La Universidad de La Laguna ha vivido hoy, lunes 25 de abril, una ocasión muy especial en su historia porque ha entregado a título póstumo la Medalla de Honor de la institución a César Manrique. Se trata de la máximo condecoración honorífica concedida por el centro, que hasta la fecha solamente había sido otorgada a Su Majestad La Reina de España, en 1991, y al jurista Francisco Tomás y Valiente, en 1996. La de hoy ha sido recogida por José Juan Ramírez, presidente de la Fundación que lleva el nombre del artista, coincidiendo con el centenario del nacimiento de una personalidad a quien la rectora Rosa Aguilar calificó como “visionaria” e “inspiradora” en su discurso de entrega de la medalla.
El acto comenzó con la lectura que la Secretaria General de la universidad, Elvira Afonso, realizó del acuerdo de Consejo de Gobierno de 25 de septiembre de 2019, que aprobaba por unanimidad conceder esta medalla. Francisco Galante Gómez, catedrático de Historia del Arte y director de la Cátedra Cultural César Manrique de la Universidad de La Laguna, fue la persona que en su día presentó la candidatura del artista para recibir la medalla y también quien pronunció durante la ceremonia de hoy unas palabras de alabanza que justifican la distinción “a título póstumo a un artista canario defensor de los derechos humanos y de dimensión universal, pues su aleccionadora obra sobrepasa los meros límites de lo fronterizo”.
El ponente se refirió a un concepto fundamental para comprender la aportación de Manrique: el equilibrio entre la humanidad y la naturaleza. “Vivimos en un período de globalización que nos han conducido a la pérdida casi irremediable de nuestra identidad, de nuestra memoria cultural y de nuestra relación con el entorno. En este contexto, y mucho antes de que se popularizara la conciencia ecologista, César Manrique concibió una nueva manera de pensar la Naturaleza. No se acercaba a ella con espíritu de dominación, sino para comprenderla y humanizarla”,
Por ello, Manrique fue firme en su compromiso de defender el paisaje, superando las trabas tanto de la burocracia y la política como de la especulación urbanística, logrando la supervivencia de la frágil riqueza paisajística de su isla natal. Si bien su periplo vital le llevaría a Madrid, París y Nueva York antes de volver a Lanzarote, Galante recordó que ya en sus primeras obras de los años 40 se refería a la aridez de aquellas tierras, asociada de manera ineludible a las figuras de los agricultores y marineros. Su experiencia posterior le serviría para mejorar y amplificar ese mensaje.
El catedrático de la Universidad de La Laguna recordó la la condición de artista “no, canario, no español, sino universal” de Manrique y repasó parte de las influencias que progresivamente fueron configurando la estética de Manrique, desde las vanguardias europeas hasta la abstracción más matérica y gestual, o incluso el arte pop y cinético, llegando a relacionarse con figuras de primera fila como Andy Warhol, Willen de Kooning, Rauschenberg y Mark Rothko.
En marzo de 1966 regresaría Lanzarote, y sería en ese momento cuando “nace el sueño, la utopía que se lleva a cabo”. Toda esa experiencia y aprendizaje adquiridos en su cosmopolita periplo se vierten en la tierra que le vio nacer. “César Manrique se convertirá entonces en el primer artista español que practicó el activismo medioambiental. Estaba plenamente convencido de que la educación y la protección a ultranza de la Naturaleza fomentaría el progreso de los pueblos”, recordó Galante.
Por ello, su trayectoria le llevó a lograr galardones como la Medalla Nacional de Oro al Mérito Turístico (1976); el Premio Mundial de Ecología y Turismo (1978); la Gran Cruz al Mérito Civil (1978); ,a Medalla de Oro Nacional de Bellas Artes (1980); el Premio Goslar Möncheaus de Arte y Medio Ambiente (1981); el Premio Europa Nostra (1985); el Premio Canarias de las Artes (1987); el Premio Canarias de Bellas Artes (1989), hasta llegar a la Medalla de Honor de la Universidad de La Laguna.
Para finalizar, Galante hizo una última mención al mensaje conservacionista de Manrique recordando su pertinencia: “La especie humana se está extinguiendo. Solo tenemos este lugar. No hay nada más”.
Entrega de la medalla
Tras las palabras laudatorias del profesor Galante, la rectora Rosa Aguilar hizo entrega de la Medalla de Honor al presidente de la Fundación César Manrique, José Juan Ramírez, quien agradeció a la institución académica la implicación mostrada con los actos conmemorativos del centenario del nacimiento del artista y que culmina con la concesión de la distinción de hoy: “Una dignidad que, pocas dudas me caben, César hubiera recibido con satisfacción, aprecio y gratitud, dándole la verdadera dimensión de su alto significado y valor”. También agradeció las palabras de Francisco Galante, así como su “entrega y perseverancia” para lograr este reconocimiento.
Ramírez recordó la figura vitalista y alegre de Manrique, así como su creencia en el arte como instrumento para la mejora social y en que la naturaleza tanto de Canarias como de todo el mundo supone “un patrimonio fundamental para la humanidad y para la supervivencia de la especie humana, hoy amenazada por el cambio climático y, de fondo, violentada por un sistema económico abusivo e insensible que produce desigualdad e injusticia, deteriora los recursos naturales y pone en riesgo la vida en la Tierra”.
En este sentido, recordó algunas citas de Manrique en las que mostraba su creencia en que la educación de la ciudadanía como herramienta para lograr esos cambios y esa conciencia ecológica. “Un pueblo sin cultura está condenado a morir. Por eso creo que el mayor negocio que pueda tener un país es culturizar a su propio pueblo”, citó al artista.
También recordó la necesidad del diálogo y la difusión contante del mensaje conservacionista para lograr que los propios habitantes del territorios se mentalicen y conviertan en sus defensores. “Sensibilizar, instruir, embellecer para provocar felicidad, para proteger la naturaleza y los territorios, para sostener la vida y la singularidad de los lugares, estaban en el centro de su ideario creativo y cívico”, reflexionó el presidente de la Fundación. “Quizá esta visión del papel del artista, junto a sus obras ambientales, su herencia para Lanzarote y su pintura, lo hayan convertido en digno merecedor de la distinción con la que la Universidad lo honra hoy en justa correspondencia con una existencia que tanto honró y sigue honrando a Lanzarote, al resto de las islas canarias y a la humanidad”.
“Uno de los grandes hijos de Lanzarote”
Tras una actuación musical a cargo del saxofonista Fran Rodríguez, la presidenta del Cabildo de Lanzarote se dirigió a la audiencia María Dolores Corujo Berriel, quien tras agradecer la concesión de esta medalla, manifestó su “orgullo al considerar el extraordinario valor del reconocimiento que ahora recae en uno de los grandes hijos de Lanzarote”. También tuvo palabras de alabanza hacia la Fundación César Manrique, por su “encomiable labor” para mantener vivo el legado del artista, tal y como ejemplifico el estreno de “Utopía Manrique” celebrado el pasado viernes en el Auditorio de los Jameos del Agua.
Corujo recordó que ayer, 24 de abril, hubiera sido el cumpleaños de artista, lo cual supone una feliz coincidencia. Por ello, consideró que la concesión de la condecoración académica, unida la estreno del citado documental, suponen “el broche final a los actos, alterados por la pandemia, con los que la Fundación ha conmemorado su centenario”.
La presidenta recordó brevemente la faceta más persona del personaje y sostuvo que su legado sigue vivo hoy en día, cuando la preocupación medioambiental es cada vez más acuciante. “Hace apenas unos meses, cuando el Gobierno de Canarias presentaba su estrategia 2030, conocida como el Pacto de Los Jameos por haber sido presentada en el Auditorio, muchos sentimos que en cierta medida se reivindicaba a César. Su empeño en preservar el paisaje, su idea de poner el desarrollo turístico al servicio de la sociedad insular y no de unos pocos está plenamente vigente”.
Durante su locución, la máxima autoridad de la corporación insular presentó la iniciativa ‘Lanzarote, paisaje humano’, proyecto propuesto ante la proximidad del tercer centenario del inicio de las erupciones de Timanfaya. Con ella se busca obtener la declaración de parte de la isla como Patrimonio Mundial o de la Humanidad por parte la Unesco, basándose en la existencia de aciertos lugares y bienes de la isla con Valor Universal Excepcional, basada en tres pilares: la acción de los volcanes y de la propia naturaleza; la intervención histórica de la población en el territorio, especialmente en el ámbito de la agricultura tradicional; y la relectura que de ambos aspectos realiza Manrique a través de su obra de arte público y paisajismo.
Medalla a un visionario
Finalmente, sería la rectora de la Universidad de La Laguna quien cerrara la ceremonia, haciendo hincapié en el hecho de que la Medalla de Honor de la institución solamente había sido entregada en las dos ocasiones citadas, hace más de veinticinco años. La institución acordó unánimemente concedérsela también a César Manrique, “sin duda, una de las figuras más importantes del pasado siglo en Canarias, cuyo eco sigue resonando en la siguiente centuria”.
La rectora calificó al artista como de un “visionario” en el sentido estricto, pues ya en los años 60 del siglo pasado, en pleno Franquismo y al inicio de la eclosión turística de Canarias, supo ver los peligros que ese desarrollismo podría implicar y que en la actualidad, entrado el siglo XXI, son motivo de preocupación internacional por el propio devenir del modelo productivo y civilizatorio, que pone en peligro la propia existencia humana.
Aguilar también se refirió al magnetismo personal de Manrique, que sin duda fue un instrumento esencial para convencer a las autoridades de su época sobre la necesidad de salvaguardar los recursos naturales y antropológicos de Lanzarote. “Y no solo se acercó a los políticos, sino que logró que su mensaje conservacionista calara en la población de a pie, que aún hoy habla con orgullo del artista y mantiene vivo su legado”.
La rectora también se refirió al hecho de que el bagaje internacional de Manrique, que vivió en Neva York cuado la ciudad era el epicentro del arte, le fue de mucha utilidad en su retorno a la isla para lograr llevar a cabo su gran acción transformada. “Al regresar a su isla, se produjo una asombrosa fusión entre el Manrique artista y el Manrique activista. Esa sintonía entre arte y vida que es tan tópico mencionar en algunas biografías artísticas se da en el lanzaroteño de una manera orgánica, de tal manera que resulta imposible separar una faceta de la otra”.
Finalmente, Aguilar reflexionó que, si bien los cambios sociales son triunfos colectivos que responden a las necesidades de la población, figuras como las de César Manrique “son imprescindibles porque actúan como faros de la razón que iluminan la travesía comunitaria hacia el progreso”. Ese es, pues, uno de los grandes valores de esta figura que, desde hoy, forma parte de la historia de la Universidad de La Laguna.
(Los discursos completos pueden leerse en el siguiente enlace)