar sabe mucho Jorge Pasán. Este físico apasionado de la química orgánica conoce la Universidad de La Laguna casi como la palma de su mano y ha vuelto, después de un impás, a hacer lo que más le gusta: investigar. Su contrato senior le permite hacerlo durante tres años, uno más que a los junior, y también hay que decir que más holgadamente. El sueldo de su modalidad supera en 20.000 euros a los de María José y Antonio.
Son muchos más años investigando. Y uno de esos logros investigadores fue precisamente el que le obligó a marcharse por un tiempo no muy largo de la Universidad de La Laguna: la venta de la patente, a una empresa de Barcelona, que sustentaba el modelo de negocio que puso en marcha con la spin-off Alisio Chemical Technologies, SL. Su producto estrella para el ámbito internacional era una nueva fibra capaz de extraer moléculas a muy baja concentración.
Paradójicamente, la venta de esa exitosa patente de fibra innovadora y versátil en la que trabajaba desde 2012, lo dejó sin su puesto de trabajo. “Al vender la patente nos quedamos sin modelo de negocio, nos quedamos sin spin-off. Lo bueno es que funcionó y hemos llegado a un acuerdo para la explotación por parte de la Universidad de La Laguna”. En este sentido, sigue trabajando en la misma línea y durante estos tres años de contrato lo hará en proyectos de investigación que ya están en marcha. Todos ligados a su campo, al de la microextracción analítica.
Este investigador, que trabajó durante años codo con codo con la fallecida catedrática de la Universidad de La Laguna, Catalina Ruiz, se centrará ahora en el estudio de los materiales para la microextracción, en esta ocasión un poco más orientado al bioanálisis pero sin alejarse demasiado de lo que ha venido haciendo hasta ahora. Eso sí, con una perspectiva más cercana a la ciencia aplicada.
“Tenemos varios proyectos en marcha y uno, concretamente, perteneciente al plan nacional, se basa en la fabricación de dispositivos para hacer bioanálisis. En base a ese proyecto hemos pedido otro con el que se pueda financiar la creación de cosas que sean aplicables: ensayos, prototipos, patentes y transferencia de tecnología, en definitiva”, detalla Pasán.
Dispositivos miniaturizados
Ese proyecto adscrito al Plan Estatal de Investigación Científica, Técnica y de Innovación en el que está enfrascado el investigador responde al nombre de MAT4diag y lo que persigue es el desarrollo de dispositivos en miniatura que sean útiles en los análisis no invasivos de los diagnósticos médicos. “Lo que pretendemos, en conjunto, es que sean eficientes y sencillos de manejar, que sean precisos, de alta sensibilidad y, en algunos casos, selectividad”. Y todas esas características deben mantenerse, incluso cuando se enfrenten a muestras biológicas complejas, como la orina o la saliva.
La proyección de esos aparatos miniaturizados se hará con materiales avanzados capaces de atrapar analitos diana y biomarcadores presentes en los biofluidos, incluso cuando estén a muy bajos niveles de concentración. Para ello, los materiales que se barajan son las redes metal-orgánicas, cuyos poros están claramente definidos y los espacios interiores de la estructura del material son los que permiten absorber las moléculas, los líquidos iónicos y los polímeros orgánicos capaces de responder a estímulos y materiales compuestos híbridos.
Otro aspecto de la investigación es el estudio de las estrategias que garanticen que el anclaje del material extractante a la superficie del microdispositivo sea óptimo. Así se asegura la estabilidad del material durante el bioanálisis. Para ese anclaje, se examinarán distintos diseños que, posteriormente, se adaptarán a los instrumentos habituales del laboratorio. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de dispositivos con piezas del tamaño de unos cuantos átomos. La mínima expresión.
Importante, también, ha sido el diseño de dos tipos de análisis de biofluidos para saber cuáles son los mejores dispositivos y materiales y ver qué relación podrían tener con enfermedades como la alopecia por fibrosis frontal, o la posibilidad de realizar análisis rápidos que determinen el alto consumo de antidepresivos. Para hacer realidad todo esto, Pasán tiene de plazo hasta el año 2024. Hasta entonces, seguirá trabajando en la que ha sido su casa otros tantos, el Departamento de Química de la Universidad de La Laguna , y más concretamente, la Unidad de Química Inorgánica. Ahora, lo que queda es seguir investigando.
Gabinete de Comunicación