La búsqueda de financiación es una preocupación constante de las instituciones, especialmente de aquellas que, como es el caso de una universidad pública, desarrollan diferentes líneas de actuación y prestan un servicio a la sociedad. Lo habitual es recibir fondos mediante trasferencias presupuestarias por parte de los gobiernos de turno y la concurrencia competitiva a convocatorias de entidades púbicas y privadas, especialmente en el ámbito de la investigación.
El mecenazgo privado también es una opción, por lo que las instituciones públicas no dudan en buscar el apoyo de empresas y fundaciones para sacar adelante iniciativas concretas. Lo que resulta menos habitual es que sea una entidad privada la que, voluntariamente y sin que nadie la haya contactado previamente, decida presentarse en la institución pública a ofrecer su ayuda. Y eso fue, justamente, lo que ocurrió en 2007 con la Fundación Pizarroso.
Así lo explica la actual presidenta de la entidad, Rosa Morell Macaya, que ha continuado la labor de su fundador, Josep Pizarroso González, tras su fallecimiento en 2011. “Recuerdo la sorpresa de cuando vinimos por primera vez. El comentario fue: ‘Oye, que aquí hay un señor que dice que viene a dar dinero’. Josep tenía una forma de moverse en el mundo poco protocolaria; otra persona igual habría mandado cartas, pero él dijo: ‘Cogemos el avión, nos vamos allí y llamaremos a la puerta’. Y así se hizo, tanto en la Universidad de La Laguna como en la de Barcelona, con la cual también mantenemos un acuerdo”.
Tras esos inicios tan casuales, y después de unas fructíferas conversaciones, ese impulso quedaría formalizado en un convenio suscrito con el entonces rector Ángel Gutiérrez Navarro, gracias al cual se creó un programa de ayudas para el alumnado de los grados en Enfermería, Medicina y Farmacia que sigue vigente en 2023. Hasta la fecha, han sido concedidas 85 becas y algunas personas han obtenido la ayuda más de un año.
Las ayudas tienen sus peculiaridades: su cuantía por persona es de 7.000 euros, una cantidad holgada porque Josep Pizarroso pretendía que las personas beneficiarias pudieran dedicase en exclusiva a los estudios. Sin embargo, su abono está dividido en dos fases: la primera, denominada beca, asciende al 40% del total (es decir, 2.800 euros) y se concede de manera incondicional a todas las personas seleccionadas. Los 4.200 euros restantes se entregan como premio solamente a quienes hayan superado 60 créditos durante el curso, para valorar así el esfuerzo realizado.
La convocatoria ha ido creciendo con los años: “Empezamos con dos becas en el curso 2008/09. En el 2010/11 fueron tres y luego, hasta 2014, dimos cuatro cada año. A partir del 2014/15, ya fueron siete e incluso ha habido años en los que esa cifra ha aumentado, porque cuando no hemos podido dar todas las becas previstas para Cataluña, han pasado a la Universidad de La Laguna. También es el caso si algún estudiante ha renunciado a la beca porque le han concedido la del Ministerio o porque no cobró la segunda parte por no superar los 60 créditos”.
La presidenta de la fundación explica que es muy difícil que un estudiante consiga mantener la beca durante toda la carrera, pues el criterio prioritario para la concesión es el económico y las probabilidades disminuyen, ya que cada año hay muchas solicitudes que reúnen los requisitos de las bases de la convocatoria. “Sin embargo, precisamente este curso hay un estudiante de Medicina que va a ser el primero que ha logrado la ayuda durante los seis cursos del grado”.
Devolver lo recibido
Las becas de la Fundación Pizarroso están íntimamente ligadas al periplo vital de su creador. Su idea subyacente era que, pese a venir de una familia humilde, él pudo dedicarse a su vocación, la medicina, gracias que en su momento fue becado y pudo estudiar. Por ello, cuando tuvo suficiente solvencia económica, ya avanzada su carrera profesional, decidió dedicar su patrimonio a la concesión de estas ayudas para personas que pudieran estar en un caso similar al suyo durante la niñez.
Como explica Morell, “él tuvo que luchar para conseguir la ayuda, porque en aquellos años, en España no existían becas, por lo que empezó a moverse por distintas instituciones públicas, explicando su situación precaria y su interés por estudiar Medicina, y al final logró que la Diputación de Barcelona le concediera unos fondos anuales tras demostrar sus calificaciones académicas y la situación económica familiar”.
Lo que hizo fue escribir cartas de puño y letra dirigidas a varias instituciones de su época, con la esperanza de que alguien, en un momento determinado, se interesara por su caso. “Las instituciones responden cuando está todo muy regulado, pero cuando no es así, como en aquella época, la respuesta dependía mucho de la persona con la que te encontrases. Por desgracia, eso sigue siendo así a veces. Y si, además, hablamos de unos tiempos en los que ni tan siquiera existía un procedimiento regulado, pues era todavía más complejo”.
La insistencia tuvo frutos, pero, a pesar del apoyo institucional logrado, ese dinero no era suficiente para que Pizarroso pudiera desarrollar plenamente su carrera, por lo que tuvo que ampliar sus ingresos con trabajos eventuales que compaginaba con el estudio. De ahí su preocupación posterior por que las becas de su fundación facilitaran que quienes las obtienen no tuvieran que pasar por la misma situación y puedan centrarse exclusivamente en sus objetivos académicos.
Las becas se conceden tanto en la Universidad de Barcelona, ciudad donde se ubica la fundación y en la cual el fundador desarrolló gran parte de su trayectoria como cirujano en la sanidad pública, y también en Tenerife, ya que su madre era oriunda de la isla y, por ello, se quiso mantener el vínculo con ese pasado de su familia pues, de hecho, hasta el final de su vida, seguía teniendo parientes canarios.
La influencia de su biografía sobre la actividad de la fundación va más allá: el logotipo de la entidad presenta una imagen del Teide y otra de las montañas del Cadí en la Seu d’Urgell (Lleida), porque Pizarroso, durante algunos años, trabajó los fines de semana en un hospital privado de dicha localidad y pudo entablar una relación muy cercana con sus vecinos. Además, le gustaba pasear por ese entorno y consideraba un espectáculo natural sin igual la vista de esas montañas nevadas.
Por ello, la convocatoria de becas en Cataluña guarda una plaza específica para un estudiante empadronado en dicha comarca. “Él consiguió durante un tiempo un plus trabajando los fines de semana en ese lugar y se sentía agradecido por ese trabajo que pudo desarrollar allí. Todo da vueltas a lo mismo: él era generoso y lo bueno que había tenido en la vida, en la medida de lo posible, quería devolverlo. Tenía un gran sentido de la reciprocidad”.
Estar a la recíproca
Dado que la generosidad era un valor primordial para Josep Pizarroso, las becas que creó han intentado mantener ese espíritu y, por ello, tienen la denominación oficial de “becas-premio de estar a la recíproca”, un concepto que las propias bases explican: “Los beneficiarios se comprometen en el futuro, dentro de sus posibilidades, a ser protectores de la Fundación y a revertir el soporte económico que han recibido para poder convocar nuevas becas y así poder dotar a nuevos becarios, aunque este compromiso tiene carácter moral y no comporta obligación jurídica ni condiciona la obtención y disfrute de las ayudas”.
Rosa Morell aclara que la Fundación no espera que esa condición se manifieste de manera literal con donaciones de dinero. “Se trata de destacar el espíritu, de que la persona que ha sido beneficiara en el futuro se plantee que, si en un momento tuvo esta ayuda que le permitió evolucionar y formarse, que de algún modo exprese esa reciprocidad en la vida, en el trabajo, en las relaciones. Que se plantee no convertirse en una persona egoísta que solo piense en sí, sino que también pueda contribuir en lo que encuentre a su alrededor”.
De algún, modo, esa mentalidad pervive en muchas de las personas que han sido becadas y algunas de ellas mantienen cierta vinculación con la fundación años después de su relación con ella: “Por ejemplo, hace cuatro días recibimos la llamada de un estudiante que ya hace cinco años que terminó, para explicarnos lo que estaba haciendo y para darnos las gracias. Otros estudiantes nos llaman para plantearnos algún tipo de colaboración, ofreciendo parte de su tiempo libre por si nos pueden ayudar en algún proyecto”.
También ha habido antiguos becarios que han colaborado con la Universidad de Barcelona en un programa de mentoría, poniéndose en contacto con estudiantes de Secundaria que tienen buen currículo académico pero una situación socioeconómica delicada, para explicarles su caso particular y que, de algún modo, “se vean en un espejo y comprendan que pueden conseguirlo”.
Esa familiaridad con los becarios puede obedecer a que la Fundación Pizarroso es, como reconoce su presidenta, una entidad muy pequeña que se dedica casi exclusivamente a la concesión de estas becas. Actualmente, cuenta con nueve patronos, incluyéndose ella, siete de los cuales provienen del mundo de la medicina y la enfermería, y dos del derecho, entre ellos Fermín Martín Izquierdo, jefe de Servicio de Estudiantes de la Universidad de La Laguna, cuya eficacia y compromiso con estas ayudas en la institución tinerfeña han propiciado que la entidad le solicitara formar parte de su núcleo.
“Él ha sido fundamental en el acompañamiento por todo ese engranaje administrativo que para nosotros era imposible de entender y manejar, y nos ha facilitado el terreno de una forma extraordinaria, mucho más allá de sus obligaciones. Tanto es así que, desde hace poco, es miembro del patronato porque consideramos que era una persona tan valida que se lo propusimos, y él estuvo encantado”.
El patronato realiza, al menos, tres reuniones anuales: una para rendición de cuentas, otra para actualizar y aprobar la convocatoria de becas, y una tercera para evaluar cómo ha funcionado la actividad de la fundación ese año. Es, además, una entidad finita: “Sólo dispone de los fondos del fundador, no hemos querido tener donaciones púbicas porque consideramos que éstas deben ir para quienes no tengan dinero. Eso quiere decir que, cuando se termine el dinero del fundador, se terminó la fundación”.
Formación emocional
Si bien la convocatoria de becas supone la actividad preponderante de la Fundación Pizarroso, ocasionalmente ha ido abriendo otras líneas de actuación. Si en Cataluña ya hemos hablado del programa de mentoría, en el caso de la Universidad de La Laguna, el pasado curso 2021-22 se convocó un curso para estudiantes de Enfermería y Medicina sobre los aspectos emocionales de la asistencia sanitaria.
“Es un ámbito donde la comunicación es importante porque estamos trabajando con personas enfermas que sufren. Y también sus familias y los propios sanitarios, que no somos de piedra y, en muchas de estas circunstancias, sufrimos, nos enfadamos, nos ponemos nerviosos, nos confundimos… En fin, nos suceden cosas y deberíamos aprender recursos que nos permitan manejarnos en esas situaciones sin hacernos daño y sin hacer daño a los demás. Y eso no siempre está abordado en el currículo con la suficiente extensión”.
Para poder realizar el curso hubo que ampliar el convenio con un anexo que permitió que su directora fuera una componente del patronato, Lubelza Roca, médico psiquiatra y docente en el Máster en Cuidados Paliativos de la Universidad de Barcelona y de cursos de formación continuada para profesionales sanitarios y de Trabajo Social. Por parte de la Universidad de La Laguna, la coordinadora fue Mercedes Arias Hernández, de la Sección de Enfermería. Hace unas semanas se ha evaluado el resultado de esta primera edición y ha sido muy positivo tanto por parte del profesorado como del alumnado, por lo que se ha decidido darle continuidad.
Esa vertiente emocional de las profesiones sanitarias siempre ha sido una preocupación de Rosa Morell, como siempre ha dejado traslucir en sus intervenciones cuando viene a la Universidad de La Laguna para entregar en mano sus credenciales a quienes han obtenido la beca. Es frecuente que pronuncie un pequeño discurso en el cual hace hincapié en estos asuntos, y en alguna ocasión ha llegado a regalar a los becarios libros como “La sonrisa etrusca” de José Luis Sampedro, para que puedan hacer alguna lectura inspiradora.
“No podemos negar que esa parte de sensibilidad existe; dejar a los profesionales a su aire y a que su sentido común, su conocimiento o su madurez personal les permitan manejarse sin más en esas situaciones delicadas nos parecía a todos los miembros del patronato, desde hace ya muchos años, que era muy arriesgado, porque ponía en peligro la atención integral a los enfermos”. Como recuerda la presidenta, esa situación se exacerbó con la pandemia de la Covid-19 que, como es bien sabido, supuso un gran estrés para el personal sanitario.
Con la creación de este curso, la vinculación entre la Fundación Pizarroso y la Universidad de La Laguna no solo se prolonga en el tiempo, sino que tiene visos muy sólidos de continuidad. La institución académica ha sido consciente desde los primeros momentos de la importancia de esta relación y, por ello, ya en 2013 le concedió su premio institucional de Mecenazgo. Un año más
tarde, se celebraba un acto público de reconocimiento para el cual se editó un video que repasaba la trayectoria de la fundación e incluía testimonios de, entre otros, antiguos becarios del centro tinerfeño. Y en 2017 hubo una nueva ceremonia, para conmemorar los diez primeros años de entrega de estas becas.
Por su parte, Rosa Morell señala que el agradecimiento de la fundación a la institución académica es muy grande. “Aunque yo lo diga cada año cuando voy a Tenerife, no es una formalidad. A pesar de la distancia, hemos sentido que la Universidad de La Laguna ha hecho un trabajo extraordinario y facilitador para la fundación. Si se están dando tantas becas durante tantos años, es porque la universidad lo está consiguiendo: desde la publicidad que se hace hasta el acto de concesión, que se mantuvo incluso durante el confinamiento, cuando hubo entregas de becas a las que yo no pude asistir por seguridad. Eso, a todo el patronato, nos emociona”.
Gabinete de Comunicación