El primer año de universidad es, a bote pronto, un desembarco más bien abrupto, aunque también anhelado, hacia una nueva vida que muchas veces no resulta como se espera. Esa vida de persona adulta que sabe lo que quiere y va a por ello con ganas se frustra, a veces, a la primera de cambio. Y las cifras hablan por sí solas: el 21,8% del estudiantado universitario en España abandona los estudios durante el primer año de carrera y un 8,7% decide cambiarlos por otros.
Los que están convencidos de que las Artes y Humanidades no son lo suyo, un 28,6%, encabezan un ranking de desbandada, flanqueado por los de Ingeniería y Arquitectura (25,2%) y Ciencias (23,2%), las dos especialidades siguientes en sumarse a esta huida académica de la que salen mejor paradas las Ciencias Sociales y Jurídicas (20,4%) y las Ciencias de la Salud, con un 17,7%.
En una primera lectura de estos datos, correspondientes al último informe (2020/2021) emitido por el Ministerio de Universidades español, podría concluirse que, a pesar de llevarse la fama, las ingenierías no son las carreras en las que la mayoría de la gente tira la toalla de inmediato y, por el contrario, son las especialidades de letras las que no acaban de convencer del todo a los nuevos estudiantes. En una segunda lectura, ya más sosegada, cabría preguntarse el porqué de un abandono tan significativo el primer año, casi sin tiempo a disfrutar de todo lo que ofrece la vida universitaria.
Es aquí donde entran otros factores no mensurables, pero sí decisivos: falsas expectativas, frustración, ansiedad, inseguridad, inadaptabilidad… No se sabe. Los motivos pueden ser diversos. Lo que sí se sabe es que en el primer semestre de la vida universitaria es cuando se quiere abandonar debido a “problemas adaptativos, a las nuevas relaciones interpersonales o, sencillamente, a que los alumnos sienten que no pueden rendir como se les exige”, explica el catedrático de Psicología Cínica y director de la Unidad del Servicio Psicológico y Logopédico de la Universidad de La Laguna, Wenceslao Peñate Castro.
“Podemos decir que este es un momento crítico y de inflexión para ellos, pero en muchos casos son percepciones erróneas que no van más allá de meros contratiempos o desánimos concretos, y por ellos perdemos a grupos de chicos y chicas muy valiosos para la universidad y para la sociedad, a los que solo les hace falta una pequeña ayuda, un apoyo”. Ese apoyo en el primer año es fundamental para que no abandonen los estudios y entiendan que suspender los primeros exámenes no es un fracaso, solo un revés en el camino.
Esa pequeña gran ayuda con la que vencer esos baches que les parecen insuperables y terminan por frustrar sus expectativas vendrá ahora de la mano de los profesionales de la Facultad de Psicología y Logopedia que conforman el equipo que trabajará en el nuevo servicio que la Universidad de La Laguna abrirá en unos meses en las dependencias de la facultad. Una puesta en marcha que será “más pronto que tarde”, en palabras de Peñate, quien prefiere no adelantar la fecha de apertura de la que ha sido una de las grandes demandas del centro académico en los últimos años.
Los apoyos para la psique y el habla
A pesar de la espera, hay que decir que la unidad ofrecerá uno de los servicios más completos y amplios del país, equiparables a los que proporciona actualmente la Universidad de Murcia. Un abanico de prestaciones en el que el servicio estrella será, sin duda, el de atención a la salud mental, seguido de la atención educativa ‒que abordará los problemas de estudio que afecten en mayor medida al alumnado‒ así como los servicios neurológicos que, aunque ya se prestan, se integrarán en el programa de esta nueva sección.
No hay que olvidar los servicios de psicología forense (sobre todo la emisión de informes de custodias o acreditación de estados psicológicos), psicología comunitaria y organizacional, y psicología laboral. Y, por supuesto, el otro gran punto fuerte: la atención logopédica, dirigida no solo al alumnado con dificultades en el lenguaje oral, sino al profesorado, que suele acusar problemas de afonía, algo que se corrige aprendiendo a educar y modular la voz.
Muchas prestaciones que implican dotar a la unidad de bastante personal y numerosos recursos para atender a la comunidad universitaria. Y eso es lo que ocupa ahora a Wenceslao Peñate. “Nosotros pensamos que si se tiene la misma demanda que soportan otras universidades españolas, con nuestro profesorado no va a ser suficiente. Por eso estamos en negociaciones con el Colegio de Psicología de Santa Cruz de Tenerife”, con el que se quiere firmar un convenio para contar con psicólogos y terapeutas externos que completen los servicios que dará el centro, de forma gratuita, al alumnado, personal y profesorado.
En caso de que se colapsara el servicio se contaría con una bolsa de especialistas porque a pesar de que participarán los más de 50 docentes de la facultad, la cifra es a todas luces insuficiente, en vista de que las previsiones apuntan a que se seguirá la misma senda que otras universidades españolas: la demanda del servicio por parte del estudiantado de la Universidad de La Laguna alcanzará el 95% y la del Personal de Administración y Servicios (PAS) y Personal Docente e Investigador (PDI), el 5%.
“Tenemos muy claro que será el alumnado el que más demandará este servicio, algo que hemos comprobado recientemente con el recurso que activamos para ofrecer ayuda psicológica a los estudiantes afectados por la erupción del volcán de La Palma. Por la experiencia que tenemos, sus principales problemas son siempre emocionales: ansiedad y depresión, asociados ahora al efecto opresor que ejercen la pandemia y las medidas de limitación de contagios”. Su prolongación está ocasionando “hartazgo e inseguridades”; serios estragos en muchos jóvenes que sienten cómo se escapan algunos de los mejores años de sus vidas.
Las otras pandemias de la COVID-19
Frente a los grandes protegidos de la pandemia, las personas mayores, los más jóvenes han sido los grandes olvidados y se han convertido en numerosas ocasiones en diana de las críticas y reproches de gran parte de la sociedad. Como muchos, han acusado los problemas emocionales y mentales desencadenados tras el confinamiento, visibilizando lo que para algunos es una súplica sangrante que al fin comienza a ser escuchada: el incremento de los recursos de atención psicológica en el Sistema Nacional de Salud español.
Así lo evidenció el Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, en el informe anual de 2020, en el que instaba a las autoridades en la materia a extender esa atención psicológica a los centros de salud y a crear más plazas especializadas, algo que también ha reclamado en reiteradas ocasiones en el Congreso el diputado de Más Madrid, Íñigo Errejón. Y a pesar de la gran demanda existente, el experto de la Universidad de La Laguna se queja de que no se ha pasado a los hechos. “Se ha hablado de la elaboración de un plan nacional de salud mental en el Gobierno, pero aún no hay cosas concretas”.
“Los trastornos leves y moderados se pueden trabajar en atención primaria con terapias de grupo. No solo se evita el sufrimiento de las personas que los padecen, aparte de que se mediquen ‒argumenta Wenceslao Peñate‒, también está demostrado que es rentable económicamente. Porque, además del sufrimiento, la terapia psicológica disminuye la toma de psicofármacos en nuestro país, que en 2020 encabezó el consumo mundial de ansiolíticos y sedantes, unas cifras sobre las que ya había alertado la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps).
Pese a que los problemas emocionales y mentales se han multiplicado por tres desde que estalló la pandemia, “la gran mayoría son leves y moderados y evolucionan muy bien con la aplicación de terapia psicólogica”. Por eso es tan importante “lanzar el mensaje de que los tratamientos psicológicos sí que funcionan, están científicamente validados y han demostrado una eficacia y eficiencia contrastadas”.
El “firme compromiso” de la Facultad de Psicología y Logopedia con el desarrollo científico garantiza exclusivamente la aplicación de tratamientos que hayan demostrado su validez científica. Las pseudoterapias y falsas técnicas psicológicas no tienen cabida en este servicio, que se gestionará a través de la Fundación General de la Universidad de La Laguna y funcionará como una unidad de transferencia de conocimiento. “Hoy en día tenemos distintas terapias para ir viendo cómo evoluciona cada paciente, ir comprobando y combinándolas hasta encontrar la más idónea para cada uno. Y lo haremos con las personas más directamente relacionadas con las actualizaciones de esas técnicas, que es el profesorado investigador de nuestra universidad”.
Los trastornos que agitan la mente
Es cierto que la COVID-19 ha pegado zarpazos incontrolados a la salud mental y emocional de gran parte de la población, dinamitando ánimos y agrandando miedos e inseguridades en adultos, pero sobre todo en jóvenes y adolescentes que están en pleno proceso de construcción de su identidad. Esta pandemia que no acaba de abandonarnos ha agravado los trastornos de la mente y aumentado el número de casos, pero también ha puesto el foco en la necesidad de prestar más atención a nuestra salud mental y emocional.
“Existe la idea de que la enfermedad mental es una enfermedad para siempre y que el trastorno mental se te va a quedar, cuando resulta que es todo lo contrario. Desde el momento en que la persona se recupera es más sólida que cualquiera que pasa por la calle. Ahora tiene armas para defenderse frente a ello”, dice Peñate, quien considera que en la actualidad hay “una gran flexibilidad y tolerancia” hacia las personas que pasan por ansiedad o depresión, una enfermedad estigmatizada que aún no ha conseguido liberarse del todo de las falsas creencias que la asocian con la debilidad e inestabilidad de carácter.
Aunque la banalización de los trastornos mentales ‒se estima que en España una de cada cuatro personas padecerá algún problema mental a lo largo de su vida‒, a los que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha llegado a denominar epidemia silenciosa, sigue estando presente, cada vez son más voces las que hablan alto, claro y sin tapujos, poniendo rostro al sufrimiento que ocasionan. Una de las últimas personas en hacerlo ha sido la cantante Vega, que ha sabido poner música y letra a su propio tormento con Mirlo blanco, su nuevo y desgarrador disco en el que habla a corazón abierto de su bipolaridad.
Simon Biles también hizo frente a sus demonios cuando decidió ‘gritar’ que no podía más y se retiró en plena competición durante los pasados Juegos Olímpicos de Tokio. La gimnasta con más medallas de la historia sucumbía a la presión deportiva y mediática porque “sentía el peso del mundo” sobre su cabeza. Su poderoso e importante mensaje, el de renunciar al éxito para cuidar y proteger su mente y su cuerpo, confirmaba un secreto a voces: la insoportable presión a la que están sometidos los deportistas de élite.
Hace poco más de un mes, Cheslie Kryst, Miss EEUU 2019, terminaba con su vida precipitándose desde un lujoso rascacielos de Nueva York. Ni su familia ni amigos más allegados sospecharon en ningún momento que arrastraba una grave depresión, como la que apagó con la dulce sonrisa de la actriz Verónica Forqué. Y es que, si en algo están de acuerdo los expertos, es en que el silencio no ayuda en estos casos. Desde la OMS están convencidos de que hablar del suicidio desde la prudencia y responsabilidad ayudaría a normalizarlo y reduciría las muertes que causa, 1 de cada 100 en todo el mundo.
“Cuando una persona decide poner fin a su vida lo hace porque su nivel de sufrimiento es tal, que cualquier cosa que haga para aliviarlo le parece ridícula y considera que es mejor marcharse. Por eso tenemos que facilitar los cauces para que puedan pedir ayuda y derribar el estigma frente al suicidio. No pasa nada porque se nos pasen ideas suicidas por la cabeza siempre que tengamos la posibilidad de comentarlas y hablarlas. Si pudieran facilitar a esas personas una vía de comunicación para saber cómo están pensando, podríamos desmontar, en la inmensa mayoría de los casos, todas esas creencias irracionales alrededor de la mejor solución posible”.
“En un estudio en el que participé en Andalucía, el 15% de la población tuvo ideas suicidas durante la pandemia, especialmente en el confinamiento. En realidad son expresiones de angustia y casi nadie lo intenta”, comenta el experto, al tiempo que reconoce que “falta mucha pedagogía respecto a la salud mental y que las personas se reconozcan como víctimas y acepten que no les gusta lo que están pasando”.
En este sentido, la clave de las terapias cognitivo conductuales es el cambio en el modelo de pensar. “Enseñamos a la gente cómo ve su realidad y le hacemos ver que no es real. Siempre es un alivio para los pacientes cuando les enseñamos que los hechos en sí mismos carecen de valor, que lo realmente importante es cómo los interpreta cada uno, y a veces, precisamente, nuestra mente no es la mejor de las consejeras”.
La agorafobia, Copycat y Sigourney Weaver
Si hay un trastorno mental en el que Wenceslao Peñate ha profundizado a la largo de su dilatada trayectoria en el campo de la Psicología Clínica, ese es el de la agorafobia, una enfermedad que la mayoría de la gente identifica siempre con el miedo a los espacios abiertos. Y no es así. “La agorafobia es el miedo al miedo, a que nos pase algo. Las personas que la padecen suelen ser personas que han tenido una experiencia con ansiedad y tienen miedo, viven con el miedo constante en sus vidas”.
Como la psiquiatra Helen Hudson, a la que interpretó magistralmente la actriz Sigourney Weaver en Copycat (1995), un filme en el que presa del pánico constante, Hudson se recluye casi año y medio en su casa de San Francisco después de un intento de agresión por parte de un psicópata que fue su paciente. Una actuación redonda de Weaver, capaz de plasmar la complejidad de este trastorno que, a pesar de ser muy abordable medicamente, es “una de las fobias más incapacitantes que hay”, aclara el experto.
“En la agorafobia, las crisis de ansiedad las empiezas a relacionar con determinados contextos: se relacionan con el trabajo, con la calle, con el supermercado, con un centro comercial… Al final las personas que las padecen terminan medicadas y recluidas en casa, donde consideran que no les puede pasar nada”. Para dar un paso más allá en esta línea de investigación emprendida hace años, Peñate trabaja actualmente en un estudio con el que se quiere verificar que algunas personas con este trastorno responden mejor a los estímulos virtuales que a los reales.
Ante determinadas situaciones reales y virtuales, en las personas participantes se activaban estructuras cerebrales distintas, “por eso estamos probando diferentes terapias con distintos principios activos, a ver si confluyen en cambios muy similares a nivel cerebral”. Y es que la agorafobia no es difícil de tratar, como muchos otros trastornos mentales. “Lo que hay que hacer es acudir rápidamente a los expertos”.
Ya sea en lo que respecta a la agorafobia o a otro tipo de trastornos mentales, lo que es un hecho es que todos los organismos internacionales coinciden en recomendar las terapias cognitivo-conductuales para tratar los problemas leves o moderados, que son los que se abordarán en la nueva Unidad del Servicio Psicológico y Logopédico. Las estimaciones del centro académico apuntan a que el 75% de los casos será de ansiedad y depresión, y se tratará con terapias breves y protocolizadas que incluyen una o dos sesiones de valoración y otra semanal durante el primer mes y medio. Aquellos casos que precisen de medicación, sin embargo, se derivarán.
Si hay un mensaje esencial para este catedrático de Psicología Clínica de la Universidad de La Laguna es que siempre se puede hacer algo. Lo que es una contrariedad para unos puede ser un fracaso para otros, de ahí la importancia de enseñar a las personas a pensar. “Nunca es tarde para ayudar a nadie. En todas las edades de la vida hay metas y sueños, y en las situaciones más desesperadas hay salida, pero tratando a esas personas que no la ven. Siempre se puede ayudar. No hay ninguna razón para que un profesional de la psicología no ayude en cualquier momento”.
Gabinete de comunicación