El reportero Emilio Morneatti, Premio Pulitzer de Fotografía en 2021 por un reportaje sobre cómo afectó la pandemia de la Covid-19 a la población anciana española, mantuvo durante la tarde de ayer, miércoles 16 de marzo, un encuentro con el alumnado del Grado en Periodismo de la Universidad de La Laguna. El fotógrafo, que actualmente es jefe de Fotografía para España y Portugal de la agencia Associated Press (AP), explicó sus orígenes en el fotoperiodismo y cómo concibe esta actividad, que para él supone un auténtico compromiso vital: “El periodismo tal y como lo interpreto no es una profesión: es un estilo de vida”.
Este encuentro fue conducido por la profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación Sonnia Chinea Rodríguez, y ha sido posible gracias al II Congreso Audiovisual y Digital de Canarias, que invitó al fotoperiodista a su edición de 2022. Morenatti ha sido también ganador de otros prestigiosos galardones como el World Press Photo, y ha cubierto conflictos en Gaza, Irak y Afganistán, en donde perdió una pierna, y recientemente ha estado en Ucrania, de donde ha podido salir gracias a los corredores humanitarios establecidos.
Pese a su prolongada trayectoria internacional, Morenatti explica que sus orígenes fueron en el periodismo local en Andalucía, un ámbito que defiende como muy apropiado para que aquellas personas con aspiraciones en el sector adquieran experiencia: “En esta profesión aprendes ‘cagándola’ y en un medio local te lo puedes permitir, no en la AP, donde te puede costar el puesto”, explica. Por ello, aconsejó a la audiencia más joven que tratara de explorar su entorno inmediato, incluso el de la propia familia, para realizar reportajes, porque “la mejor manera de ‘picar piedra’ es hacer historias de ámbito local”.
Pone como ejemplo su propio Premio Pulitzer: tras estar tres décadas recorriendo el mundo e implicándose en peligrosos conflictos armados en los que incluso ha sido herido, finalmente lo ha ganado por un reportaje realizado “en un radio de cinco kilómetros de mi casa”, colándose en hogares, hospitales y morgues cercanas para reflejar la realidad de las personas ancianas durante la pandemia. “Las historias locales pueden ser grandes historias. Un drama familiar puede extrapolarse a lo general”.
A lo largo de toda su ponencia, Morenatti reincidió en la idea de que la fotografía como oficio se adquiere a base de práctica: “Esto no es una habilidad, es un trabajo. No hay ‘Messis’ de la fotografía, hay ‘currantes’. Es una cuestión de horas, de insistencia y de tener un grado de exigencia muy alto. Yo soy muy soldado: me mandan al sitio e intento sacar una producción buena. Nunca sale como uno desea, pero la idea es intentar sacar petróleo donde no hay”.
Por encima de cualidades técnicas, Morenatti defendió que el fotoperiodista debe mostrar iniciativa y actitud. Así fue cómo consiguió llamar la atención de AP: cuando trabajaba en la Agencia EFE y observó que se estaba desarrollando un conflicto entre España y Marruecos en el islote de Perejil que podría desembocar en un episodio bélico, decidió ir allá por su cuenta. Y una vez terminada la crisis, convenció a sus jefes para quedarse en el lugar un día después para comprobar en el terreno que, efectivamente, todo había terminado.
Para llegar desde la costa marroquí al islote, solo pudo recurrir una diminuta barca hinchable de piscina. Morenatti explica que logró convencer al periodista de AP que estaba en el lugar para que lo acompañara, diciéndole que disponía de una lancha zodiac, no de esa embarcación precaria. Y aún así, lograron llegar a su destino y hacer un reportaje. Días después, AP lo convocó a una reunión en Nueva York para hacerle una oferta. “Lo que le interesaba a AP, más que mi talento fotográfico, era una actitud; no conformarte con la fuente oficial, pisar el terreno y también ser un medio loco, tener un punto de inconsciencia”.
Un punto de inflexión en su vida fue la pérdida de una pierna en Afganistán en 2009. Explica que sucedió cuando estaba viviendo un momento especialmente dulce en su carrera y que el año de convalecencia posterior, en uno de los mejores hospitales militares de rehabilitación del mundo, ubicado en Washington, le hizo reflexionar sobre su futuro: “¿Qué vas a hacer? ¿Te conviertes en un discapacitado o intentas seguir?”.
En ese momento de la intervención, Morenatti proyectó un audiovisual que realizó a partir de fotografías tomada por él mimo en Afganistán, en la que mostraba su propio atentado y el proceso de rehabilitación en EEUU. El cortometraje también comparaba su situación en un hospital de primer nivel, buena medicación y prótesis de alta tecnología, con la vivida por los heridos de Kabul, que, si eran afortunados, solamente accedían a prótesis muy precarias.
Durante el coloquio final, una alumna del Grado en Periodismo le preguntó por su actitud ética ante los sucesos que fotografía, cómo decide qué refleja y qué omite, recordando la cita de Kapuscinski según la cual “para ser buen periodista, hay que ser buena persona”. Morenatti coincidió, explicando que para él es imprescindible emocionarse con lo que ve para poder hacer un buen trabajo. “En Ucrania he llorado muchísimo con las despedidas de esos hombretones mandando a su familia a no se sabe dónde para quedarse ellos a defender su país. En Gaza vi cómo a una madre le habían matado a todos sus hijos en un bombardeo. ¿Cómo fotografías eso? Si no lloras en ese momento, si no sientes la rabia, no vas a conseguir que la imagen esté a la altura de la circunstancia. Hay un círculo de comunicación entre el fotografiado y el que fotografía que, si eres mala persona, no se da”.