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Neurociencia afectiva y salud mental

jueves 10 de octubre de 2024 - 08:11 GMT+0000

Hipólito Marrero posa ante la sede del Instituto Universitario de Neurociencia, en el Campus de Guajara.

Parece imposible que alguien pueda dormir en una silla toda la noche −y sin poner los pies en el suelo−, darse 42 duchas y cambiarse la camiseta alrededor de 3.600 veces antes de salir de casa para ir al instituto, tal y como hacía Jaume Aymar. Este DJ catalán tuvo que lidiar durante toda su adolescencia con una cascada irrefrenable de fuertes obsesiones y pensamientos intrusivos que le provocaban una terrible ansiedad, aplacable solo con esas conductas repetitivas que se sucedían durante cuatro horas al día.

Ese era el tiempo que tardaba en replicar sus compulsiones, propias del denominado Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) de pensamiento mágico o supersticioso. Reproducir siempre las cosas en un mismo orden es el único antídoto posible con el que las personas que padecen esta disfunción −en España alrededor de 3%, lo que supone una cifra de 1.700.000 afectados en nuestro país− creen que pueden evitar que les suceda algo malo.

Porque además de las compulsiones, todos aquellos que padecen TOC, sea del tipo que sea, “tienen pensamientos incisivos muy perturbadores y recurrentes”, precisa  Hipólito Marrero, profesor del Departamento de Psicología Cognitiva, Social y Organizacional, miembro del Instituto Universitario de Neurociencia (IUNE) de la Universidad de La Laguna, e investigador principal del proyecto NEUCOGTOOL, una herramienta neurocognitiva pionera que servirá para evaluar la aproximación-evitación en inhibición, en los trastornos mentales.

Esta línea de investigación, centrada en los procesos de inhibición, así como en los conflictos de aproximación y evitación, juega un papel crucial en la regulación de la conducta humana, y es clave en estos proyectos, tal y como apunta el experto de la Universidad de La Laguna. Y para entenderlo, nada más cotidiano y sencillo que el conflicto entre aproximación y evitación que surge, por ejemplo, al detenerse ante un semáforo en rojo, momento en que el cerebro activa un mecanismo que frena una acción adaptativa como caminar.

Enmarcado en los denominados proyectos de prueba de conceptos, porque desarrollan innovaciones con potencial transferible a la sociedad, NEOCOGTOOL no solo ha puesto el foco en los TOC. Dirige también su atención a la depresión, ansiedad, trastornos de impulsividad o la adicción, todos ellos con una base emocional muy significativa y estrechamente relacionada con los mecanismos cerebrales de recompensa.

“Lo que hacemos en el proyecto, por un lado, es elegir trastornos de tipo afectivo, como la depresión, la ansiedad social y generalizada, los trastornos de alimentación y los obsesivo compulsivos. Por el otro, seleccionamos determinadas tareas que nos ofrece la psicología experimental, y que en el instituto (IUNE) hemos comprobado que miden muy bien, tanto los trastornos de inhibición, como los conflictos de aproximación y evitación”, explica Marrero.

Vivir con TOC

Lo principal es saber cómo procesa el cerebro este tipo de situaciones o conflictos que los afectados viven con una mayor o menor intensidad. Dejando a un lado que la interpretación de Jack Nicholson en Mejor imposible (As Good as It Gets, 1997) es memorable, además de ser una de las encarnaciones más brillantes y realistas del Trastorno Obsesivo Compulsivo de la historia del cine, la realidad es que las personas con este trastorno sufren más de lo que Melvin Udall, su personaje, lo hace en la gran pantalla.

Las compulsiones que dictan la vida diaria de Melvin, como evitar caminar en las losas del suelo, negarse a tocar a otras personas, o profesar una aversión casi patológica hacia la gente que lo rodea, resultan perfectas en el cine. No así en la vida real. Ese equilibro entre la comedia y la tragedia que Nicholson exhibe magistralmente se esfuma desde el mismo momento en que las personas que conviven con este trastorno relatan cómo es su día a día.

“Es importante que se entienda la situación que atraviesan todas aquellas personas que padecen este trastorno, porque sufren mucho. No se trata solo de afrontar y convivir con las compulsiones, necesarias para poder rebajar el nivel de ansiedad con el que conviven a diario. También tienen muchos pensamientos intrusivos y perturbadores que son recurrentes”.

Hay que puntualizar que la permanencia de esos pensamientos intrusivos, en ocasiones hasta “de carácter desagradable y poco ético”, no tiene por qué inducir a la persona a hacer nada de lo que tiene en mente. Lo que sí es cierto es que “logran colocarse en su cerebro y no se van”, generándoles un montón de ansiedad. Es como “un mecanismo de defensa”, apunta Marrero.

Sin embargo, y a pesar de que en muchos casos las personas con este trastorno alcanzan un nivel de ansiedad tan grande que les impide llevar una vida normal, no todos los TOC son iguales. Los hay con síntomas leves y bastante manejables que, en no pocas ocasiones, se han virilizado más por la fama de quienes los padecen, que por la gravedad de su afección. Del actor Leonardo Di Caprio y su manía por revisar puertas cerradas y luces apagadas, o el exfutbolista David Beckham, obsesionado con la perfecta alineación de sus zapatos, al actor Daniel Radcliffe: el que fuera protagonista de Harry Potter ha confesado públicamente en numerosas ocasiones su exagerada manía por la simetría.

Estos son solo algunos ejemplos de gente famosa que han logrado dar visibilidad a una afección que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), padece el 23% de la población mundial, una cifra que no ha hecho más que engrosarse tras la pandemia de COVID-19, causante de un socavón irrefrenable en la salud mental de millones de personas. Tal y como evidencia el organismo internacional en su informe de 2022, una de cada ocho personas en el mundo sufre algún tipo de trastorno mental, que varía según el sexo y la edad. De todos ellos, son los trastornos de ansiedad y los depresivos, los más comunes, tanto en hombres como en mujeres.

Cuidar la salud mental

Es cierto que la COVID-19 pegó zarpazos incontrolados a la salud mental y emocional de gran parte de la población, dinamitando ánimos y agrandando miedos e inseguridades en adultos, pero sobre todo en jóvenes y adolescentes que están en pleno proceso de construcción de su identidad. La pandemia agravó los trastornos de la mente y aumentó el número de casos. Sí, pero es indudable que puso el foco en la necesidad de prestar más atención a nuestra salud mental y emocional.

Aunque la banalización de los trastornos mentales ‒se estima que en España una de cada cuatro personas padecerá algún problema mental a lo largo de su vida, a los que la OMS ha llegado a denominar epidemia silenciosa− sigue estando presente, cada vez son más las voces que hablan alto y claro, poniendo rostro al sufrimiento que ocasionan y visibilizando lo que para algunos es una súplica desesperada que al fin ha comenzado a ser escuchada: el incremento de los recursos de atención a la salud mental en el Sistema Nacional de Salud.

Una de esas voces conscientes de que hay que hacer todo lo posible para agilizar las intervenciones en materia de salud mental es Hipólito Marrero. Y ese tanto más que debe hacerse, además de aportarlo la Medicina, también puede venir de la mano de la neurociencia. De ahí la idea y desarrollo de NEUCOGTOOL, una potente herramienta que permitirá, “previsiblemente”, realizar una detección temprana de los distintos tipos de trastornos mentales.

“La actualización de la salud mental con la incorporación de la neurociencia permitiría obtener diagnósticos más rápidos e intervenciones mejor orientadas que tendrían repercusiones en las listas de espera de los servicios de atención primaria, además de en la calidad de vida de los afectados. Si le diéramos al servicio la posibilidad de registrar la actividad cerebral en unos minutos, para saber si esa persona está con o sin sintomatología, podríamos estar identificando y derivando ya, desde ese mismo momento, o saber si solo necesitan asesoramiento”.

La detección temprana de los trastornos mentales es un paso determinante si se tiene en cuenta que en ocasiones no es fácil diferenciar si los síntomas corresponden a unos trastornos o a otros. Los pensamientos intrusivos, por ejemplo, pueden adueñarse tanto de las personas depresivas como de las obsesivo-compulsivas. Por ello, aunque son alteraciones diferentes, en ocasiones la frontera entre la una y la otra es “muy débil”.

El valor de NEOCOGTOOL

Delimitar claramente esa frontera es una de las valiosas aportaciones de NEUCOGTOOL, un aparato ideado y construido en la Universidad de La Laguna después de un proceso bastante largo que ha permitido poder integrar las tareas seleccionadas con el registro cerebral de cada persona. Con este método es posible colocar un gorro con electrodos a los sujetos en un tiempo récord (no se tardan más de cinco minutos), ya que no se precisa el uso de geles específicos que alargan la aplicación hasta media hora, convirtiendo este paso en una auténtica molestia.

Una vez que se tiene el gorro en la cabeza, las personas se sientan en una silla que está conectada al ordenador, donde pueden ver las tareas que responden a los conceptos de aproximación y evitación, representados con caras de enfado (evitación) y felicidad (aproximación), para proceder a su selección. “Es decir, al sujeto le pides que, aunque la tendencia automática es el rechazo, que haga el movimiento de motor de aproximación”, puntualiza el experto de la Universidad de La Laguna.

Marrero reconoce que, aunque todavía hay que hacer un esfuerzo por mejorar aún más de lo que se ha hecho, la “relación señal-ruido”, lo cierto es que hasta ahora se han podido recoger “buenos registros de la actividad cerebral” de las personas participantes, un total de 120 estudiantes de la Universidad de La Laguna, de los que se han obtenido registros múltiples a partir de muestras análogas. Un proceso en el que se ha aplicado la inteligencia artificial en estado de reposo (‘resting state’).

Es importante señalar que los sujetos se han clasificado según escalas. “Esto nos ha permitido diferenciar a los que no puntúan alto en las escalas establecidas, de los que muestran sintomatología, además de haber podido evaluar los circuitos cerebrales perturbados en los procesos de inhibición y resolución de conflictos”, precisa el especialista en neurociencia.

El siguiente paso, al que todavía no se ha llegado, supone pasar a una fase que permita, mediante la inteligencia artificial, diferenciar cada tipo de trastorno en función de los circuitos cerebrales que estén alterados, además de trasladar los estudios que se han realizado en población universitaria sin sintomatología, y con sintomatología, a la población clínica. Para ello, se ha firmado un convenio con el Hospital Universitario de Canarias (HUC).

“Una vez que hayamos probado los algoritmos clasificatorios en población análoga, con sintomatología, tenemos que ver si se confirma el diagnóstico con la población clínica. Para ello hay que comprobar qué tipo de funciones y circuitos cerebrales están siendo afectados con el fin de personalizar el tratamiento de la forma más adecuada posible”, aclara Marrero.

Si todo sigue el curso programado, el resultado final será un dispositivo que se podrá incorporar a las consultas de atención primaria, secundaria y hospitalaria, con el que se podrá evaluar, en 45 minutos, si el paciente presenta sintomatología depresiva, ansiosa, obsesivo compulsiva, o de trastornos de alimentación. Sin duda, una mejora notable en la diagnosis de los trastornos y en la intervención de la salud mental en Canarias y España.

NEOCOGTOOL todavía está a mitad de camino para llegar a ser una realidad tangible en las consultas, que podrán adquirir el aparato por una cuantía que oscila entre los 10.000 y los 15.000 euros, según las estimaciones de los investigadores que, junto con Hipólito Marrero, continúan trabajando para que este instrumento se convierta en toda una realidad.

Agustina Birba, Damián Jan Cordón, Emma Rico Martín, Melany de León Méndez, Yennifer Ravelo González, Iván Padrón González y Manuel de Vega Rodríguez conforman, junto a Marrero, un equipo multidisciplinar de dilatada experiencia que ahora se prepara para afrontar una nueva convocatoria, una vez que la de 2021 ha finalizado. El objetivo de la próxima es patentar esta herramienta pionera que, en cuestión de unos minutos, podrá arrojar la luz suficiente para orientar al profesional de la medicina en la detección temprana de los trastornos mentales.

Según recalca Marrero, “no hay personas deprimidas y no deprimidas. No, no. Eso es en la condición clínica, pero la depresión aparece antes, empieza por síntomas muy leves y puede terminar con síntomas muy, muy graves. Y lo mismo ocurre en el trastorno obsesivo-compulsivo o la ansiedad generalizada”. Y estas son razones suficientes para continuar adelante. Porque a pesar de ser consciente de que el éxito aún no está asegurado, el entusiasmo sí que lo está.

Gabinete de Comunicación


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