Emigrante de sí misma: el cuerpo poético de Alejandra Pizarnik
Resumen
Alejandra Pizarnik fue buena poeta hasta el final. En los minutos previos a su suicidio, incluso, segundos antes de dejar de respirar, hasta la última de sus horas en este mundo, Alejandra fue poeta. Su muerte es la justicia poética, el performance radical que pone fin a una búsqueda al límite de la vida, su suicidio es la conquista de la tan añorada y soñada sombra. Como la mejor de las performers, esta poeta concibió el cuerpo como el lugar de la escritura, el cuerpo como poema mismo y relato carnal de la existencia del ser, el cuerpo como la habitación agónica de la locura en un todo mezclado: la vigilia y el sueño, la luz y la sombra, la conciencia, el ser y el no querer ser, la muerte y la vida. Estigmatizada desde la locura e incluida dentro del catálogo de los poetas malditos, padeció depresiones, delirios y psicosis.
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