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Palabras sin fronteras

viernes 27 de septiembre de 2024 - 13:16 GMT+0000

De izquierda a derecha: Magdalena Fernández, Irene Hernández, Carmen Toledano y Alba Rodríguez.

Quizás si nuestras protagonistas hubieran estado en la construcción de la Torre de Babel, esta historia bíblica hubiera tenido un desenlace mucho menos traumático. En un mundo ideal, todos los seres humanos hablarían el mismo idioma, pero afortunadamente, los múltiples matices culturales, geográficos o etnográficos han ido separando idiomáticamente a las personas, generando un abanico dialectal que es un tesoro pero, no cabe duda, puede dificultar la comunicación.

Los humanos han desarrollado unos 6.000 idiomas diferentes, un galimatías insalvable si no fuera porque existen personas dedicadas a unir puentes y a traducir las lenguas. No son muy conocidos, quizá seamos incapaces de citar a una sola de ellas, pero sin su trabajo la cultura no sería tan universal: jamás hubiéramos podido disfrutar de las obras de Shakespeare, Julio Verne o Haruki Murakami. Ni la Biblia, ni el Corán ni “El Principito”, ni siquiera el cuento de los tres cerditos serían accesibles para todo el mundo y solo aquellas personas que dominaran un segundo idioma las disfrutarían. Sin duda, los traductores son los democratizadores de la cultura.

Tan importante es su trabajo que tienen su propio día. Cada 30 de septiembre la ONU conmemora el Día Internacional de la Traducción. “Un arte que vale la pena proteger” es el lema que ha elegido este año la Federación Internacional de Traductores para poner en valor el trabajo de estas personas que están detrás del arte histórico de traducir.

La Universidad de La Laguna ha sido pionera en España en la formación superior en interpretación desde que en 1988 lanzó el Máster en Interpretación de Conferencias (MIC), el primer programa de posgrado enfocado en esta especialidad, tanto en la modalidad consecutiva como simultánea. El MIC cuenta con el respaldo y la colaboración de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo, y forma parte del consorcio internacional EMCI (European Masters in Conference Interpreting). Por ello, hemos contactado con tres profesoras de esta titulación, profesionales y amantes de la traducción e interpretación.

Alba Rodríguez.

Alba Rodríguez.

Rodeadas de cabinas de interpretación, en un espacio que simula una sala de conferencias o grandes reuniones, las tres investigadoras nos atienden en este campo de entrenamiento de los futuros profesionales de esta compleja disciplina, en la cual es necesario denominar muchas más habilidades que las meramente idiomáticas porque es mucho más que pasar un mensaje de una lengua a otra.

Se trata de un rol poco conocido ¿acaso por la discreción del profesional? ¿El trabajo del traductor debe pasar desapercibido o, por el contrario, necesita dejar su huella personal? Pues al contrario de lo podría parecer, esta tarea, como casi todas las ocupaciones del ser humano, deja su huella. Alba Rodríguez, profesora ayudante doctora de la Universidad de La Laguna, deja claro que el trabajo del traductor no puede pasar desapercibido. Si ya de por sí cuando contamos algo que nos ha dicho alguien introducimos nuestras, a veces inconscientes, marcas personales, ¿cómo no va a suceder cuando hablamos de idiomas distintos, distintas culturas y momentos?

Todo es interpretable, desde el tono de voz a la manera en la que habla el interlocutor. Rodríguez explica que los textos traducidos pueden tener funciones diferentes a la que tenían en el original. “Puedo estar traduciendo una novela y puedo estar haciéndolo con un objetivo diferente”, como puede suceder en una edición bilingüe, para un estudio filológico, que nunca va a funcionar como un texto literario. “Y lo mismo sucede en una interpretación. La visibilidad del intérprete va a variar dependiendo de la función comunicativa”. Por eso, una de las primeras cuestiones que tiene que tener claro un intérprete o traductora es para quién está traduciendo, pues ello determinará cómo será el trabajo y cuál será su función en el proceso de comunicación. “No es lo mismo estar interpretando en la Comisión Europea que en un conflicto de violencia de género”, matiza.

Traducción, violencia de género y teléfono

La primera imagen que viene a la cabeza al pensar en una intérprete en una cabina, con la profesional traduciendo una conferencia o una ceremonia. Pero muchas veces su trabajo se desarrolla en lugares con mucho menos glamour: comisarías de la policía, cuarteles de la guardia civil, salas de tránsito de los aeropuertos o muelles pueden ser la oficina de muchos de estos profesionales. Carmen Toledano, profesora titular del departamento de Filología Inglesa y Alemana de la Universidad de La Laguna que estudia el papel de la traducción e interpretación con víctimas de violencia de género, explica que existe un riesgo de revictimizar a las extranjeras que han sufrido violencia de género, ya que la barrera idiomática aumenta el padecimiento de la mujer que tiene que cargar con la agresión y la incapacidad de solicitar ayuda.

Carmen Toledano.

Carmen Toledano.

Durante una conversación, el apoyo visual aporta mucha información sobre la comunicación que se está manteniendo: la mirada, expresiones faciales o movimientos de las manos, todos ellos son muletas que van apuntalando la charla y que sirven de apoyo cuando el sonido falla en un momento. Por eso, la traducción de una conversación telefónica, en la que no están presentes todos esos estímulos de apoyo, exigen una elevada habilidad profesional.

María Magdalena Fernández es profesora asociada del Departamento de Filología Inglesa y Alemana. Una de sus líneas de investigación está enfocada en la didáctica de la interpretación telefónica, un tipo de mediación lingüística empleada en los servicios públicos. Aunque es un recurso que brinda la tecnología, la investigadora recomienda no usarla por defecto porque, al ser un sistema rentable y rápido, en ocasiones se utiliza en contextos donde no es la opción ideal. “Aun así, es un sistema de interpretación muy interesante porque salva muchas distancias. En un territorio insular como el nuestro puede resultar de gran utilidad, pero necesita de una formación específica”.

Esta formación básicamente se basa en enseñar al alumnado a adquirir técnicas y estrategias para compensar esa falta de contacto visual. Requiere de una mayor proactividad, por lo que el paradigma ético de la visibilidad del intérprete se queda detrás de la puerta. “En estos casos, la intérprete tiene que tomar la iniciativa”. Así que gestiona los turnos de palabra e indica a las personas cuándo tienen que hablar. En definitiva, dirige la conversación.

Esto, reconoce, no es siempre bien visto por los interlocutores. En su opinión, falta cultura de la interpretación que se compensa con profesionalidad. Cuando una persona tiene reparos en hablar o le cuesta abordar temas muy íntimos todo fluye mucho mejor cuando el o la intérprete se muestra como una profesional más. “Igual que el médico o el policía”. Según su experiencia, esos problemas de vulnerabilidad de las personas que necesitan un intérprete se superan en unos pocos minutos cuando las partes reconocen que están ante un especialista altamente cualificado y no frente a una versión humana de “Google Translate”. Pero eso también atrae otros tipos de problemas, ya que en ocasiones las partes intentan llevarle a su terreno. “No somos ni el otro policía ni el compinche”. Hay que mantener siempre la imparcialidad y la neutralidad y para ello es fundamental la formación específica. Y eso, se lamenta, en los servicios públicos no está ocurriendo en estos momentos.

Magdalena Fernández.

Magdalena Fernández.

La buena interpretación es rentable, según Carmen Toledan. “La administración, en líneas generales, le da muy poca importancia a nuestro trabajo y económicamente resulta mucho más rentable de lo que piensan. Es mucho más caro desocuparse que ocuparte. El gasto en salud es mucho más elevado cuando tiene que reparar los malos entendidos o la exclusión de los pacientes por falta de traductor o la mala interpretación que detectar estos pacientes en etapas tempranas de sus patologías. Países como Estados Unidos no tendrían servicios de interpretación tan asentados si no fuera rentable para sus sistemas sanitarios o judiciales”. Cuando la comunicación no es correcta, los gastos se disparan.

Interpretar a África

Vivimos a escasos kilómetros de un continente gigante con millones de francoparlantes. Vecinos que tienen muchas más relaciones con nosotros que los mediáticos flujos migratorios que llegan en las precarias embarcaciones. Relaciones culturales, científicas o económicas se dan a diario y en estos casos, como no, la interpretación es fundamental. Irene Hernánedez Cabrera es investigadora del departamento de Filología Clásica, Francesa, Árabe y Románica especializada en las culturas francófonas, como su compañera Alba. “El francés es una de las lenguas de nuestro entorno inmediato. Mauritania, Marruecos y Senegal son francófonos y parece que nuestra relación con estos países está solo en acoger a inmigrantes que llegan en cayucos, pero la relación con nuestros vecinos se da durante todo el año y en todo tipo de ámbitos”. Todas esas “otras” relaciones políticas, culturales y económicas no se visibilizan pese a ser muy intensas. Esto genera, afortunadamente, un tráfico de obras literarias que llegan del continente africano que se traducen al castellano y viceversa. Todo un legado de la literatura del pensamiento y la intelectualidad africana que fluye entre los dos territorios.

El futuro de la interpretación también pasa por la IA

Muchos piensan que la interpretación y la traducción tienen los días contados gracias al paso implacable de la inteligencia artificial. Pues nuestras protagonistas, lejos de temer quedarse sin trabajo, acogen la llegada de esta tecnología con optimismo. Alba Rodríguez no cree que la IA acabe con su trabajo: lo hará más fácil, más especializado tal vez, pero no terminará con él. Atisba en el horizonte una simbiosis donde la IA se encargará de traducciones básicas “como las instrucciones de una lavadora” pero dejará en manos de los humanos la interpretación, porque traducir, como conocimos antes, es mucho más que pasar una información de una lengua a otra.

“Antes tenías que buscar vocabulario en diccionarios de hojas muy finas, era horrible. Yo ahora traduzco mucho mejor, rápido y más, gracias a estas herramientas”. María Magdalena reconoce que no ve viable una traducción política, por ejemplo, realizada cien por cien por una máquina. Y no tiene que ver con su eficacia. “¿Quién te garantiza que ese software no está manipulado? ¿Cómo sabes que esa conversación será confidencial? ¿Quién tiene la propiedad de estos softwares?”. Por su parte, Alba agradece la llegada de la IA, pues está convencida que toda aquella traducción que necesite de “un color o un sabor” precisará de la intermediación de una persona. “Es imposible que una máquina lo haga”.

Irene Hernández.

Irene Hernández.

Desde el MIC se lleva unos años trabajando en un asistente virtual de interpretación denominado Smarterp, el compañero de cabina que todos los intérpretes quisieran tener durante su trabajo. Esta prometedora herramienta, que asiste al intérprete en tiempo real, es una colaboración con el mundo de la ingeniería, un ejemplo de colaboración entre la academia y la empresa.

Esta asociación permite que Smarterp, con su plataforma de interpretación remota, se adapte a las necesidades de los intérpretes, con todo lo que tendría una consola de interpretación analógica y mucho más. Irene explica que “la IA ha sido implementada en unos módulos que muestran al intérprete ayudas visuales de elementos potencialmente difíciles como nombres propios, organizaciones, cifras, etc”. Una tecnología que hace más fácil su trabajo pero que nunca les sustituye.

Este reportaje es una iniciativa enmarcada en el Calendario de Conmemoraciones InvestigaULL, un proyecto de divulgación científica promovido por la Universidad de La Laguna.

Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)


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